DOMINGO
Avances

Grises de la tecnociencia

16-4-2023-Logo Perfil
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Los avances de las últimas décadas de la tecnociencia, y en especial los de injerencia directa en la biología y en la psiquis humana, ponen en entredicho un sinfín de cuestiones. Si bien las modificaciones tecnológicas no han dejado terreno sin conquistar, priorizamos, por sus profundas implicancias, las que sobrevendrán en nuestra constitución psicofísica por mediación artificial y no por selección y adaptación naturales.

Al respecto, es fundamental reflexionar sobre esos cambios, sin que ello dependa de que se concreten o no sus realizaciones más dramáticas –por caso, la sustitución de la especie Homo sapiens por otra–, aunque advertimos la utilidad de plantearlas de esa forma, un tanto extremas, pues solo así lograríamos desmontar presupuestos muy acendrados sobre nuestra propia humanidad.

Síntomas o signos de esa intuición los encontramos instalados desde hace tiempo en el imaginario de lo pensable y, por ello, tanto en lo realizable por nuestra cultura como en lo temido por ella. Y no diríamos que esto ocurre solo en el campo de las ideas, ya que es constatado día a día en el rumbo elegido por las investigaciones en biotecnología: primero, el desciframiento del mapa del genoma humano y, en las últimas décadas, el desarrollo de la biología sintética, junto a la creación del método de edición génica Crisp/Cas9,2, trivialmente denominado de tijeras genéticas.

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En conformidad con lo señalado, el Nobel de Química del año 2020 recayó en las científicas que perfeccionaron la aplicación de ese método. El reconocimiento atestigua que configura un hito fundamental en el avance de la disciplina y viene a añadirse a otros, que también cooperan a favor del enfoque intervencionista sobre la vida en el planeta, en especial la humana.

No obstante, no podemos dejar de señalar que técnicas de esa índole se encuentran bajo la mira de cuestionamientos varios y fuertes objeciones éticas, ya que es innegable que los cambios introducidos en el genoma, por ejemplo, al ser heredados, constituyen un peligro potencial para el futuro de la especie, por lo menos en los términos en que la conocemos.

En el presente, observamos ausencia de consenso en las mismas comunidades científicas (salvo, bajo la forma de moratorias que frenan determinadas investigaciones en biología molecular aceptadas por las comunidades de especialistas) sobre los alcances y riesgos, a lo que se añade la falta de participación suficiente de las instituciones del Estado, al igual que de la opinión pública. 

Sin embargo, cabe señalar que esa circunstancia, en parte, se modificó en el año 2020, al vernos sorprendidos por un fenómeno inusual de características mundiales, el de la pandemia por covid-19. Tal situación nos permitió tomar conciencia como comunidad de las variadas y diversas implicancias de la empresa biotecnológica en relación con la salud pública, con la geopolítica, con la economía, con el ejercicio de las libertades individuales; en suma, cuestiones relativas a la condición humana. 

Entre esas implicancias inéditas, señalamos la discusión alrededor del origen del virus, es decir, si su aparición se debió a la acción antropogénica. Recordamos que la que mereció mayor consenso, junto a la tesis conspirativa de “fuga” (intencionada o no) del virus de algún laboratorio, fue que su procedencia está en relación con la degradación creciente del ambiente, producto de la actividad humana. Por ende, pareciera que el covid que hoy nos amenaza en forma de pandemia es también una muestra del desarrollo desmedido. Respecto a las alternativas teórico/prácticas de cómo enfrentar situaciones parecidas en el futuro, observamos que las mismas manifiestan un grado creciente de polarización. 

Están los que aceptan los cambios, como si se tratara de hechos consumados a los que habituarnos, proponiendo la reparación de los excesos y/o imponderables no buscados con más tecnología, frente a otros, que los rechazan, al menos como forma de prevención ante la imprevisibilidad de los mismos, es decir, consideran que no es bueno acostumbrarse a que las cosas de aquí en adelante serán así; “mejor es prevenir que curar”, como sostiene el conocido refrán.

Al solo efecto ilustrativo, describiremos brevemente a los que se encuentran a uno y otro lado de la brecha en relación con la introducción de cambios en el genoma humano. En un extremo, los enrolados en el llamado bioconservadurismo y en el otro, los transhumanistas, en sus distintas versiones.

Los primeros, manifiestan sus reparos, sobre todo en el desarrollo de técnicas genómicas. Objetan que con ellas corremos el riesgo de reinscribir el código de la vida y de interferir sustantivamente en procesos naturales, cuando la prudencia recomendaría respetarlos tal como se dan, por azar. En cambio, los segundos juzgan que esas técnicas no debieran ser rechazables per se, ya que no hay razones suficientes para justificar la preservación de la combinación genética original del individuo, como un valor en sí. Sobre todo, sostienen que si en ella se detectan errores que harían penosa la vida de la persona, nuestro deber es subsanarlos haciendo uso de los procedimientos genómicos.

*Autora de Entre la celebración y el rechazo, Editorial Prometeo (fragmento).