DOMINGO
cine y arte

Recuerdo a Beatriz Guido

16-4-2023-Logo Perfil
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Un centenario puede ser una efeméride vacía o un motivo para volver al pasado, y reflexionar con la visión que permite el paso del tiempo. El centenario del nacimiento de Beatriz Guido nos indica que en estos cien años hay treinta y cuatro que transcurrieron ya sin su presencia física, y que en ese tercio su recuerdo se fue diluyendo. Su obra no está reeditada, cuesta mucho aún encontrar sus libros en las librerías de “viejo”, las nuevas generaciones no la referencian, ni siquiera es citada cuando se menciona la fuerte presencia de mujeres en la literatura argentina contemporánea.

En el cine, donde cumplió un rol fundamental en la escritura de guiones, tampoco es una figura que cuente con un recuerdo equiparable a su relevante papel, en un ámbito que en la época en que ella actuó, la presencia de las mujeres en ese rol era más extraña aún que en la literatura.

La promoción del cine y de las artes, en general, que desarrolló durante más de tres décadas y que tuvo como culminación la Agregaduría Cultural en España durante el gobierno de Raúl Alfonsín, tampoco está presente en la memoria de quienes estudian y ejercen la gestión cultural y la promoción internacional de la cultura.

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De este olvido solo queda excluido un grupo de amigos, colaboradores o personas, que circunstancialmente la trataron y la recuerdan a través de detalles y anécdotas que la construyen “como una de las personalidades más extraordinarias del Buenos Aires inmediatamente anterior al totalitarismo de la televisión”, como expresa Edgardo Cozarinsky en el capítulo que le dedica en El pase del testigo. Su persona ha perdurado más que su obra, sus anécdotas más que la fuerte influencia que tuvo en la vida cultural del país, desde comienzos de la década del cincuenta hasta su muerte en 1988. 

El conflicto con la memoria es una de las características más destacadas de la sociedad argentina, Beatriz Guido no es la única víctima de esta amnesia que omite hechos, personajes, obras que impide una comprensión más profunda del presente. Pertenezco a una generación que pudo apreciar su presencia en la vida pública del país, el impacto de su obra literaria, el interés de su labor en el cine. Y si bien su momento de mayor impacto transcurrió en mi infancia y comienzos de mi adolescencia, me cuesta comprender cómo la autora de un conjunto de obras que fueron de las más leídas y polémicas de su época, la guionista de las películas que iniciaron el derrotero internacional del cine argentino, y que algunos especialistas incluyen entre las mejores del cine argentino, hoy sea recordada por un limitado núcleo de “memoriosos”.

En su caso resulta aún más llamativo, porque fue una figura pública que tuvo una trascendencia que hoy no alcanza ninguna persona proveniente del campo cultural. No solo sus libros se vendían de a miles, y las películas se exhibían en los festivales más destacados del momento, sino que fue una figura entrevistada en la prensa gráfica y audiovisual. Los programas de televisión de mayor audiencia contaban con su presencia y fue protagonista de algunos hechos, que marcaron la vida cultural del largo momento histórico que protagonizó. Basta recordar la polémica suscitada por su novela El incendio y las vísperas, no solo con Arturo Jauretche, que llevaron al ensayista a dedicarle a la autora y obra un capítulo de su libro “Manual de zonceras argentinas”, sino en la crítica literaria y en la crónica política de la década. El presidente Frondizi le envió una carta para felicitarla por su novela “Fin de fiesta” y el Gral. Perón se ocupó de calificar como el “Grosso chico de la Revolución Libertadora” a la ya mencionada El incendio y las vísperas.

Beatriz Guido era reconocida aún por quienes no leían sus libros ni veían sus películas. Su opinión era consultada por la prensa sobre cualquier tema de actualidad, su relación con Leopoldo Torre Nilsson, una de las historias de amor más comentadas de su tiempo, su presencia en la Feria del Libro de las más esperadas. Y, sin embargo, en la edición de la Feria celebrada mientras esto escribimos su centenario no fue recordado.

Por eso creímos que traer el presente esa particular personalidad del siglo XX en el siglo en que las mujeres alcanzan cada vez más protagonismo, nos resultaba una debida reparación a una mujer que fue pionera en reivindicar un espacio de igualdad en la cultura. También leer y ver su obra con los ojos desapasionados del transcurso del tiempo, encontrar su valor y sus marcas en la creación contemporánea, pueden contribuir a reparar una omisión que sólo empobrece la vida cultural.

*/**Autores de Beatriz Guido. Espía privilegiada. Editorial Eudeba. (Fragmento).