ECONOMIA
Análisis

En una sociedad en crisis urge cuidar el derecho de los trabajadores

En un par de días se celebra un nuevo 1° de Mayo y bien vale reflexionar sobre la situación del empleo formal en la Argentina.

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Riesgo. El empleo privado cayó 2,9% en marzo según Trabajo. | cedoc

En vísperas de una nueva celebración del día de los trabajadores, es útil recordar, ante todo, que la fuerza laboral en Argentina ha estado compuesta, durante décadas, por 75% de asalariados y el resto de no asalariados. Dentro de los primeros, dos de cada tres estaban protegidos y el resto trabajaba en condiciones precarias. De otro modo, la mitad de los ocupados eran asalariados protegidos y el resto, de un modo u otro, no.

El cuadro adjunto muestra que el empleo asalariado registrado sólo tuvo dinamismo en los primeros años posteriores a la salida de la crisis de 2001, con un incremento mínimo durante el gobierno de Cambiemos.

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Cambios en los ocupados con la pandemia

 

Esto cambió significativamente en 2020 con la pandemia. Los asalariados protegidos casi no vieron afectados sus puestos de trabajo, aunque sí perdieron capacidad de compra de sus ingresos.

Pero el resto fue quien soportó el mayor impacto de la debacle producida por el cierre de actividades, prolongado durante demasiado tiempo para poder ser sostenido por los afectados. En el segundo trimestre de los 20 millones de puestos se perdieron casi cuatro. En la segunda mitad del año se recuperó algo, pero el balance anual es igualmente de fuerte sesgo negativo.

Es cierto que hubo ayudas estatales: a una parte de los trabajadores “en blanco” se les cubrió parte de sus sueldos con aporte oficial. Pero a los centenares de miles de asalariados “en negro” y no asalariados la ayuda, cuando llegó, fue de tres pagos de 10000 a lo largo de todo el año.

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Ese es el meollo del impacto socio-laboral de 2020 que ocurre en un contexto previo desfavorable por la pérdida de capacidad de compra, aunque no porque antes hubiera caído el empleo (salvo los trabajadores de la industria).

Hacia fines de 2020, la apertura de gran parte de las actividades (el comercio, el turismo y varias otras) siguieron padeciendo la crisis económica y de empleo.

Pero la morosidad en la protección sanitaria (carencia de vacunas) en el marco de una segunda ola que parece haber llegado con más intensidad de la esperada, incluyendo la falta de transparencia en la aplicación de las (escasas) vacunas llegadas, muy lejos de los millones prometidos incluso de las compradas y pagadas por el gobierno obligan a nuevas e intensas restricciones reavivando debates del año último.

 

¿Por donde salir?

 

Lo cierto es que los millones de puestos de trabajo perdidos no va a ser sencillo que vuelvan a ser ocupados simplemente porque los casi diez puntos de pérdida del PBI del año pasado no se podrán remontar de manera fácil ni inmediata.

Si recordamos que tenemos un estado quebrado, cuya reorganización y ajuste (palabra maldita) intentó el Ministro Martín Guzmán pero fue y sigue siendo sometido a fuerte fuego amigo, tampoco podemos imaginar que pueda haber condiciones de generar paliativos efectivos. Y, si se lo logra, podría llegar a descalabrar el delgado equilibrio fiscal propuesto en el presupuesto.

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No hay dudas que este laberinto requiere decisiones políticas al más alto nivel. Acordar entre diferentes es la clave.

Por el contrario, querer imponer soluciones (además, conocidas por ser infructuosas) produciría mayor división y confrontación y nos puede acercar a complicaciones no deseadas en materia cambiaria e inflacionaria.

Los trabajadores y los empleadores son no sólo diferentes entre sí sino internamente. De esas diferencias también hay que dar cuenta para encontrar el camino sabiendo que no se trata de un lecho de rosas. De eso se trata la sociedad moderna: dialogar buscando puntos en común desde posturas e intereses contradictorios. ¿Sabremos transitar ese sendero?

* Director del CEPED/UBA