Hay una parte del resultado electoral que, según la intención o la visión, puede leerse de dos maneras: una es que Macri acaba de demostrar que no es distinto a sus predecesores más o menos recientes: sólo en el año 2001 las primeras elecciones de medio termino no favorecieron al oficialismo de turno, según lo reveló un estudio de la Universidad Austral que revisó los resultados en las legislativas desde la vuelta a la democracia en 1983 hasta hoy. Claro que no tener la suerte electoral de Fernando de la Rúa no parece ser algo como para inflar el pecho, aunque en algún momento no tan lejano en el tiempo, pero en la sensación casi a la infinita distancia del olvido, hubo quienes buscaron agitar ese fantasma con la intención de crear un paralelismo de débil gobernabilidad.
Otra mirada a partir del mismo elemento podría decir que con su triunfo, Macri se pone a la altura de Alfonsín, Menem o Kirchner: ganar ésta elección de medio termino era para él y sus aspiraciones de continuidad tan vital como para esos ex presidentes que consolidaron su poder a partir de los comicios del 85, 91 y 2005, respectivamente.
Pero además, el mismo relevamiento de la universidad mencionado , que salteó las ocasiones en que la elección legislativa coincidió con las presidenciales y otros cargos ejecutivos por considerar con lógica que “contaminan” ese voto parlamentario puro, destaca otro elemento que, además del inmensurable valor político de la victoria en sí, le aporta a Macri un sustento mucho mayor a esa reafirmación en el poder, un hecho histórico. En 9 elecciones a nivel nacional para diputados (entre 1983 y 2013) y 4 para senadores (entre 2001 y 2013, ya que antes de 2001 los senadores se elegían en forma indirecta), siempre fue el peronismo quien ganó a nivel nacional, ya sea estando en el gobierno o cuando fue oposición. Hasta hoy.
Seguramente quienes desde hace un tiempo ven rasgos de peronismo en el estilo del Presidente, se apoyarán en esa estadística para reafirmarlo. De lo que Macri haga con ese poder concentrado de aquí en más, de cómo pueda o elija manejar sus tentaciones y capacidades, dependerá a cuál de esos presidentes a los que acaba de igualar terminará pareciéndose.