DOMINGO
Feminismo y Arte

Síntomas y sentidos

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En el año 2021 curé una exposición titulada “Cuando cambia el mundo” (Giunta, 2021). Me refería entonces a la radical transformación que se operaba durante la pandemia y a los interrogantes que desde la cultura anticipaban distintas crisis y respuestas alternativas. La pregunta era qué instrumentos nos proporcionaba el arte para reflexionar sobre un contexto turbulento que abría una zona de problemas hacia el futuro. Pensaba sobre los registros que comprometía ese cambio que se sentía en todos los órdenes de la vida.

Observaba los síntomas de un mundo que se había subvertido no solo por el efecto cotidiano del aislamiento o por las experiencias inéditas que atravesábamos. En ese contexto leí un caudal de artículos sobre la transformación radical de nuestros ecosistemas que anticipaba que las pandemias iban a tener una recurrencia cíclica.

Tomamos conciencia directa de las consecuencias que un planeta exhausto tendría sobre nuestro futuro inmediato. El feminismo se había detenido en muchas de estas transformaciones. Ya desde los años setenta el ecofeminismo, cuya agenda se expandía también en el campo del arte, reflexionaba sobre el estado del planeta.

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Mentalmente y con las lecturas de muchos libros compactadas en un corto tiempo, recorrí hasta qué punto las agendas sobre las diversidades se habían expandido desde la segunda ola. Hasta qué punto las leyes de Matrimonio Igualitario (2010) y de Identidad de Género (2012) habían representado una respuesta hacia las diversidades en la Argentina. Y al mismo tiempo, seguía siendo central frenar la violencia hacia las mujeres y las identidades y los cuerpos feminizados. Junto a ello, otros capítulos se configuraban y conformaban nuevas bibliotecas. El análisis de los afectos, el estudio de las formas de las diferencias, proponían nuevas perspectivas. En el arte, como en la filosofía, como en el feminismo, el debate sobre la preeminencia de lo humano en el mundo, sobre la necesidad de una coexistencia entre humanos y no humanos en el planeta, la reflexión sobre el Antropoceno, la era en que los humanos incidimos en el orden de lo natural hasta tal punto que nuestra propia existencia está bajo amenaza de extinción o de una reducción radical, generaban obras y agendas que transformaban iconografías y lenguajes. Era necesario volver a pensar el mundo mientras el mundo cambiaba aceleradamente. 

El feminismo representa una irrupción ineludible en el campo de las expresiones artísticas. La visualidad, la imaginación en las calles, las gramáticas de las masas que tan bien observó Elias Canetti (1960) propusieron nuevos lenguajes, nuevos imaginarios, nuevas estéticas. La “marea verde, que se expresó con fuerza en la Argentina desde 2015, pero también en Polonia, Estados Unidos, Chile, México y Uruguay, contra los femicidios y por el derecho a decidir sobre el propio cuerpo, había involucrado a una joven generación que conjugaba la protesta en las calles con el glitter y la alegría. La imaginación se volcaba en afiches, banderas, objetos performáticos.

Así fue hasta el último encuentro, el 8 de marzo de 2019. Luego la pandemia quebró las tramas de esa y muchas otras formas de sociabilidad y estableció otros sentidos, que aún no tenemos suficientes instrumentos para comprender.

En tanto, otros procesos culturales y políticos se configuraban en escenas que se vinculaban con las del feminismo y las del arte. Tuvieron una forma de expresión que podemos ejemplificar en torno a los debates que generó una exposición de Fátima Pecci Carou, realizada en el Museo Eva Perón en 2021. La artista partía de un kimono ceremonial que Japón le había obsequiado a Eva como regalo diplomático (Nieto, 2022). En sus pinturas, citaba la cultura manga y animé (sus temas, sus poses, sus paletas), un procedimiento (el de la cita, el de la copia) que anida en la historia misma del arte de Occidente. Así se configuró el origen del arte moderno; desde la versión casi literal que Picasso hizo de las máscaras africanas, o los cómics que Lichtenstein copió en sus telas en los años sesenta.

Al margen de esta historia, de estas tradiciones, la artista fue atacada en las redes con discursos que apelaban al sentido común y al antifeminismo, y que de un tiempo a esta parte vienen pregnando cada vez más en la sociedad. Se trata de una transformación en curso, que ocupa a investigadores sociales como Pablo Semán. En un estudio reciente, este autor buscó entender las demandas, experiencias y sensibilidades heterogéneas que atraviesan a los sujetos que llevaron al poder a los sectores que encarnan estas ideologías y que reeditaron valores que–aun cuando sabíamos que no habían dejado de existir, creímos faltos de consenso. Hoy se enarbolan como parte de una batalla cultural contra un progresismo que, entienden, habría triunfado.

*Autora de Diversidad y arte latinoamericano, SXXI Editores (Fragmento).