DOMINGO
Género

Apariencias y mandatos

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Este es un libro sobre el mandato de feminidad, sobre cómo ese “ser mujeres” está construido, sobre cómo eso que supuestamente “elegimos” se nos impone, sobre identificar y desmontar lo sutil que nos somete.

Desencarnar y encarnar, de eso se trata. Encarnar una gestualidad nueva para desencarnar la vieja. Entender para desencarnar el software implantado en nosotras, las que hemos sido educadas en esta cultura como mujeres, a las que se nos enseñó a serlo y sobre todo a parecerlo a través de los códigos no escritos de la feminidad. Poder comprender cuáles son y dar los pasos para desmontar esta educación en la sumisión.

La feminidad es eso, lo que no existe. Aunque nos hagan creer que es lo que naturalmente somos, que está en los genes, la feminidad es un cautiverio.

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Nos exige docilidad y obediencia. Lo voy a escribir mil veces en este libro porque nos atraviesa y nos es fácil reconocernos ahí: sumisión, cautiverio, obediencia.

Hay algo profundamente doloroso en el mandato de feminidad, sostener todo el tiempo la máscara de lo femenino produce una rotura en nosotras, en ese permanente esfuerzo por ser otra cosa y parecer otra cosa, sin que nadie se dé cuenta. Ese “parecer otra cosa” nos hace sentir traidoras. O traicionamos a los otros, o nos traicionamos a nosotras. Ambas traiciones duelen.

Y también produce la sensación de que somos impostoras, de que no alcanza y de que nunca va a alcanzar.

Ese personaje en el que nos convertimos, esa máscara, ese cautiverio, modelado por el mercado, por las voces de nuestra madre, nuestra abuela o la influencer que seguimos en Instagram; por la mirada de los varones de nuestro entorno y el lugar que nos dan en el trabajo representa la feminidad, algo a lo que se supone que pertenecemos por nacimiento y algo que muchas congéneres parecen disfrutar mucho, muchísimo, acatando sus normas y cumpliendo sus ritos. ¿Será verdad que disfrutan?

La máscara de lo femenino nos atrapa. Se termina convirtiendo en lo que somos, aunque no nos guste, aunque no haya disfrute, ni placer, ni ganas, ni nada.

Performando las gestualidades de lo femenino somos queridas, comportándonos bien somos aceptadas en círculos sociales, lugares, trabajos, vínculos. Siendo obedientes, entregando nuestro tiempo y nuestra energía a ser “femeninas”, somos premiadas con una pareja, la aceptación de nuestros entornos y tantas cosas más.

En un mundo que nos desprecia, que nos extermina, que nos infravalora, ser obedientes para ser aceptadas es como mínimo una estrategia de supervivencia. Pero, al mismo tiempo, es una trampa: la de la homogeneidad, la mutilación y la anestesia, la trampa del cautiverio.

Tenemos que parecernos a algo que ni siquiera sabemos muy bien qué es, un ideal que al mismo tiempo es definido y difuso, un blanco móvil. Se nos escapa. Nunca vamos a llegar del todo ahí. Nunca nada que hagamos va a ser suficiente y la idea es que no alcance.

A veces, en el fondo, vos, yo, muchas otras, sabíamos/sabemos que ese personaje es un engaño, una celda o, por lo menos, un mal negocio que implica acallar emociones y traicionar valores que son importantes para nosotras. Mucha, pero muchísima, anestesia, violencia, ansiedad y angustia. A veces, un malestar sin nombre del que no sabemos cómo salir.

Este libro trata sobre cómo todo eso sucede porque nos moldean para que así sea: ser mujeres es ser educadas para que toda esa violencia, esa sumisión y ese abuso sean parte de nuestras vidas como norma: es lo que nos toca por ser mujeres.

Lo que acá intento explicar es cómo todos esos rituales de la feminidad que se nos venden como destinos nos preparan para tolerar y normalizar la violencia que nos rompe y a veces termina con nuestras vidas.

Está dedicado a todas las que, como yo, alguna vez se sintieron inadecuadas, rotas y falladas, y es una invitación a la desobediencia. ¿Se puede salir de ahí? ¿Cuál es el precio? ¿Cómo lo hacemos? La contracara de la obediencia, de callarse la boca, de quedarse quieta y ocupar poco espacio es vivir sin manual. Y vivir sin manual es difícil. Porque navegar en aguas inciertas exige coraje. No nos vamos a mentir entre nosotras. Hay que tener coraje para desobedecer y muchas veces, para que suceda, hace falta que no quede alternativa. Tenemos que sentirnos empujadas a la rebeldía.

Pero no tiene por qué ser un salto al vacío ni un camino que se recorra en soledad. Por eso (…) vas a encontrar algunas preguntas para hackear estos mandatos y (…) algunas herramientas para liberar nuestros cuerpos, porque así como aprendimos la sumisión, también podemos aprender la desobediencia y la rebeldía.

*Autora de La estafa de la feminidad, editorial Planeta (fragmento).