ECOLOGíA

Las áreas protegidas como política de estado

No hay excusas ni argumentos para que el gobierno actual no promueva ni fortalezca a las áreas protegidas.

Cataratas del Iguazú, Misiones
Cataratas del Iguazú, Misiones | cedoc

El parate en la inversión pública, imbuido además en una atmósfera bien montada de guerra al Estado, combate a lo público y desprecio a lo colectivo, atraviesa cualquier escenario, incluyendo los temas ambientales en general y de creación y consolidación de áreas protegidas en particular. 

Me emociono especialmente con la creación de áreas protegidas, de todos los colores: nacionales, provinciales, municipales y privadas, en diferentes formatos y categorías. Pero las estatales, que son la mayoría, suponen aperturas programáticas y partidas específicas de presupuesto, siempre ajustadas pero imprescindibles para atender las instituciones, proyectos y agentes vinculados. 

Como los libertarios le disparan a abordar estas necesidades y en el tratamiento de leyes de nuevos parques nacionales ya votaron en contra o se abstuvieron, quienes defendemos al Estado, lo público y lo colectivo y estamos convencidos de que la creación de áreas protegidas públicas cimenta un camino positivo e imprescindible para el país, tenemos que redoblar esfuerzos para no enfriar las agendas construidas

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En el caso de los parques nacionales, su creación y fortalecimiento es, a mi modo conservacionista de sentir el país, lo más parecido a cantar el himno nacional; es un gol gritado a viva voz abrazado a toda la hinchada sin importar de qué equipo local es cada compañero de tribuna. Ganamos todos. 

Después de la pulseada, a gobernar

Siempre recalco que los parques nacionales, además, son herramientas que tienen las provincias para cumplir con sus propios compromisos de conservar la biodiversidad. Si se generan acuerdos de manejo bien pensados, también se generan beneficios múltiples y parejos para Nación, provincias y municipios.

La Argentina en esta materia es pionera y exitosa. Funcionamos bien, muy bien. Todos los gobiernos, paradójicamente desde la etapa que hoy llaman “liberal” cuando dicen que éramos (¿éramos?) uno de los países más ricos del planeta, apostaron a crear áreas protegidas. 

Si pensamos solo en los parques y otras reservas nacionales, el perito Francisco P. Moreno donó las primeras leguas al estado nacional allá por 1903 (Presidencia de J.A. Roca), que dio origen al primigenio Parque Nacional del Sud en 1922 (Presidencia de M.T. de Alvear) que luego fuera reconformado en Parque Nacional Nahuel Huapi, creado junto al Parque Nacional Iguazú en 1934 (Presidencia de A.P. Justo). 

Parque Nacional Lanín

El listado de áreas protegidas nacionales asociado al carrusel de gobiernos elegidos y dictaduras muestra a las claras una intención sostenida de creación. Veamos la sucesión de presidentes y el número de áreas creadas en sus gestiones: Agustín P. Justo (7), Roberto Ortíz (1), Juan D. Perón (4), Arturo Frondizi (1), Arturo Illia (1), Juan C. Onganía (1), Alejandro Lanusse (1), Juan D. Perón (1), Jorge R. Videla (3), Carlos S. Menem (8), Fernando De la Rúa (1), Eduardo Duhalde (2), Néstor Kirchner (2), Cristina Fernández (9), Mauricio Macri (7) y Alberto Fernández (6). Sin dudas hay procesos de creación que fueron iniciados en periodos anteriores a la sanción de leyes y/o decretos.

En síntesis, si es por una cuestión ideológica o “cultural”, no hay excusas ni argumentos para que el gobierno actual no promueva ni fortalezca a las áreas protegidas y su personal. Mayormente todos los gobiernos del amplio abanico de ideas políticas que nos ofrecieron los últimos 120 años incluyendo los más cercanos a los libertarios, promovieron, crearon e invirtieron en áreas protegidas. Puedo tranquilamente soñar que este largo derrotero es una política de Estado y también pensarlo como una demostración de madurez. 

Si es por una cuestión económica, el balance también es superavitario. Por donde lo miremos. Algún día podemos compartir los números. La industria del turismo tiene en las áreas protegidas uno sus pilares más relevantes. Iguazú, Glaciares, Nahuel Huapi, El Palmar, Península Valdés e Iberá, por nombrar algunos ejemplos, son de los principales imanes imperdibles para los visitantes extranjeros.

Hace unos días el gobernador de Córdoba, Martín Llaryora, hacía referencia al empuje que significan los festivales musicales a las economías regionales; en igual sintonía nuestras áreas protegidas icónicas, que también son una fiesta. 

 

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Para el país sería el peor de los negocios que el gobierno nacional frene la creación de nuevas áreas nacionales, desaliente las provinciales y reduzca programas existentes y personal asociados que, con presupuestos ya escasos, fortalecen una política pública clave que hoy está beneficiando al conjunto de la Argentina. Si así fuere, tendremos que plantarnos y reclamar por todas las vías posibles. 

Por último, pensando con una visión federal y presagiando escenarios de escasez que relegarán nuevamente la temática ambiental, es clave que la sociedad civil refuerce el respaldo a las provincias y municipios y contribuya a apuntalar los proyectos por proteger su biodiversidad, que son tan meritorios como los nacionales. Y en los casos de provincias que tengan vocación de crear nuevos parques nacionales, acompañarlas en el inicio de procesos y gestiones ante un amplio abanico de actores de los poderes ejecutivo y legislativo nacionales, esperando encontrar rincones de tierra fértil para que los proyectos que vayan naciendo finalmente prendan y puedan salir a la luz en un plazo razonable.   

Parque Nacional Ansenunza

Reflexión final. Hemos escuchado de las máximas autoridades del país que es preferible a la realización de festivales musicales y otras inversiones del Estado resolver de manera inmediata el hambre y la pobreza de las infancias del Chaco. ¡Qué alegría! ¿Podemos, luego de los recortes, conocer los números enviados a las provincias de la región y su efectiva asignación a los presupuestos locales y los mecanismos para solventar las necesidades de esas infancias y familias?

La inversión pública en la conservación de la biodiversidad, a través de áreas protegidas y corredores de desarrollo sostenible son herramientas que sí garantizan los recursos para que muchas familias puedan vivir dignamente valorando sus culturas e identidades.


*Escritor y conservacionista. Miembro de Honor de BirdLife International.