Corría abril del año 1936 cuando las costureras de la casa Gratry Sudamericana, una empresa de capital belga dedicada a la industria textil, simpatizantes de la organización anarquista FORA, habían presentado un petitorio en reclamo de mejorar las pésimas condiciones laborales y, por supuesto, los salarios. Como no tuvieron respuesta decidieron decretar la huelga. Para evitar que la fábrica tomara “crumiros” (como se llamaba a quienes rompían los paros) resolvieron también hacer piquetes y movilizaciones con la solidaridad de los vecinos por las avenidas Sáenz y Roca.
Según Julio Liberman, uno de los fundadores del sindicato del Vestido, Gratry funcionaba en dos galpones que abarcaban sendas manzanas entre la avenida Roca y el Riachuelo en Nueva Pompeya. La empresa tenía en uno de sus accesos un amplio jardín al cuidado de siete jardineros y a los costados una hilera de casas colectivas que cubrían las necesidades –es un decir– de la mayoría de las 450 obreras que constituían su plantel. La producción era de primer nivel y satisfacía las necesidades de las clases altas y en mantelería a los exclusivos hoteles Plaza y Alvear.
Las manifestaciones eran diarias, hasta que los dueños de la empresa pidieron el concurso de la policía para resolver el conflicto. Un escuadrón de la Montada (los famosos “cosacos” como se los llamaba) cargó contra las “piqueteras”. Estas se refugiaron en los corredores de las casas colectivas pero hasta allí llegaron las fuerzas policiales y las rodearon. Decenas fueron enviadas a la comisaría.
El titular de la seccional 32 dispuso el encarcelamiento de las obreras en la sede de la dependencia, en la calle Caseros. Se les aplicó el edicto policial que sancionaba escándalos en la vía pública. Su libertad estaba condicionada al pago de una fuerte fianza. Era una suma inalcanzable para las escasas posibilidades de una familia obrera y de las incipientes entidades sindicales de ese entonces.
Es allí como toma protagonismo la figura de un anarquista conocido con el apodo de Isusi, cuyo nombre verdadero era Francisco Mouzo. Era poeta a la par que letrista de tangos para grandes músicos, como Osvaldo Pugliese. Una vida de noctámbulo donde la bohemia la compartía con su silenciosa militancia. Entre los hombres del espectáculo que había tratado estaba Agustín Magaldi.
Isusi esperó a la salida de Radio Splendid al cantor que hacía poco había dejado el famoso dúo Magaldi-Noda para actuar como solista. Había tratado en algunas oportunidades a Magaldi pero no tenía mucha confianza con él. Al acercarse le comentó que lo necesitaba para un festival. Su agente artístico se interpuso y comentó que tenía continuos compromisos e iniciaron la retirada. Pero Isusi alcanzó a decirle lo de las costureras presas y Magaldi volvió sobre sus pasos y aseguró su presencia para el festival solidario por la libertad de “las hermanas presas”.
De esa manera, ese fin de semana, en el cine Pompeya, Magaldi inició su presentación con su canción emblemática, la escrita por el periodista, dirigente gremial y dramaturgo Manuel Ferradás Campos. Se trataba de Nieve (No cantes, hermano, no cantes/ que Moscú está lleno de nieve / y los lobos aúllan de hambre…). Luego siguió con éxitos como el Penado 14 y La muchacha del circo para culminar con el tango de Marambio Catan y Horacio Petorosi, Acquaforte (“Un viejo verde que gasta su dinero/ emborrachando a Lulú con su champagne/hoy le negó el aumento a un pobre obrero/ que le pidió un poco más de pan..”). La gente aplaudió a rabiar pues entendía el simbolismo. Al día siguiente, con las improvisadas tesoreras –las encargadas de recoger la recaudación– fueron a pagar la fianza. Una manifestación en la que se distinguían las banderas rojinegras de los anarquistas y las rojas de los comunistas acompañó a las mujeres liberadas por las avenidas Roca y Sáenz.
*Periodistas e historiadores. Vittorio Petri colaboró en los informes e investigación documental.