No es nada infrecuente que a los usuarios de cualquier tipo de páginas web o servicios digitales se les pida que demuestren su humanidad a diario. En el aviso en pantalla se suele leer algo como: “Antes de activar tu suscripción, necesitamos confirmar que eres humano”. (…)
Detrás del hecho de tener que demostrar nuestra propia humanidad se encuentra la asunción de la cultura algorítmica de las redes computacionales como punto de referencia central... y no lo humano. Este ejemplo mundano demuestra que el ser humano se ha transformado en un signo de interrogación en la sociedad contemporánea. ¿Quién y qué cuenta como humano hoy en día?
Esta no es una cuestión sencilla y la podremos responder mejor en el contexto de nuestros tiempos posthumanos. Qué o quién sea el humano hoy en día, es algo que solo podrá entenderse si incorporamos las dimensiones posthumanas y no humanas. Por posthumano me refiero tanto a un marcador histórico de nuestra condición como a una figuración teórica. Lo posthumano no es tanto una visión distópica del futuro como un rasgo definitorio de nuestro contexto histórico. Yo misma he definido la condición posthumana como la convergencia del posthumanismo, por un lado, y del postantropocentrismo, por el otro, dentro de una economía de capitalismo avanzado. El primero se centra en la crítica del ideal humanista del “Hombre” como la presunta medida de todas las cosas, mientras que el segundo se muestra crítico con la jerarquía de las especies y el excepcionalismo antropocéntrico. Aunque se superponen y existe la tendencia a usarlos de manera indistinta en los debates generalistas, son más bien acontecimientos separados y discretos, tanto en sus genealogías intelectuales como en sus manifestaciones sociales.
Como figuración teórica, lo posthumano es una herramienta de navegación que nos permite sondear las manifestaciones materiales y discursivas de las mutaciones que engendra el desarrollo tecnológico más avanzado (¿soy un robot?), el cambio climático (¿sobreviviré?) y el capitalismo (¿puedo permitirme comprar esto?). Lo posthumano es un fenómeno en curso. Es una hipótesis de trabajo sobre el tipo de sujetos en los que nos estamos transformando. Quién es ese “nosotros”, y cómo mantener abierta esa colectividad múltiple y no jerárquica, van a ser las preocupaciones constantes de este libro.
Aunque apenas puedo disimular mi fascinación por lo posthumano, lo acojo desde una distancia crítica. La condición posthumana supone que “nosotros” –los habitantes humanos y no humanos de este planeta en particular– estamos situados actualmente entre la Cuarta Revolución Industrial y la Sexta Extinción. Sí, estamos metidos de lleno en ello, juntos: entre el demonio algorítmico y la acidificación de los océanos. La Cuarta Revolución Industrial supone la convergencia de las tecnologías más avanzadas como la robótica, la inteligencia artificial, la nanotecnología, la biotecnología y el internet de las cosas. Esto significa que las fronteras entre lo digital, lo físico y lo biológico se vuelven borrosas.
La Sexta Extinción se refiere a la extinción masiva de especies durante la era geológica actual como consecuencia de la actividad humana. Más concretamente, esta coyuntura nos sitúa entre dos formas de aceleración paralelas y hasta cierto punto especulares: las aceleraciones sistémicas del capitalismo avanzado y la gran aceleración del cambio climático. Alcanzar un equilibrio entre estas dos fuerzas opuestas, con el objetivo de seguir manteniendo una perspectiva más amplia, es el reto actual de lo posthumano.
En el núcleo de esta difícil situación -aunque no como su única causa– se encuentra el grado de intervención tecnológica sin precedentes que hemos alcanzado y la intimidad que hemos llegado a desarrollar con los artefactos tecnológicos. Y, aun así, la condición posthumana no puede reducirse simplemente a un caso agudo de mediación tecnológica. Esta convergencia, con su combinación característica de veloces transformaciones y desigualdades persistentes, es planetaria y se da a múltiples escalas. Afecta tanto a las ecologías sociales y ambientales como a la psique individual y a los paisajes emocionales compartidos. No es un acontecimiento lineal.
Mi posición en este asunto es que tenemos que aprender a abordar estas contradicciones no solo intelectualmente, sino también de manera afectiva, y que debemos hacerlo además de manera afirmativa. Esta convicción descansa en la siguiente norma ética: es importante que seamos dignos de nuestros tiempos para poder actuar mejor sobre ellos, de manera tanto crítica como creativa. De lo que se desprende que deberíamos acercarnos a nuestras contradicciones históricas no como a una carga molesta, sino más bien como a las piezas fundamentales de un presente sostenible y de un futuro afirmativo y esperanzador, aunque este enfoque demande algunos cambios drásticos con relación a nuestras mentalidades corrientes y el conjunto de nuestros valores establecidos.
*Autora de El conocimiento posthumano, editorial Gedisa. (Fragmento).