ECONOMIA

Un país que depende siempre de la lluvia

Aunque las precipitaciones de principios de año aliviaron el panorama, se prevé perdidas de entre 12 mil y 15 mil millones de dólares en los ingresos por exportaciones. Un análisis de los últimos 70 años indica que los eventos climáticos conocidos como La Niña afectaron fuertemente a la economía y perjudicaron a los gobiernos de turnos, como fue el caso de Fernando de la Rúa en 2001, Cristina Kirchner en 2009 y Mauricio Macri en 2019. ¿Qué puede pasar en las elecciones de octubre?

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Catástrofe. Los productores rurales de vastas zonas del país están siendo muy perjudicados por el tercer año consecutivo de sequía. | cedoc

El clima es determinante en la actividad económica de la Argentina. Los años de sequía tienen una fuerte incidencia, por ejemplo, en el menor ingreso de divisas por exportaciones de los complejos sojero, maicero y triguero, pero también en los precios locales de la carne y de otros alimentos, en la recaudación tributaria y en los vaivenes cambiarios. Es que nuestro país sigue siendo altamente dependiente del campo. Es por eso que, frecuentemente, cuando la sequía se extiende, la falta de lluvias tiene consecuencias políticas, en especial cuando ocurren en años electorales.

Por ejemplo, el presidente radical Fernando de la Rúa pasó todo su gobierno —reducido a dos años por su renuncia a fines de 2001— bajo el efecto del fenómeno climático conocido como La Niña, que implica falta de lluvias y sequía, el peor fantasma de los productores rurales porque no se puede sembrar, los cultivos no crecen, no hay formación de granos y otras catástrofes. Pero, también la crisis económica y política de 1989, que derivó en la renuncia anticipada del radical Raúl Alfonsín y la asunción del peronista Carlos Menem, estuvo precedido por La Niña. Más acá en el tiempo, la sequía de 2018 le cambió el rumbo al gobierno de Mauricio Macri.

¿Qué pasará ahora que estamos transitando el tercer año de sequía?

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Las lluvias de enero y febrero trajeron alivios en algunas zonas, pero no alcanzaron a todo el país ni a todos los cultivos. Los últimos cálculos de la Bolsa de Comercio de Rosario prevén una merma en el ingreso de divisas por menor cantidad de exportaciones de entre 12 y 15 mil millones de dólares.

De esta manera, la Argentina tendrá una campaña similar a la de 2017/18, cuando comenzó el declive económico que llevó a Macri a perder las elecciones de 2019. También es una caída de producción similar a la que el país tuvo en 2008/09 cuando, estando Cristina Fernández en el poder, el oficialismo perdió las elecciones de mitad de mandato.

Para entender esta dependencia entre sequía y política vale la pena considerar que, tomando la serie desde la campaña agrícola de 1952/53, las últimas 70 campañas nos dejaron como resultado 26 años donde primaron los eventos conocidos como El Niño —lluvias mayores a las normales, pero sin consecuencias prácticas—, 24 años en los cuales hubo sequía —La Niña—y 20 años neutrales, con lluvias normales.

En términos muy generales, “La Niña” es un enfriamiento de las aguas del Océano Pacífico Central que genera una circulación de la atmósfera que es netamente negativa en la distribución de humedad sobre nuestro país.

Así, toda la porción central y este de Argentina se ve perjudicada en el ingreso de humedad sobre la región por lo que estos eventos se asocian a sequías sobre el sudeste de Sudamérica (incluyendo zonas de Paraguay, Uruguay y el sudeste de Brasil).

Además, al dar lugar a un ambiente más seco, también es más vulnerable a la variabilidad térmica por lo que se potencian las olas de calor durante el verano y aumenta la frecuencia de heladas en el invierno, sumándole el mayor riesgo de tener heladas tempranas y tardías, que, combinadas con la sequía, se transforman en golpes letales para la producción agropecuaria.

En contraposición, “El Niño” es un calentamiento en el Pacífico Central que genera una circulación y distribución de humedad que promueve la situación inversa a La Niña, potenciando los niveles de lluvia sobre la región productiva agropecuaria de nuestro país.

Resulta interesante observar que los eventos de sequía más fuertes y continuados dejaron secuelas muy negativas para la economía ya que fueron la antesala de la crisis de los años 1976, 1989, 2001, 2008, 2018. En la actualidad atravesamos tres eventos La Niña seguidos.

En aquellos años, las sequías trajeron cambios políticos y crisis económicas que dejaron al país y a la sociedad con heridas muy profundas.

Si miramos desde 2011 a la fecha, observamos que en los últimos 13 años tuvimos 7 eventos La Niña, 3 eventos neutros y 3 eventos El Niño.

Volver a crecer. Recordemos que no crecemos desde 2011. Dado que salir de los años de sequía nos lleva, por lo general, más de un año, podríamos proyectar que estamos condenados a no crecer en 2023. Además, un año neutro o con lluvias mayores en la próxima campaña no nos asegurará un crecimiento inmediato ya que, primero, el campo tendrá que recuperar el terreno perdido, con lo cual, si todo marcha bien, recién en la campaña 2024/25 estaríamos en condiciones de volver a crecer.

Si miramos la evolución desde 1970 a la fecha, podemos ver que, con el retorno a la democracia, Alfonsín fue, en general, beneficiado por el clima, aunque hizo su gestión económica no resultó acertada para los problemas de aquel momento. Menem estuvo impactado por años neutros y de sequía, pero tuvo años de crecimiento económico, que coincidieron con un clima más apropiado para el campo.

La antesala de la gran crisis del 2001 estuvo plagada de años de sequía y eso ayudó a generar una de las crisis políticas y económicas más importantes en la historia de Argentina. Fernando De La Rúa no supo lo que era el buen tiempo y tuvo que abandonar el cargo justo en la mitad de su mandato.

Si miramos más atrás en el tiempo, entre 1950 y 1970 tuvimos solo 5 eventos del tipo La Niña; es decir que el clima fue muy favorable, aunque los números indican que el país no supo aprovechar ese telón de fondo.

Sobre 25 eventos La Niña, 7 se dieron en los últimos 13 años. Los mayores impactos de la sequía se notaron en 2018 bajo la presidencia de Macri y ahora, en los 3 años consecutivos de sequía que estamos viviendo.

Evidentemente hay una correlación entre el clima, la economía y la política. Habrá que ver si se repite en 2023.

Un problema adicional es que la salida a esta crisis será muy lenta, según indica la serie histórica. Podemos calcular que llevará, como mínimo, dos años, siempre y cuando la sequía no se repita.

Conclusión. La Argentina es dependiente de las exportaciones agropecuarias, que le aseguran un flujo de dólares que le permite contar con las importaciones que necesita, ingresos fiscales importantes a través de los derechos de exportación y otros impuestos, y un crecimiento de la actividad económica en general. Esta correlación de clima y evolución del PBI deja a las claras que, con buen clima, los gobiernos tienen más chances de ser exitosos y con mal clima, como el caso de De la Rúa, las perspectivas son otras.

Por otro lado, los años de sequía dejan al mercado muy frágil en materia financiera y económica, con lo cual la recuperación podría darse en dos campañas: no hay una salida inmediata de la crisis.

Si, como se ve, el clima es tan importante no solo para el campo sino para toda la economía, los gobiernos tal vez deberían atender el reclamo de los productores de un seguro climático, que no solo serviría para sustraer la producción agropecuaria de los cambios en el clima, siempre imprevisibles, sino que también sería un paraguas para toda la economía y hasta para la marcha de los gobiernos, que tanto dependen de la locomotora del campo.

*Titular de la consultora Salvador Di Stéfano y Asociados y Bachiller Universitario en Ciencias de la Atmósfera (UBA)