Lo bucólico del paisaje y lo imponente que es a primera vista el casco de esta estancia centenaria de la provincia de Buenos Aires, alcanzan para entender porque varios famosos eligieron Villa María para celebrar su casamiento. También porque Adrián Suar la usó de escenario de su exitosa telenovela Los ricos no piden permiso; e incluso se rodó por completo una película que, casualmente, se llama Mi primera boda.
La estancia Villa María, ubicada a una hora del centro porteño, en las producciones de ficción fue escenario de enredos familiares o también , como en el caso de Los ricos no piden permiso, una muerte inesperada, desata intrigas, celos y pujas entre los protagonistas. Pero, como ocurre a veces en propiedades con historia, el devenir de sus sucesivos habitantes, por ejemplo, podría convertirse sin duda alguna, en argumento para una ficción en cualquier de los formatos disponibles, incluso ser una película. Y si se le suma alguna leyenda forzada de fantasmas o de hechos sobrenaturales, el atractivo adquiere otra dimensión.
Por ahora en Villa María, espectros y fantasmas no están en el anecdotario de esta estancia de estilo Tudor-Normando que Celedonio Pereda le encargó diseñar y construir a Alejandro Bustillo en 1919, y que estrenó casi ocho años después. Ese fue el up grade edilicio que aportó Celedonio, para hacer de esa nueva construcción, la imponente casa principal, y dejar de usar la que había edificado a fin de siglo XIX, Vicente Pereda, fundador de esta magnífica propiedad bonaerense.
Así como no hay situaciones sobrenaturales tampoco manantial de la vida eterna como sucedía en Los ricos no piden permiso. Sí hay una situación de beligerancia que ubica a una argentina y a un empresario extranjero, ante una posible instancia judicial con Villa María como protagonista central.
La estancia Villa María fue de la familia Pereda hasta que éstos la vendieron a una argentina –de familia muy tradicional–, casada con un empresario norteamericano. Al quedar ella como única dueña, Guy Merison, un financista británico con base en Estados Unidos –que suele ser patrón de equipos de polo también– ofertó por la propiedad en su conjunto, con el proyecto de construir también un barrio privado que , en 2010, se lo publicitó como el primer real estate world class del Argentina. El nexo más directo de Merison con Argentina es la afición que éste siente por el polo. De un discreto handicap, este financista suele participar de torneos en equipos donde casi siempre hay un polista argentino. Incluso ya había hecho un acuerdo con la dueña de la estancia, Merison armó un equipo de polo al que llamó Estancia Villa María, para jugar un torneo en las afueras de Nueva York.
Ese es un detalle que se suma a la historia que la estancia ya tenía per se. También Merison agregó otros atractivos adicionales como, por ejemplo, la adaptación de la mansión principal en hotel, áreas para la practica del golf, del polo, y por supuesto, como espacio para eventos de todo tipo, y como locación para producciones audiovisuales.
Pero mientras todo eso comenzó a funcionar, y nuevas propiedades crecieron en parte del trazado del publicitado primer real estate world class argentino, el acuerdo entre Guy Merison y la dueña de Villa María, no se cumplió como se preveía. Esto tensó una relación que se inició cordial, y que hoy está próxima a convertirse en un juicio con condimentos por demás, para transformarse en el argumento para una serie internacional. Una que podría reformular el de la mencionada telenovela de Pol-ka así, “Los ricos no se piden permiso”.