La falta de dinero en los cajeros, la pérdida de valor adquisitivo de los billetes y los intereses que las tarjetas de crédito cobran a los usuarios, además del endeudamiento que conlleva utilizar estas últimas, hicieron que cada vez más consumidores se volcaran a las plataformas de pago virtual.
Las ventas con QR crecieron exponencialmente, mientras disminuyen las transacciones con tarjetas de crédito, débito y efectivo. Según el Banco Central, el uso de esta metodología de compra aumentó más del 40% en un año.
Facturas de teléfono, compras en supermercado, indumentaria, gimnasio, taxis e incluso honorarios de abogados o psicólogos: las aplicaciones van ganando terreno cuando de pagos se trata. Usuarios, profesionales y comerciantes comentaron a PERFIL su experiencia al respecto.
“Antes de la pandemia nadie quería usar medios digitales, estaban todos reacios a usarlos, incluso nosotros”, afirma Lucas Martínez, dueño de un almacén ubicado en Juana Koslay, San Luis. Martínez asegura que esa situación cambió ante la necesidad de hacer transacciones sin manipular tanto dinero. Y agrega: “Explotó la venta por estos medios, y hoy se vende mucho más por medios digitales que en efectivo”.
Para Milagros Peralta, las billeteras virtuales son una solución y un ahorro. “Empecé a usarlas desde que me vine a estudiar a Mar del Plata. Las tenía primero por si llegaba a necesitar plata y mis papás tenían que tener alguna forma de transferirme, porque yo no tenía cuenta bancaria”. Con el tiempo, comenta, “empecé a utilizarlas más porque evitaba tener efectivo en la calle”, y después porque algunas de estas cuentas “te permiten generar intereses por tener la plata ahí, pero no tenés que dejar el dinero quieto tanto tiempo como en un plazo fijo”. Ahora, asegura, aprovecha también promociones y descuentos para pagar boletas de celular, gimnasio o taxi sin usar dinero físico.
“Hay aplicaciones más amigables que otras, pero prefiero perder tiempo en aprender a manejar estas aplicaciones que tener que hacer la cola, sacar la plata en efectivo y pagar”, afirma Gabriela Pereyra, otra de las usuarias de estos sistemas. “Puedo usar débito o crédito, pero solamente en los lugares en los que no se puede pagar con medio digital”, agrega.
Pamela Solivellas tiene una fiambrería, y comenta que las ventas con pago virtual aumentaron considerablemente. “Es mucho más práctico llevar la aplicación. Ahora hacés todo con el celular”, afirma. Sin embargo, asegura, la situación se complica “cuando los proveedores no reciben esos medios de pago”.
Patricia Girabel es psicóloga y tuvo que adaptar su forma de cobro a los pacientes. “Me instalé la aplicación porque se les facilitaba no tener que ir a retirar dinero del cajero”. Afirma que, si bien este medio de pago “es cada vez más frecuente”, a veces le genera complicaciones a la hora de abonar el alquiler del consultorio. “Donde lo puedo comercializar no hay problema, pero hay cuestiones donde uno necesita el efectivo, y el efectivo no está circulando”.
“A mí me conviene porque yo también a su vez pago con esos medios: cargo nafta o compro en el supermercado”, asegura Paola Ponce, que ejerce como abogada en Mendoza y que cada vez recibe más honorarios con QR. Agrega que por su parte paga “todo lo que puedo con medios digitales para no hacer cola y para ahorrar tiempo”.
La desconfianza por las aplicaciones aún perdura, pero es cada vez menor. “El único medio que utilizo es el home banking porque es donde tengo la cuenta sueldo y es el que me genera más confianza”, comenta al respecto Natalia Rodas.
Otras personas, en cambio, ya no usan prácticamente el efectivo. “Es mucho más rápido y eficiente. Además, por una cuestión de ahorro de tiempo”, agrega Estefanía Vacca, usuaria de billeteras virtuales.
“Hay compras desde los $ 20 a los $ 5 mil”, dice Marina Montalvini, propietaria de un almacén de barrio. “Para la gente es comodidad. Aparte, vas a los cajeros y no hay plata, entonces los clientes se guardan el dinero para hacer las transacciones que no podés hacer con otras plataformas”. Más allá de la conveniencia de quien recibe los pagos, la realidad impone la oferta. Así, concluye Montalvini, “si no recibís esos medios, no vendés”.