DOMINGO
Gestión del miedo

Salir del automático

16-4-2023-Logo Perfil
. | CEDOC PERFIL

El miedo es un personaje habitual en nuestra vida. Todos –salvo excepciones– le tenemos miedo a algo. Miedos grandes, miedos pequeños, mieditos y hasta terrores se convierten en intrusos en nuestro día a día.

Los miedos nos van fraguando la vida: acciones que no tienen lugar por miedo, caricias que no asoman por miedo, conversaciones que se quedan mudas por miedo, proyectos que no ven la luz por miedo, horizontes que no vemos por miedo, decisiones que no tomamos por miedo. Miedos propios, miedos que heredamos, miedos ancestrales y miedos flamantes que nos asaltan.

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¡Atención! Recuerda que el miedo “no te tiene”; eres tú el que tienes el miedo. ¿Entiendes la diferencia?

Vivimos siempre en estado presente y nos olvidamos de que ya no somos los mismos de entonces ni habitamos en aquel tiempo que ya pasó. Tengamos presente que si nosotros vamos cambiando, también cambia nuestra percepción de los disparadores que generaron ese miedo, es más, también van cambiando los disparadores.

Los ascensores de antaño ya no son los mismos que los de última generación, aprendimos que la mayoría de los animales domésticos son inofensivos, que las tormentas son parte de la naturaleza y que hay pararrayos más sofisticados. Salir del automático y regalarnos una pausa para reflexionar acerca de eso que nos genera miedo es uno de los tantos recursos con los que contamos para la gestión del miedo.

El miedo acontece en el presente, lo siento ahora en mi emoción y en mi cuerpo, pero siempre se refiere al futuro… El miedo que siento ahora es por algo que creo que puede suceder después. La sensación de miedo nos aprieta la panza, nos acelera la respiración, precipita nuestra circulación y, si bien es en el ahora cuando se nos “presentan” las situaciones, la amenaza nos mira desde el futuro. El presente no es temible, solamente es vivible, el miedo siempre aparece por lo que creemos –sin certeza– que puede llegar a pasar. Nunca tememos al pasado –ya pasó–, aunque quizá –como ya dijimos– podemos temer que algo se repita, pero esto vuelve a ubicar a nuestro miedo en el futuro.

Y entonces, ¿cuál es la clave de los arriesgados? ¿Cuál es la diferencia entre alguien que practica el deporte extremo bungee jumping (salto al vacío desde gran altura sostenido por apenas algunas cuerdas) y alguien que no lo haría ni desde 30 centímetros de altura?

¿En este momento de tu vida, de quién te sientes más cerca? ¿Del deportista extremo o del de los 30 centímetros? Ninguno de los dos sabe lo que pasará después. Seguramente el primero esté focalizado en lo mejor que puede pasar y el segundo, en lo peor que le puede suceder. Ambas conjeturas son posibles, más o menos probables, pero igual de inciertas.

Si tenemos en cuenta que el miedo siempre nos mira desde el futuro y que el futuro aún no nos conoce, concluimos que uno de los miedos más frecuentes –aunque poco consciente– es a lo desconocido.

Frente a lo que no conocemos puede aparecer como respuesta el miedo, y eso es porque, al no saber de qué se trata, le ponemos el traje de amenaza. Allí surge el temor, pero –ojo– no es el único traje posible, también lo podemos disfrazar de posibilidad y, en ese caso, la emoción podría cambiar de miedo a curiosidad. ¡Quizás algo parecido a lo que siente nuestro saltador de bungee!

Para que surja el miedo es necesario que interpretemos algo como amenaza. Por eso, la pregunta primordial frente a la sensación de miedo es: ¿a qué le temo?

Identificar la amenaza nos permite desafiarla, verla en su justo tamaño y chequear si es real y actual o si está formada en mayor parte por nuestra imaginación. Es como cuando nos da miedo entrar a una habitación a oscuras –presentimos amenazas, pero no las vemos y al no verlas las imaginamos tremendas–, solo con prender la luz y observar nos damos cabal cuenta de lo que hay, de que esa sombra que parecía un fantasma es solo una cortina que se mueve con el viento. Lo mismo ocurre en nuestra vida diaria cuando podemos detenernos a examinar en qué consiste esa amenaza que nos genera temor.

Identificarla nos permite chequear cuáles son nuestros recursos para enfrentarla. Cuando es posible verlo y potenciarlo, el futuro se hace transitable para dar el primer paso que disuelve el límite impuesto por el miedo.

Una de las claves de la gestión del miedo es focalizarnos en cómo nos paramos frente a lo que interpretamos como amenaza (…)

Cuando interpretamos la amenaza como enorme, nos sentimos cada vez más pequeños y escasos de poder, entonces el miedo se hace más grande; cuando somos capaces de bajarle intensidad, el poder vuelve a nosotros y el miedo cede. Cuando encontramos recursos que nos salvaguardan de esa posible amenaza, recuperamos la confianza en nosotros mismos, el principal antídoto contra el miedo. (…)

*Autor de Salir de los miedos, editorial El Ateneo. (Fragmento).