Con un hecho inédito en el mundo como han sido los terribles efectos de la pandemia del COVID-19 en el transcurso de 2020, provocando caída de actividad económica, comercio y millones de personas sin trabajo en todo el planeta, en la Argentina la economía finaliza este año "tan duro" con una mejora en el ritmo económico, mayor estabilidad cambiaria y financiera y una inflación acelerándose, situación que se presenta como uno de los desafíos más difíciles que tendrá el Gobierno en 2021.
Sin dudas que la pandemia echó por tierra gran parte de los objetivos que se había fijado el Gobierno al asumir el 10 de diciembre del año pasado, ya que con el virus expandiéndose en todo el país, tuvo que decretar una estricta cuarentena el 20 de mazo, la cual se alargó por casi ocho meses, provocando una recesión que iguala prácticamente la histórica caída de la economía registrada en 2001.
En concreto, según estiman en el propio Gobierno y analistas privados, la actividad económica cierra el año con una caída que oscila entre el 10,5 y el 11 por ciento, con efectos demoledores en los rubros de hotelería, bares, restaurantes, servicios turísticos y culturales, transporte y una nueva reducción del consumo masivo.
Precisamente, la caída de economía se empezó atenuar a partir de la reapertura, aunque el rebote más importante ocurrió entre junio y septiembre, y luego apareció una cierta meseta en cuanto al ritmo de recuperación.
Desde hace tres meses, la recuperación está traccionada por la construcción, el sector de la industria del mueble, productos químicos, algunos sectores de alimentos, y una mejora más elocuente en el sector automotriz y producción de motos de baja cilindrada.
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El fuerte aumento del dólar que se produjo a partir del 15 de septiembre, fecha de la implementación del súper cepo, hizo que muchos precios en dólares de sectores como materiales para la construcción, automóviles y motos, bajaran sus precios en divisas en forma sensible, lo que llevó a que muchos ahorristas en dólares decidieran aprovechar esta oportunidad.
Paralelamente, tras el anuncio del acuerdo por la reestructuración de la deuda privada en dólares, con un nivel de adhesión del 99 por ciento tanto en legislación local como extranjera, llevó al Gobierno a estimar que la presión cambiaria disminuiría notablemente y riesgo país bajaría a niveles cercanos a lo que posee la región.
Sin embargo, ninguno de esos dos hechos ocurrieron, y la presión cambiaria hacia fines de octubre se volvió crucial, lo que llevó a "desandar" parte de las medidas adoptadas en el súper cepo, a partir de lo cual, ya en principios de noviembre el dólar empezó a descender del pico de 195 pesos que hizo a mediados de octubre, mientras que la tasa de riesgo, que en un primer descendió a 1,080 puntos básicos, ahora supera los 1.300 puntos básicos.
Con mayor estabilidad cambiaria llegó un leve recuperación en las alicaídas reservas del Banco Central, que se ubican por ahora en forma global. Desde el Poder Ejecutivo se decidió mantener una política activa para minimizar el terrible golpe que sufrió la economía en la pandemia, lo que llevó a que hubiera un exceso de emisión monetaria. Ese exceso de emisión monetaria es uno de los factores trascendentes que explican el fuerte aumento de la inflación en estos últimos meses.
En concreto, del 1,5 por ciento que se registró en abril y mayo, el costo de vida fue subiendo hasta cerrar el año con un piso de tres por ciento, cerrando 2020 con una inflación que oscilará entre el 35 y 36 por ciento, pero las perspectivas de la primera parte de 2021 son preocupantes en materia de evolución de los precios,
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Uno de los puntos más sensibles es la caída del consumo, calculado para este año entre 4 y 6 por ciento, lo que llevó a un menor rendimiento de la recaudación impositiva.
Precisamente, los ingresos tributarios del año finalizarán con una mejora de aproximadamente entre 31 y 33 por ciento, la cual se sitúa dos o tres puntos por debajo de la inflación acumulada.
Esa baja de la recaudación con respecto al índice de precios implica una caída en el consumo masivo, ya que diversos analistas económicos estiman que el año finalizará con un retroceso del 5 al 6 por ciento del mismo.
Sí es notorio que el nivel de caída en la industria durante la pandemia que llegó a superar un 33 por ciento en la estricta cuarentena de abril, ahora la retracción interanual se sitúa, medida en noviembre, en el 2,9 por ciento.
El punto esencial de esta realidad económica es que el Gobierno tuvo que recurrir a una asistencia generalizada de la economía, lo que elevó notablemente el déficit de las cuentas públicas.
Un déficit primario que va a finalizar el año entre el 7,0 y el 7,5 por ciento implica asumir grandes desafíos en lo fiscal para el próximo año y para las negociaciones por un nuevo acuerdo con el FMI.
El nuevo acuerdo deberá contemplar la realidad de los números socioeconómicos de la Argentina en la pandemia.
Un desempleo que medido en el tercer trimestre se ubicó en el 11,7 por ciento, una caída real del salario con respecto a la inflación de unos 8 a 10 puntos porcentuales y un nivel de pobreza, que según la última medición elaborada por la Universidad Católica Argentina (UCA) supera el 40 por ciento de la población el país.
LR CP