DOMINGO
LIBRO

Chau peso, hola dólar

Hay que sincerizar “nuestra” moneda.

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La debacle argentina se prolonga desde hace más de cuarenta años. | juan salatino

Lo que sucede respecto al dólar en la economía argentina se asemeja a la historia del Coyote y el Correcaminos, es decir, nunca va a llegar a un lugar de paz y tranquilidad ya que se corre tras un objetivo inalcanzable. Salvando las distancias, Argentina ha atravesado la milenésima crisis cambiaria a lo largo de los últimos cuarenta años, generada por los mismos fundamentos macroeconómicos, y con los mismos diagnósticos y recetas que fracasaron estrepitosamente en las últimas décadas. Probablemente, la crisis del 89 sea una de las más recordadas de los últimos tiempos, donde la hiperinflación azotó de manera virulenta la paz y tranquilidad de todos los argentinos. 

Al igual que en la medicina, en la que para curarse primero hay que tener un diagnóstico, en este caso, vemos que finalmente se entiende la gravedad y el alcance que tiene para nuestro país invertir y ahorrar en dólares y transaccionar en pesos. Es decir, no tener moneda. 

Muchos economistas podrán establecer que el bimonetarismo es consecuencia de indisciplina fiscal y monetaria, y que si logramos disciplinarnos, nuestro país no necesariamente necesita perder su moneda de cambio para funcionar económicamente. Otros agregarán que existen varios ejemplos en el mundo de economías que funcionan con bimonetarismo, como el caso de Perú. Cada país tiene condimentos culturales, experiencias económicas y personas que lo hacen único. 

El bimonetarismo genera inestabilidad y la causa no es únicamente fiscal. El dólar es el talón de Aquiles de todas las administraciones políticas y la debilidad argentina. El bimonetarismo nace hace muchas décadas en nuestro país originado por la inflación y las crisis que han azotado a los argentinos frecuentemente. Podemos enumerar cada una de las crisis de los últimos cuarenta años cuyo factor principal se debió a la falta de dólares. 

Es cierto que el otro análisis podría sugerir que el problema radica en que Argentina gasta más de lo que produce, pero veremos más adelante que países como Colombia o Brasil tienen de manera sostenida déficit fiscal y, sin embargo, no se han sumergido en las mismas crisis económicas de nuestro país. De hecho, según un informe de la Cepal: “... en el año 2014 se registró un pequeño deterioro de las cuentas públicas en el promedio de América Latina. A nivel de los gobiernos centrales, el desempeño fiscal alcanzó un déficit primario del 1,1% del PBI como promedio simple, en comparación con un déficit del 0,7% en 2013, mientras que, tomando en cuenta el resultado global (es decir, incluido el pago de los intereses de la deuda pública), el déficit pasó del 2,4% del PBI en 2013 al 2,8% del PIB en 2014”. A pesar de estos números, la mayoría de las economías latinas no sufrieron los shocks externos que tuvo nuestro país, como veremos cuando nos detengamos en el análisis de la materia fiscal de varias economías latinas desde 2014. 

Es importante remarcar que la Argentina en parte ya hizo el trabajo de dolarizar su economía, ya que las inversiones, las propiedades, una amplia mayoría de oferta de autos y hasta algunos alquileres ajustan, referencian y se valorizan en dólares americanos. Recordemos que sobre la base de distintas estimaciones privadas y de la AFIP, existen al menos 250 mil millones de dólares en los “colchones” de los argentinos. 

Otros informes indican que ese número se extiende hasta los 400 mil millones de dólares, representando prácticamente otra “economía” argentina fuera del sistema. Por lo tanto, en Argentina no hay manera de que los argentinos nos olvidemos o no utilicemos el dólar para resguardar nuestro patrimonio. Un buen ejemplo que sucede a diario es que nuestros políticos tienen sus ahorros en dólares, pero pregonan que nosotros invirtamos nuestros ahorros en pesos. Lamentablemente, no alcanza con el ejemplo porque hay un refrán que dice que “el que se quema con leche, no una, sino varias veces, cuando ve una vaca llora”. En este caso, aunque se tomen medidas ejemplificadoras, la desconfianza es tan grande que es muy difícil olvidarse del dólar (…).

Muchos gobiernos nos han persuadido a través de promesas para obtener el voto y confiar en sus proyectos. Una de las mayores virtudes que tiene la economía es que, a pesar de que no se trata de una ciencia exacta, tiene condimentos similares y se rige por modelos económicos que resultan tener consistencia sobre la base de las decisiones que toman los actores. 

En este sentido, pensar que vamos a emitir y eso no va a generar inflación en la Argentina equivale a un error conceptual gravísimo. En Argentina existen economistas, ex ministros de Economía y presidentes del Banco Central que niegan que haya una relación directa entre la emisión y la inflación: desligan la emisión de la inflación, una relación directa entre la emisión y la inflación. Sin embargo, existen decenas de informes de política económica que confirman que la emisión monetaria es un condimento fundamental para la dinámica inflacionaria, como lo define Milton Friedman, el padre del monetarismo. He explicado anteriormente mi visión respecto de la inflación; por supuesto, no considero únicamente la emisión como la principal causa del problema, aunque sí un elemento importante. 

Existen informes que lleva adelante nuestro Banco Central de manera recurrente hablando de política monetaria y dando su visión respecto a los temas que le competen, como la inflación. En 2020 publicó un informe donde analiza el fenómeno inflacionario de Argentina en el período 2004-2019. Entre las principales razones que evidencia como causantes de la inflación está la puja distributiva, es decir, básicamente cuidarse el bolsillo intentado cubrirse de las subas de precios y, por ende, renegociando mejores salarios; también hace mención a las decisiones del sector privado respecto a la política de precios. Sobre los empresarios, asegura que son parte del problema inflacionario, y por último vincula lógicamente el valor del dólar y el efecto que tiene la emisión monetaria en el valor de nuestra moneda local. De esta manera, existe un criterio errado de nuestra entidad monetaria y los resultados lo demuestran a diario. 

Pensar que el argentino va a volver a confiar en el peso alguna vez en su vida me parece una utopía. Hasta mi sobrino de 4 años me pide que le regale dólares en vez de pesos porque dice que cuando quiera usar esos pesos ya no van a valer lo mismo. Históricamente, el argentino que invirtió en pesos perdió contra la rentabilidad que ofrece el dólar. En 2020 nuestro BCRA organizó un ciclo de debate acerca de la dolarización en economías emergentes. Entre sus conclusiones, condiciona a que el argentino tiende a realizar inversiones en pesos si la tasa de rentabilidad que recibe es suficientemente robusta para compensar el riesgo sistémico de estar invertido en su moneda. En definitiva, ¿cómo convencer a un argentino de que es mejor invertir en pesos que comprar dólares si la historia siempre ha alentado la inversión en el billete verde? 

Pensar que gastando más y más en el sector público vamos a dinamizar la demanda agregada y así la economía porque esa herramienta fiscal apuntala el crecimiento económico a través de un mayor consumo también representa otro gran error. Solo basta con revisar los datos sobre el déficit fiscal recurrente en la última década y los consecuentes resultados económicos nefastos. Gastamos cada vez más y de manera ineficiente, pero nuestra economía, en vez de crecer, se reduce. 

Pensar que aumentando más y más la presión impositiva sobre todo a las empresas argentinas es la forma de mejorar la redistribución del ingreso de nuestro país y el crecimiento del empleo y la economía es un error conceptual. Un informe con datos del Banco Mundial respecto del nivel de la presión impositiva de distintos países de Latinoamérica ratifica que la Argentina es el país con mayor presión impositiva dentro de la región. De acuerdo con el documento, de cada cien pesos que gana un empresario argentino, debe generar 106 pesos extras para llevar la rentabilidad de cien dólares. El promedio mundial de este ranking es del 40,5%, es decir, un empresario debe generar 140,5 pesos (moneda representativa) para llevarse cien pesos después de impuestos. 

A la economía local le sigue Bolivia, con el 83,7%; Venezuela, con el 73,3%; Colombia, con el 71,3%; Brasil, con el 65,1%; México, con el 55,1%; Uruguay, con el 41,8%; Panamá, con el 37,2% y Perú, con el 36,9%. Argentina, teniendo la mayor presión impositiva de la región, tuvo el menor crecimiento económico de Latinoamérica durante la última década. Diagramar programas productivos que incentiven la producción, pero a la vez aumentando los impuestos al sector, solo genera desincentivos a la inversión y el crecimiento de la industria. 

El dólar es el talón de Aquiles de todas las administraciones políticas y la debilidad de Argentina

Pensar que Argentina tiene que ser un país productivo con un perfil exportador, pero sujeta a restricciones cambiarias –porque nunca tenemos los dólares suficientes–, es otro problema conceptual gravísimo. Cuando escuchamos a economistas decir que Argentina no tiene que exportar productos como la carne o la soja al exterior porque eso hace que los precios suban localmente, advertimos de inmediato un error técnico y conceptual. 

“Cinco años sin crisis financieras de peso, cuentas corrientes vigorosas, desempleo e inflación en baja y reservas monetarias en niveles inéditos. América Latina muestra hoy una realidad que nadie pronosticaba a principios de la década”, definían en su informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal)-Naciones Unidas los investigadores Kosacoff y Campanario. La razón del milagro económico está vinculada con las mejoras notables en los precios de las commodities: los mejores términos de intercambio comercial. “El fenómeno del crecimiento latinoamericano de los últimos cinco años coincidió en el tiempo con una recuperación importante en el valor de las commodities, generada en gran parte por el protagonismo creciente de la demanda de China y, en menor medida, de India”

Ya hablamos del diagnóstico del país, de nuestros severos padecimientos, de la falta de tratamiento, de la proximidad de la “muerte”. Por ello, recomiendo que cuando leamos palabras como “demanda agregada”, “apuntalar la inversión productiva”, “mejorar la redistribución de los recursos e ingresos”, no nos mareemos ni perdamos el norte. Para cambiar la realidad argentina, debemos perder el bimonetarismo, en primera instancia. A partir de ello, las posibilidades de construir sobre otro tipo de condiciones económicas, de estabilidad y confianza –variables claves para el desarrollo económico–, podremos pensar en medidas económicas que reformulen y recompongan de una vez por todas las promesas que nos vendieron y nunca se cumplieron. 

“Pura teoría” 

Durante estos últimos meses, he tenido la suerte de expresar en distintos medios de comunicación la necesidad de dolarizar Argentina. Lo interesante de exponerse es que tanto los halagos como las críticas empiezan a formar parte de la vida diaria. De hecho, si no hubiera recibido tanto feedback a través de comentarios, sugerencias en mis columnas y notas, no habría podido escribir este libro. Muchas de las críticas han sido una virtud y me han dado el tiempo de pensar en cómo responderlas para que se puedan entender y convencer a aquellos detractores de la dolarización de nuestra economía. 

Sin embargo, una de las mejores charlas que he tenido fue hace poco tiempo con un economista argentino muy reconocido, al que le encanta utilizar frases futboleras para hacer paralelismos con la economía. Su veredicto, luego de un arduo debate, donde discutimos la necesidad principal de perder el bimonetarismo en Argentina y donde ambos estábamos de acuerdo en que era uno de los mayores si no el mayor mal económico de nuestro país, fue: “Seguí escribiendo, pibe, tenés 32 pirulos y aunque sea pura teoría capaz en unos años coronás el pleno de tu vida porque te dan bola”. 

Podemos decir que el programa que propongo para resolver los problemas de fondo de nuestra economía es disruptivo, innovador, arriesgado y distinto a todo lo que hemos intentado en el pasado. Pero más que tomármelo como una crítica, me hizo pensar que sin dudas estoy en el camino correcto. El delirio teórico resulta ser hoy la dolarización en Argentina, porque coincido en que es un plan que no se va a llevar adelante de un día para el otro, sino que lamentablemente vamos a tener que seguir sufriendo un buen rato más las desastrosas propuestas económicas y de política monetaria que nos complican la vida a diario. Pero lo positivo es que por lo menos –y esto es lo más importante– tenemos una generación futura argentina que ya sabe todo lo que falló y no funcionó y que nos estemos dando el tiempo para pensar en propuestas que puedan modificar la realidad. ¡Eso ya es un golazo! 

Bienvenidos los análisis teóricos, porque creo que los países deberían pensarse, discutirse y soñarse, primero desde el pensamiento, para luego de largos debates llevar a cabo un proyecto de país. 

¿Por qué estar tan convencido de que la dolarización es el único camino para recuperar el crecimiento sostenido en Argentina? 

En los primeros párrafos de este libro mencionamos que nuestro país se ha convertido en el único y primero en la historia que, luego de llevar a cabo una “reformulación” de sus deudas, sigue estando en la misma situación nefasta que acarreaba antes de esa reestructuración. Este escenario con el que convive Argentina traerá muchísimas complicaciones en un futuro inmediato. El gobierno actual solo logró “patear” vencimientos en dólares pero no solucionó de fondo el problema “de la deuda”, que dejará al país en una situación de vulnerabilidad extrema nuevamente a partir de 2024. 

Para cambiar la realidad argentina, debemos perder el bimonetarismo en la primera instancia

Recordemos que nuestro país estuvo 15 años en default, luego resolvió pagar en 2016, y en 2020 volvimos a entrar en un nuevo default financiero. A pesar de que parezca una normalidad, este presente y futuro inmediato resultan ser preocupantes y solo avizoran mayor pobreza en el corto y mediano plazo. 

La única forma de recuperar la confianza de nuestra economía reside en tomar medidas drásticas, profundas y disruptivas que den una vuelta de 180 grados al timón del barco en el que venimos navegando. Los últimos diez años de la economía han devenido en una verdadera década perdida del país, que se evidenció con la pandemia mundial. No solo nuestros sistemas de salud son arcaicos, sino que no contamos con una política económica para evitar los shocks externos que nos “parten al medio”. 

Dolarizar una economía supone una política monetaria que genera estabilidad, baja la inflación y reduce el riesgo sistémico financiero del país no solo en el corto sino en el mediano y largo plazo. Además, obrará como catalizador necesario para afrontar una nueva etapa económica, donde se pueda planificar, se reduzcan los errores de mala praxis de política económica y se aprovechen las virtudes que ofrece dolarizarse. 

Incluso más: se generará un capital de confianza muy importante ofreciendo muy buenas señales no solo a los argentinos sino al resto del mundo, que siempre se ha mostrado interesado en invertir en Argentina. Los inversores van a necesitar menor información para tomar decisiones y, como mencionamos anteriormente, no será necesario hacer futurología para planificar el tipo de cambio respecto al dólar y los riesgos que dicha volatilidad genera. El riesgo cambiario desaparece y la credibilidad en la política económica aumenta significativamente, debido a que dolarizar no solo significa bajar la inflación sino que es el puntapié inicial para asumir mayor disciplina fiscal y lograr salir del círculo vicioso de las crisis financieras de deuda internacional. 

En este sentido, la posibilidad de bajar el riesgo sistémico de nuestra economía dejará un espacio fértil para brindar mejores herramientas a los empresarios, emprendedores e inversionistas, para abrir nuevos canales de inversión y aumentar enormemente el crédito, no solo en el corto sino en el mediano y largo plazo. Argentina es un país con un potencial enorme que no ha sabido aprender de los errores en materia de política económica, explotar sus virtudes y desarrollarse en el tiempo. 

El escenario para la dolarización de Argentina 

Como dice el dicho: “Después del caos llegará la calma”: este es el escenario que me imagino para la llegada del proyecto de dolarización en Argentina. Sin embargo, me parece importante entender bien qué significa caos y cómo puede vincularse con el proceso de pérdida de moneda nacional en un futuro cercano en nuestro país. 

La teoría del caos habla acerca de que pequeños cambios pueden generar grandes diferencias respecto a un resultado final. Es decir, probablemente alguna vez escucharon decir que el aleteo de una mariposa puede generar un huracán en el otro extremo del planeta. En otras palabras, el llamado “efecto mariposa” viene a representar un ejemplo de la teoría del caos. La idea es que, dadas ciertas condiciones iniciales de un determinado sistema natural, la más mínima variación en ellas puede provocar que el sistema evolucione en formas totalmente diferentes. Sucediendo así que una pequeña perturbación inicial, mediante un proceso de amplificación, puede generar un efecto considerablemente grande. 

La teoría implica que es casi imposible o improbable poder controlar todas las variables para condicionar un resultado final y que pequeños cambios pueden tener un impacto sumamente importante e imprevisto. Para traducirlo, nadie puede controlar todas las variables en este mundo, es imposible. Los seres humanos, las familias, las economías, los países y hasta los continentes conviven con variables incontrolables, y pequeños cambios pueden generar efectos inimaginados. Volviendo al efecto mariposa, considero que Argentina viene transitando por una línea muy delgada en cuanto a la estabilidad social, política, institucional y económica. La degradación de todas estas variables sumada a la imprevisibilidad y volatilidad que se viene dando en nuestro país hacen pensar que exista un pequeño cambio que resulte ser el gatillo para el caos, y el posterior proceso de dolarización del país. 

Dolarizar supone una política monetaria que genera estabilidad y baja la inflación

Sin ir más lejos, vemos que solo en situación de extrema debilidad y fragilidad social como produjo el covid-19, la política argentina ha buscado consensos y dejado de lado sus mezquindades para dar lugar a medidas que realmente ayuden y beneficien al pueblo argentino. Sin embargo, dada la obstinación que nos caracteriza como país, hasta que no se agoten todas las instancias posibles de seguir confrontando ideas, posiciones, egos y demás, es decir, hasta que no llegue el caos, probablemente no tendremos la madurez de nuestros líderes para enfrentar una medida tan radical y disruptiva como lo es la dolarización. Este escenario se dará en los próximos tiempos y esperemos que la sapiencia y sabiduría de nuestros líderes nos lleven finalmente por el sendero de la estabilidad económica. 

Espero equivocarme respecto al escenario posible para dolarizar nuestro país y algún día podamos tomar medidas antes de que el “agua nos haya llegado al cuello”. 

Estoy convencido de que si logramos generar políticas de Estado de largo plazo, como una dolarización completa, vamos a encauzarnos en un sendero de éxito que significará reducción de la pobreza, mejores sueldos para las clases medias y bajas, y mejores condiciones de vida. La posibilidad de vivir en un país donde se nos permita en una generación tener una casa propia, alcanzar a comprar el primer auto, desarrollar un negocio propio o ascender económicamente será una realidad si decidimos encarar este proyecto de país. 

Entonces, para responder por qué hay que dolarizar Argentina, la conclusión es: para cambiar y mejorar principalmente la vida a la clase media y los sectores vulnerables del país, evitando que convivan en la inestabilidad que genera el peso y disfrutando de la estabilidad que genera una dolarización. Volviendo a las bases de nuestro razonamiento acerca del funcionamiento de una economía, la dolarización es una política económica compuesta por un rompecabezas donde sus piezas se retroalimentan continuamente. Cada una de estas piezas es la base y cimiento para el crecimiento del largo plazo.

Si llevamos adelante por primera vez en la historia una medida económica tan disruptiva y profunda, probablemente tengamos la capacidad, con el tiempo, de poder seguir construyendo sobre este camino de la dolarización. Mi abuelo siempre decía que para construir una casa primero había que planificarla, luego construir sus cimientos para finalmente avanzar en la estructura general. En nuestro caso, la dolarización resultará ser los cimientos de una nueva generación política capaz de adaptarse a la primera política de Estado en décadas que Argentina deberá mantener en el tiempo, sin poder modificarse. 

La dolarización es una política económica compuesta por un rompecabezas donde sus piezas se retroalimentan continuamente. 

En mi caso, este libro viene a aportar un nuevo espacio de discusión de la agenda económica del futuro de Argentina. Por lo tanto, he dejado de lado las críticas a la gestión pública para tomar el toro por las astas y construir, entre todos, políticas económicas públicas que realmente beneficien y cambien la realidad argentina. Al menos, el debate por la dolarización ya comenzó.

 

☛ Título Dolarizar

☛ Autor Alfredo Romano

☛ Editorial El Ateneo
 

Datos del autor

Magíster en Finanzas de la Udesa y en Políticas Públicas de la Universidad de Columbia.

Preside Romano Group, una consultora económica y financiera. 

Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Austral, donde también es director de la diplomatura de Mercado de Capitales.