Pese a las críticas que despertó el megaproyecto de exportación de cerdos a China por parte de ambientalistas, el Gobierno está decidido a avanzar en la firma del memorándum con Pekín en agosto. Entienden que el impacto socio- ambiental está controlado a la vez que lo describen como una de las mayores inversiones extranjeras posibles, en el marco de la pandemia, capaz de generar hasta 9500 puestos de trabajo a nivel federal.
Al momento, el texto del Memorándum de Entendimiento se encuentra bajo análisis del Ministerio de Agricultura y Asuntos Rurales de la República Popular China. En la Rosada, esperan concretar su firma virtual en las próximas semanas y avanzar en la coordinación de un primer encuentro presencial entre empresarios y autoridades en el marco de la Exposición Internacional de Importación en Shangai (CIIE) de confirmarse su realización. Planean viajar con una nutrida comitiva encabezada incluso por el propio presidente Alberto Fernández.
Acorde a un documento interno de la Cancillería al que accedió PERFIL, que analiza el impacto socio-económico de las 25 unidades productivas proyectadas, la inversión total se calcula en 3.796.423.000 dólares, a razón de 151 millones por cada granja porcina. La producción esperada alcanzaría las 882 mil toneladas, duplicando la actual, y sumaría unos 2500 millones de dólares en exportaciones anuales. Los posibles socios locales, pronostica el texto, tendrían una tasa de retorno para sus inversiones del 21,3 por ciento y siete años de plazo de repago de la inversión.
El origen de este acuerdo se remonta a octubre de 2019, en el ocaso de la gestión de Juntos por el Cambio, cuando se cerró un primer marco de cooperación institucional entre la Asociación China para la Promoción del Desarrollo Industrial y la Asociación Argentina de Productores Porcinos (AAPP) para avanzar en comercio bilateral e inversiones recíprocas. Luego fue Laboratorios Bagó, con intereses en la nación asiática y desarrollo de vacunas anti-aftosa, quienes acercaron al gobierno de Fernández la inquietud de Pekín, a partir del elevado consumo porcino en su tierra y la merma por la peste porcina africana.
La producción esperada alcanzaría las 882 mil toneladas, duplicando la actual, y sumaría unos 2500 millones de dólares en exportaciones anuales.
En marzo pasado, la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma (CNDR) y el Ministerio de Agricultura y Asuntos Rurales de China emitieron una serie de directrices a las empresas porcinas de su país para explorar los mercados internacionales con el fin de globalizarse. Hablaban de la posibilidad de establecer bases de producción en países con quienes Pekín mantiene relaciones económicas y comerciales bilaterales estables y con condiciones para suplir la elevada demanda.
Para el Gobierno es una oportunidad de redireccionar inversiones en desarrollo económico hacia las provincias a tono con la idea de generar trabajo genuino fuera de los grandes centros urbanos, tal como se plantea en el próximo esquema de reactivación que diseña el Ejecutivo. En esencia, es una apuesta inicial a que los grandes actores ya establecidos en Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe se asocien con los inversores chinos en emprendimientos mixtos. Las pymes del sector no ingresarían en una primera fase del megaproyecto, aunque la expectativa es que lo puedan hacer a futuro.
Hoy, la Región Centro nuclea casi el 70 por ciento del stock porcino en la Argentina en esa provincias y el 90 por ciento de la primera y segunda industrialización. De allí las varias reuniones, que tanto el canciller Felipe Solá como el secretario de Relaciones Económicas Internacionales, Jorge Neme, mantienen desde hace meses, de forma virtual, con productores de esta zona de la Argentina. Por este acuerdo y otros proyectos de exportación.
En el país, la producción de carne de cerdo ronda las 700 mil toneladas y viene en crecimiento, de manera ininterrumpida, desde 2009. A lo largo de la última década, el volumen se multiplicó un 250%, a tono con un incremento de la demanda global del 33% durante el mismo período. China concentra el 45% de la producción global, seguida por Estados Unidos (10%), Alemania (4,5%), España (3,7%), Brasil (3,1%), Canadá (1,8%) y Dinamarca (1,3%). Lejos queda la Argentina con su 0,5% pese al impulso de la actividad.
China concentra el 45% de la producción global, seguida por EE.UU. (10%), Alemania (4,5%), España (3,7%), Brasil (3,1%) y Canadá (1,8%)
El documento de Cancillería distingue dos momentos en esta curva a partir del impacto de la peste porcina africana en la producción China. Un primer período 2009–2015, en el que la producción global se incrementó un 10% mientras los volúmenes chinos lo hacían un 16%. Y una segunda etapa, entre 2016 y 2019, en la que la producción mundial se expandió un 3,6% y los volúmenes en la nación asiática cayeron un 5% por la infección y sacrificio de 50 millones de animales en ese país, producto de esta enfermedad, acorde a números de la FAO.
De allí surge el interés de Pekín, al punto tal que el 68% del incremento registrado durante la última década se concentra en la demanda china de los últimos cuatro años. Suman, en total, 1,8 millones de toneladas hacia ese país como principal importador global, seguido por Japón (958 mil toneladas), Italia (945 mil toneladas), Alemania (870 mil toneladas) y Polonia (662 mil toneladas). Del otro lado del mostrador, cuatro países concentran el 53% de la exportaciones de cerdo a nivel global: Estados Unidos (16%), España (15%), Alemania (14%) y Dinamarca (8%).
Luego de que trascendiera el acuerdo en marcha con China, numerosos referentes ambientalistas se pronunciaron en contra de esta posibilidad. Mediante posteos en redes, colectivos como Jóvenes por el Clima Argentina o la periodista Soledad Barruti, autora de investigaciones sobre la producción sustentable, denunciaron el hacinamiento en las granjas de producción porcina chinas y la generación de virus con potencial pandémico. Incluso lo compararon con el acuerdo sellado en los '90s para la producción de soja transgénica en la Argentina que “hoy ocupa el 60 por ciento de nuestra tierra cultivable, aumentó en 25 años un 1400 por ciento el uso de venenos, y nos convirtió en uno de los 10 países con más deforestaciones del mundo”, cuestionó Barruti en su cuenta de Instagram.
Desde el Gobierno, donde la Cancillería, Agricultura y Desarrollo Productivo trabajan con sus técnicos para cerrar el acuerdo, circularon una síntesis que aclara varios aspectos del memorándum y sus proyecciones. Entre otras cuestiones, desmiente que la base genética para la exportación se constituya a partir de animales chinos —al contrario, afirma que se usarán los propios—; destaca las condiciones sanitarias locales —libre de fiebre aftosa, peste porcina africana, peste porcina clásica, diarrea epidémica porcina, síndrome reproductivo y respiratorio porcino— y hace foco en la abundante disponibilidad de granos para alimentarlos.
Numerosos ambientalistas denunciaron el hacinamiento en las granjas de producción porcina chinas y la generación de virus con potencial pandémico.
En este punto, las autoridades nacionales afirman que se consumirá “el 4% de la producción nacional de maíz para alimentar a los animales” cuando se aumente la producción en las casi 900 mil toneladas esperadas. Y lo compara con otros países con mayor producción porcina como Dinamarca, Alemania o Bélgica, menor territorio y necesidad de importar los granos. “Alemania, país referente en materia medioambiental, produce en un territorio similar al de la Provincia de Buenos Aires y con 83 millones de habitantes, 7 millones de toneladas de carne (10 veces más que la Argentina) e importa el 75% de los granos requeridos para su alimentación”, esgrimen.
Por último, el documento de Cancillería al que accedió este medio detalla que el incremento en el stock de madres de 300 mil cabezas en un plazo de cuatro años (60.000 el primer año y 80.000 los siguientes) “se adecua al cumplimento de las exigencias ambientales vigentes y a garantizar la supervisión del estatus sanitario de los establecimientos de producción”. Fuentes involucradas del Gobierno señalaron, además, que ninguna de las 25 unidades planeadas —a modo de unidades cerradas, con “plantas de elaboración de alimento balanceado, biodigestores (generación de energía y bio fertilizantes), criadero ciclo completo, frigorífico exportador, proceso sin laguna de efluentes, oficina de SENASA y ADUANA”— producirán un volumen mayor del que los grandes actores del sector ya hacen actualmente en el país. Al tiempo que insistieron en que se realizará bajo los estándares locales.