El cuento podrá contarse así: el demandado recambio de una de las generaciones más exitosas y criticadas de la historia de la Selección argentina fue iniciado por un entrenador golondrina. Lionel Scaloni sentó las bases de la posteridad a ciegas, sin saber quién lo sucederá a fin de año y sin conocer cuál es la renovación que la AFA planea implementar en 2019. En su primera convocatoria, el ex asistente de Jorge Sampaoli evidenció una audacia que su último jefe no mostró en el pasado: reformó el presente y diagramó el futuro. Las revoluciones, a veces, las desatan los hombres más comunes.
La nueva fórmula está a la vista: sangre fresca, liberada, con la juventud suficiente como para soñar a largo plazo. Hay pocas excepciones. El contrato para los amistosos ante Guatemala y Colombia del 7 y 11 de septiembre exigía la presencia de siete futbolistas que hayan estado en Rusia. Scaloni cumplió. Llamó a ocho: ningún apuntado, ninguna víctima de memes. De ellos, solamente cinco estuvieron en el campo de juego en la eliminación ante Francia, y no pasaron por el juicio popular. El entrenador golondrina sabe que la renovación también requiere el aval del público: los hinchas, de algún modo, deben reconstruir la confianza en el equipo.
Para recomponer el pacto, los históricos fueron prescindidos. El tiempo, a la vez, es un tirano que conspira contra el núcleo del grupo que alcanzó tres finales consecutivas. Esta nómina, en cambio, es joven. A excepción de Gabriel Mercado, Franco Vázquez, Sergio Romero y Franco Armani, ningún otro de los 29 convocados por el cuerpo técnico llegará a Qatar con más de 32 años. Después de que la apuesta del último Mundial haya sido la experiencia y la ilusión de revancha, los primeros indicios del mañana muestran que el porvenir será de los que todavía están inmaduros.
El foco de la lista está puesto en el potencial, en lo que cada uno de los citados puede llegar a ser, y no tanto en la actualidad. La intención es darle vuelo a los más jóvenes, y suplementar la anemia de las juveniles: los chicos, ahora, llegan con poco rodaje a la mayor. La sucesión natural –los grupos enormes que desembarcaban en manada en el plantel superior– no ocurre desde la camada de Canadá 2007. Por eso, estos amistosos parecen una gran oportunidad para empapar a varios futbolistas que, si bien no son los mejores en sus puestos, tienen la madera como para convertirse en hegemónicos.
De Scaloni, del entrenador golondrina, se sabe poco: que es un hijo pródigo de Néstor Pekerman, que acompañó a Jorge Sampaoli durante su paso amable por el Sevilla, que estuvo en la catástrofe de Kazán. Se sabe, también, que la AFA le pidió que siguiera, y que puso el hombro en el torneo juvenil de L’Alcudia, donde consiguió el título. Lo que también podemos saber ahora es que reveló su primera lista como entrenador de la mayor es que tiene convicciones: que aunque no sepa cómo sigue el cuento y aunque todo se desarrolle a oscuras, él ya marcó un camino para la revolución.
