DEPORTES
los años de resistencia

Un golpe al deporte

Tras el derrocamiento de Perón, en 1955, muchos deportistas fueron inhabilitados, como los campeones mundiales de basquet del 50 y la tenista María Teran De Weiss. Hubo clubes que funcionaron como ambito de militancia y participación.

1020_peronismo_deporte_salatino_g.jpg
Tras el derrocamiento de Perón, en 1955, muchos deportistas fueron inhabilitados, como los campeones mundiales de basquet del 50 y la tenista María Teran De Weiss. Hubo clubes que funcionaron como ambito de militancia y participación. | salatino

Algo había cambiado luego de 1955. Efectivamente, y a pesar de proclamas supuestamente conciliadoras, hubo vencedores y vencidos. La persecución ideológica se dio en todos los terrenos del quehacer nacional, desde el político hasta el cultural. El espíritu revanchista de civiles y militares llegó a extremos inimaginables, cercenando derechos y libertades democráticas. Se instauraron el Decreto 4161 y las comisiones investigadoras; la “derogación” de la Constitución de 1949 debe ser considerada en este mismo sentido.

La resistencia peronista se manifestó como consecuencia de tal virulencia. Fue encabezada por los mismos trabajadores que unos años antes protagonizaron el 17 de Octubre. En algunos casos son “fabriqueros”; en otros, militantes que pertenecen a una misma barriada. Las posibles estrategias consisten en improvisar la entonación de la Marcha Peronista o pintar las paredes con leyendas. Si bien un puñado de dirigentes buscó cohesionar a estos grupos, fueron muchas las dificultades, resultando imposible una estructura organizada.

El deporte estaba en manos de un grupo de dirigentes con una concepción liberal. La destrucción de la política deportiva trastrocó el sistema piramidal, haciendo mella en su base. Muchos clubes se transformaron en refugios de militancia y construcción política. En los barrios populares, la clase trabajadora se aglutinó en torno a estructuras participativas y democráticas, a pesar de que la dictadura pretendió infiltrarse en ellas. Ya hemos mencionado el caso del Club 17 de Octubre, que debió cambiar de nombre por imposición de los militares. Muchas instituciones quedaron con comisiones directivas acéfalas debido a la persecución a militantes peronistas.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Los clubes de los bosques de Palermo que habían sido expropiados a favor del pueblo fueron “devueltos”, dejando sin efecto su carácter público. Víctor Lupo señala que retomaron el carácter elitista y conservador. Por otra parte, las instituciones que mantuvieron esta condición en años anteriores redoblaron su enjundia. Algunas de ellas eran pertenecientes a lo más selecto, como El Progreso o el Jockey Club.

El revanchismo recayó en los deportistas identificados con el pueblo. Uno entre tantos otros ejemplos es el de los hermanos Félix y Fulvio Galimi, quienes fueron castigados fuera y dentro del ámbito deportivo. “Nos echan de todos lados y quedamos en bolas. No solamente con la esgrima, que para nosotros era fundamental. No teníamos recursos para vivir. Así estuvimos cinco años, donde iba… chau: ‘concomitancias con el régimen depuesto’, una persecución tremenda. Después empezamos la lucha para regresar, y quien la encabezó fue un periodista llamado Ortiz”. A pesar de haberse declarado la amnistía general, en 1958 continuaron impedidos de poder competir. En el seno de la Federación de Esgrima había fuertes presiones para que no se otorgara la inhabilitación, la cantidad de votos para lograrlo era insuficiente. Dicho levantamiento se dio luego de un atentado en el domicilio familiar. “Llegan a mi casa cuatro tipos y a mi madre, Filomena, le dan un empujón. Estaban armados con cachiporras y revólver. Se ve que nos iban a dar una paliza brutal. Ella se agarró de las cosas desesperadamente y empezó a gritar, los tipos le pegaron desfigurándola por completo. La Razón tituló ‘Atentado brutal contra los hermanos Galimi’. A los tres días nos levantaron la inhabilitación. Quiere decir que nos mantuvieron después de Frondizi tres años más solamente porque querían”. En la vuelta a las pedanas, en 1962, Félix logra el Torneo Nacional a los 34 años y luego de una larga inactividad. El mismo camino sigue Fulvio, quien supo conseguir el Campeonato Nacional de Sable y el Subcampeonato de Florete.

Igualmente emblemático resulta el caso de María Beatriz Terán de Weiss, tenista que supo conjugar la militancia con su destacadísima carrera profesional. Con la caída del peronismo su suerte pareció quedar echada. En septiembre de 1955 se encontraba compitiendo

en Alemania cuando la Asociación Argentina de Tenis (intervenida por allegados a la dictadura) le advirtió que ya no podía representar al país. Si bien la deportista logró que la Federación Internacional le permitiera continuar durante el certamen, no pudo regresar a la Argentina por muchos años. Se inició una “investigación” para descubrir supuestas irregularidades en su conducta como deportista y dirigente, al mismo tiempo que le fueron confiscados sus bienes. A María Beatriz no le quedó más remedio que obtener la ciudadanía española y participar en certámenes bajo esa bandera. Estando Perón exiliado en Panamá, le pidió que intercediera ante el gobierno español para que le fuera otorgado el asilo. “Si vuelvo a Buenos Aires me arrestarán y no quiero terminar en manos de gente totalmente desprovista de escrúpulos. Soy pobre, no sé de qué vivir. Solicito su ayuda, señor General, para que apoye mi solicitud ante las autoridades españolas para recibir la ciudadanía de este país, en el que creo que encontraré un poco de paz…”.

La resistencia peronista en el deporte se dio, justamente, en la entereza ante los embates de la dictadura. El encono contra los atletas no fue casual, ya que fueron militantes e impulsores del deporte. Muchos de ellos habían sido dirigentes, colaboradores o activistas de la política deportiva del peronismo. Y lo siguieron siendo a pesar de los inquisidores. Osvaldo Suárez logró la habilitación y pudo ganar la prueba de San

Silvestre en 1958, 1959 y 1960. Su carrera fue brillante pese a que se le prohibió participar en su mejor momento. En ocasión de un Juego Iberoamericano disputado en España, fue a entrevistarse con el general Perón en Puerta de Hierro. La visita se produjo de incógnito, ya que corría el riesgo de ser sancionado por las autoridades. Suárez afirmó que quiso regalarle al líder político una de las medallas que había ganado en aquel certamen. Sin embargo, Juan Perón no la aceptó: “Yo no te lo puedo aceptar, esto te costó sudor y lágrimas. Nunca te lo desprendas porque es algo tuyo”.

Cuando se levantaron las suspensiones, muchos deportistas ya eran veteranos. Ello ocurrió con casi todo el plantel del Seleccionado Nacional de Basquetbol, campeón mundial de 1950. En la misma condición quedaron los atletas juveniles de proyección que no pudieron competir. Muchos de éstos se encontraban en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), semillero deportivo y de formación integral. Si bien existían ámbitos más conservadores que otros, la fobia gorila alcanzó a todo el deporte. Su accionar era promovido por las autoridades, a través de las comisiones investigadoras o los servicios de inteligencia, además de la colaboración de deportistas y cuadros directivos antiperonistas. La participación activa de dichos actores fue fundamental para lograr que la persecución resultara “exitosa”.

El genocidio deportivo produjo el deterioro general de la actividad. Esto se pudo evidenciar en la falta de figuras, en los escasos logros obtenidos y en la pronunciada caída en los medalleros paname-ricanos. Dicho retroceso, continuo y acelerado, produjo un fenómeno de distorsión en la pirámide deportiva: mientras se perseguía a los deportistas de elite, también se destruía el deporte de base.