Gana Duran Barba. En esta elección, como hace dos años, hubo una campaña sin paraísos prometidos como propuesta por delante sino infiernos conocidos si el triunfo fuera ajeno. De uno y otro lado.
A todos los diluvios que se podrían desencadenar con un triunfo de Macri, y que de aquí en más no tendrían freno con una confianza renovada en la elección de medio término; se contraponía el fantasma amenazante de un camino de regreso al pasado que nos llevaría directo a Venezuela, si los votos le sonreían a Cristina.
Y a nivel país parece claro que, más allá de que sean o no dos escenarios posibles a futuro, para el grueso de los votantes el ajuste tan temido espanta menos que Maduro o las imágenes que hoy devuelve Santa Cruz.
Al oficialismo le queda no relajarse ni abusar de ese dato. Quizás haya obtenido más un voto de tolerancia que de confianza. Debe consolidar esta primera realidad sumándole señales más consistentes en la economía antes de octubre.
Tendrá enfrente una oposición en dispersión y reacomodamiento. Y no serán meses fáciles para unos ni para otros.