Bluff 1. El ex ministro de Economía es la voz cantante del cristinismo. Es quien está mejor ubicado para ridiculizar la política económica de Macri, al tiempo que es ajeno –por participación, omisión o complicidad– a las denuncias de corrupción del personal gubernamental kirchnerista. Siempre responde que no cree en este festival de denuncias y que, si fueran ciertas, este gobierno, desde el Presidente a sus allegados y familiares, sería parte del mismo sistema denunciado por fiscales y jueces oportunistas.
Kicillof es inteligente. Sus diagnósticos no parecen desacertados. Tiene una visión totalmente crítica del modo en que el gobierno de Macri pretende insertarse en el mercado mundial, y sostiene que lo acontecido en Brasil con el Lava Jato, como lo que parece generarse en nuestro país con casos como el de los cuadernos de Centeno, puede ser una maniobra de los capitales norteamericanos para apropiarse de los negocios que con anterioridad estaban en manos de los locales.
¿Quién puede negarlo? ¿Quién puede comprobarlo? ¿Cómo desestimar de antemano una teoría conspirativa en el mundo de hoy? Funciona. Siempre funciona.
Axel Kicillof: "La gente se está cagando de hambre masivamente"
Kicillof, el economista que sostenía que en nuestro país la inflación era de 15% y los aumentos de salario del 30%, refrendado por sus colegas funcionarios que podían confirmar que había menos pobres en Argentina que en Alemania; que cada vez que viajaba al Club de París o a negociar con los buitres quedaba en la nada o en un arreglo financiero cada vez más oneroso para el país; el político que ahora manifiesta su temor de que empresas argentinas no participen de proyectos de inversión generados por el Estado nacional, cuando se sentaba frente a esos mismos empresarios hoy en desgracia y les decía que eran unos “piratas”; Kicillof, estimo, no es un mal periodista de economía, pero si un día vuelve a conducir las riendas de un ministerio clave, o a representarnos en un puesto de peso en la función pública, preferiría que no ocupara ese lugar un analista tan fino de este espantoso mundo que él gusta condenar.
Hoy en el Bernabeu, allá, en Madrid, habrá circo. Aquí, ni pan, ni flan.
Kicillof se explaya ante periodistas como María O’Donnell o Ernesto Tenembaum, por lo general incómodos cuando los aprietan por izquierda: quién mejor que Kicillof para manejos extorsivos y frases rimbombantes dichas a las apuradas para quedarse con la cereza de la torta.
El ex ministro dice que Macri va a contracorriente del mundo. Abre la economía cuando los países del Primer Mundo la cierran. Doble sofistiquería. Basta ir a cualquier supermercado y compararlo con cualquiera de las grandes tiendas de Uruguay, Brasil y Chile –que tampoco son Hong Kong– para comprobar hasta qué punto seguimos viviendo con lo nuestro.
Por otra parte, si Macri debería hacer lo que se hace en el resto del mundo, entonces debería bajar los impuestos de las corporaciones como lo hizo Trump, que redujo el impuesto a las ganancias del 35 al 21% para atraer inversiones, y lo que hacen los chinos, que pagan sueldos de subsistencia y aplican métodos de trabajo sin hora para el almuerzo.
¿Quiere que Macri haga lo que se hace en el mundo? ¿Que vote leyes para legalizar el trabajo precarizado, que ponga una barrera en las fronteras y que eche al medio millón de inmigrantes latinoamericanos que llegaron desde 2016 al Río de la Plata?
Kicillof debió viajar cada semana para que el juez Griesa no fallara en contra nuestra debido a que la reestructuración de la deuda autorizaba a que, en caso de conflicto, el litigio debía dirimirse en los juzgados de los EE.UU., ¿quién firmó esa reestructuración?
Kicillof, que con Guillermo Moreno llevó una vaca a Angola junto con la mafia de La Salada y la presidenta eufórica que bailaba la conga entre sus amigos de la democracia angolesa, él, ahora, ¿nos da lecciones de cómo relacionarse con el mundo?
Bluff 2. Este asunto del protocolo para la inseguridad es de vendedor de ilusiones, de la política del tero. Lo que sucedió en vísperas del partido River-Boca recorrió el mundo. Tanto o más que el G20. En realidad más, porque dura largos días. Hoy, cientos de millones de personas en todo el planeta, sí, en todo el planeta, no solo verán un partido de fútbol, sino el último capítulo de una saga de un país como la Argentina, del cual pocas referencias se tiene, donde por un deporte y por una competencia entre dos equipos archienemigos se mata, se roba; donde los aficionados visitantes tienen vedada la presencia por temor a lo peor, ¡y que cuando se produce un hecho de violencia extrema donde corre peligro hasta la vida de jugadores no se detiene a nadie!
El presidente de la Conmebol dijo que, lamentablemente, hasta que en nuestro país no se resuelva el problema de las dirigencias y el de las fuerzas de seguridad, no ve la posibilidad de organizar certámenes internacionales en nuestro medio.
O sea, todo o nada. Con Angelici, Tapia, Moyano, el sospechado Ríver, nada. Con la maldita policía, la interna de seguridad, los servicios, la connivencia policía- barras… nuevamente nada.
Frente a este escenario, el Gobierno, que perdió la credibilidad en sus dichos, y hasta en sus hechos, no puede ocultar que no controla a quienes debe controlar, que no puede impedir que en la foto en la que aparece el único detenido y luego liberado sospechado de atacar el micro de los jugadores de Boca se lo vea rodeado de policías mientras se dispone a apedrear, que no pudo evitar las declaraciones encontradas entre la Policía Federal, la Metropolitana y la Gendarmería, entre Larreta y Macri, que provoca la renuncia del secretario de Seguridad de la Ciudad de Buenos Aires –mal menor, costo barato–, nos ofrece este espectáculo de un nuevo protocolo que permite a la policía el uso de armas de fuego sin aviso previo, porque el narcotráfico está en nuestras narices.
Y no conformes con esta –disculpen– payasada, nos entregan como yapa un acto vivo en el que se enfrentan, como si fuera una nueva guerra de vedettes, Elisa Carrió y Patricia Bullrich a los codazos por salir primeras en escena.
Hoy en el Bernabeu, allá, en Madrid, habrá circo. Aquí, ni pan, ni flan.
*Filósofo. profesor emérito de la UBA.