Hablar y escuchar hoy es una experiencia atravesada, extendida y modificada por los medios en diversos soportes y formatos. En la vida cotidiana, los mensajes de voz pueblan los dispositivos dando lugar a otras formas de conversación. Al mismo tiempo, la irrupción de audiolibros, pódcasts y plataformas como YouTube o TikTok introdujeron nuevas formas de consumir y crear contenidos en entornos híbridos que fusionan lo oral y lo visual, fomentando la recreación, la mezcla y la participación activa.
Asistimos a una oralidad que resulta un punto de convergencia entre el pasado y el presente, con cambios y continuidades. Esta oralidad del tercer entorno recupera rasgos de la primera oralidad que se caracterizaba por la transmisión de conocimiento a través de relatos orales, canciones, poesías y narraciones en comunidad, donde la interacción era directa y colectiva. En tiempos digitales, recobran un papel central el cuerpo y la voz, fusionados con lo audiovisual en entornos multimodales e interactivos.
La palabra hablada, potenciada por las tecnologías digitales, asume un carácter performativo y esas oralidades pueden ser editadas, registradas y difundidas masivamente modificando las formas de preservar y compartir.
La idea de la tercera oralidad se presenta, entonces, como una forma de entender cómo la tecnología digital fue y va transformando nuestra manera de comunicarnos y nuestra forma de estar en el mundo. Integra aspectos de la oralidad primaria y secundaria, según las definiciones de Walter Ong, pero también implica una transformación profunda en cómo construimos y compartimos significados.
Pasamos del mensaje de texto despojado a un entorno híbrido que fusiona texto y oralidad. Usamos emojis, notas de voz, memes y videos para expresar emociones y matices, creando una experiencia comunicativa ampliada. A su vez, nos plantea desafíos relacionados con la dispersión y la atención, la producción y la recepción, la voz y el silencio, que cobran un papel central en las subjetividades contemporáneas.
Por otro lado, hablar y escuchar hoy también involucra transformaciones en el tiempo de la conversación. Las plataformas permiten que los intercambios sean tanto sincrónicos como asincrónicos, lo que nos otorga una flexibilidad inédita. Resulta un cambio trascendente la posibilidad de preservar lo que antes podrían haber sido interacciones efímeras. Los historiales de mensajes y otros registros permiten guardar conversaciones contenidos a largo plazo, creando un archivo de nuestra vida cotidiana al que podemos volver para revisar y reinterpretar en cualquier momento.
WhatsApp, por ejemplo, se ha convertido en un repositorio de recuerdos y vivencias, y ha modificado la forma en que almacenamos y compartimos nuestra memoria. Sin embargo, este nuevo modo de preservar conversaciones plantea también desafíos importantes relacionados con la privacidad y el uso de los mensajes fuera de contexto.
Las charlas empiezan y terminan, se retoman o se abandonan, a menudo sin seguir un guión preestablecido. Como afirman Benítez-Eyzaguirre et al. (2023):“Silenciamos las conversaciones aburridas y hostiles, respondemos cuando nos parece oportuno o incluso no producimos respuesta alguna.” (...)
Los intercambios ya no requieren el mismo nivel de atención que las llamadas telefónicas tradicionales. La impaciencia por una respuesta ha dado paso a conversaciones paralelas y simultáneas, sin que haya, necesariamente, una sanción social por la falta de protocolo.
De este modo, habitamos estos espacios de conversación no solo con lo que decimos, sino también con lo que hacemos o no. El cuerpo y el tiempo juegan un papel fundamental en esta nueva forma de interactuar.
Escuchar, en este contexto, supone un esfuerzo consciente: una disposición técnica y corporal específica, a la par de un alto grado de atención no dividida: apretar el botón de play, pegar el oído al teléfono, hacer silencio, permanecer. La posibilidad que nos ofrecen las aplicaciones para alterar las velocidades convierte en un desafío sostener la escucha, apreciar los detalles, los matices.
*Autoras de Tiempo de hablar y escuchar, La Crujía (Fragmento).