¿Estamos en el proceso de globalización o de desglobalización? ¿De dolarización o de desdolarización? Estas son las preguntas que estructuralmente atravesaron la cumbre del G20. En un contexto de transición hegemónica, en el que China demuestra dinamismo en su estrategia de crecimiento y consolidación de su política internacional, los organismos multilaterales parecen brindar cada vez menos respuestas.
Los resultados del 2017 en materia de crecimiento agregado demostraron que el gigante asiatico se posiciona como la segunda economía del mundo. Durante el 2017, China fue el principal inversor en términos de IED en América latina, y en 2018 se abrió por primera vez el mercado de petróleo futuro en yuanes, desafiando una hegemonía histórica sobre el mercado en dólares.
Esta estrategia de consolidación de China coloca a los Estados Unidos en una posición defensiva, al igual que ocurrió con Inglaterra a fines del siglo XIX. Los vientos están cambiando y las relaciones internacionales también. China reclama ahora su incorporación a la OMC y Estados Unidos intenta regular el comercio internacional, para evitar la profundización de su pérdida de competitividad y de innovación de largo plazo.
La globalización y los que quedaron en el camino
Con el proyecto “Un cinturon una ruta” y el incremento de sus ofertas de IED y financiamiento, China fortalece la incorporación de su moneda a escala internacional. La diferencia es que el mercado de futuros en yuanes está garantizado en oro (volviendo a un patrón de valor duro). Como dijo alguna vez un presidente argentino, ¿alguien conoce un yuan? Esta será una pregunta que parecerá sorprendente en diez años. En este contexto, y con las actuaciones y el histrionismo de Trump, se llevó a cabo el G20 en la Argentina.
Los desafíos para la región parecen estar entre la adaptación y la estrategia. Por un lado, los argumentos (la OCDE se pronunció en este sentido) se posicionan en desaconsejar una estrategia de segmentación de comercio, mediante un mejor posicionamiento de la región, producto del cierre de comercio. Esta oportunidad estaría representada en la complementariedad que existe entre las economías latinoamericanas y de China. Según esta postura, el desvío de comercio y una asignación menos eficiente de la inversión mundial repercutirá por lo menos en el mediano plazo en una reducción del crecimiento.
No obstante, la realidad parece relatar estos procesos de otra forma. Los Estados Unidos mantiene una restricción a la comercialización de diferentes productos argentinos, como la carne y el biodiesel, al tiempo que la Unión Europea destina aproximadamente la mitad de su presupuesto como subsidios al sector primario. Sin mencionar el control a la movilidad del trabajo a escala internacional (sobre todo en los países desarrollados) que expresa la fuerte regulación del comercio en nuestros días. La correlación entre regulación y crecimiento parece ser positiva en el largo plazo.
Qué dijeron los empresarios sobre Mauricio Macri y el G20
La economía mundial no se recuperó desde la crisis del 2008. Aun con las estrategias de flexibilización cuantitativa llevadas a cabo por los principales bancos centrales y el crecimiento de los Estados Unidos y Europa en los últimos años, las señales de una nueva crisis son inminentes y la estabilidad se encuentra amenazada tanto por la desigualdad de ingresos (que afecta el consumo real) como por los problemas ambientales y sociales entre los que se encuentran los mayores desplazamientos de refugiados vistos en la historia producto de conflictos armados, el hambre y las oportunidades de futuro.
En un mundo en el que las desigualdades y la sustentabilidad del crecimiento y del ambiente son los temas más importantes, los organismos multilaterales demuestran sus límites y su incapacidad para establecer verdaderos senderos de transformaciones. Tanto el impuesto Tobin como las propuestas elaboradas por Piketty son desoídas e ignoradas, en pos de una profundización de las actuales políticas. En el mismo sentido, Trump desprecia este tipo de organismos al considerar que nada se resuelve en estos espacios. El mundo parece caminar hacia políticas más proteccionistas, mayor regulación territorial y negociaciones bilaterales. Estamos en una etapa defensiva.
En este contexto, las estrategias de desarrollo regional están en retroceso, el mercado de trabajo encaminado a mayores niveles de desregulación, y las políticas de cuidado del ambiente, sin un acuerdo global que garantice mejores niveles de responsabilidad.
El G20 le da un respiro a corto plazo a los mercados
La cumbre expuso nuestras limitaciones y nuestras alternativas, en un mundo cargado de incertidumbre y en creciente conflictividad. La transición hegemónica internacional parece un hecho y las fortalezas de la región son claras con relación a un socio complementario como China. Las decisiones que se tomen serán clave para el tipo de integración latinoamericana de los próximos 50 años. Las posiciones individuales siempre son más vulnerables que los acuerdos regionales y, en ese sentido, tanto la alianza del pacifico como el Mercosur son los bloques de mayor fortaleza para encarar un mundo con más desigualdad, menos regulación ambiental y más proteccionismos. Estamos en una nueva etapa, la del neo-mercantilismo mundial.
Por Miguel Francisco Gutiérrez, Director del Centro de Estudios Económicos e Históricos sobre Desarrollo (CEEHD) de la Universidad de Belgrano