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investigacion de la universidad de belgrano

La inequidad entre ricos y pobres se refleja en los resultados escolares

El estudio se basa en el Operativo Aprender, y muestra que hay datos con variaciones significativas entre algunas provincias y la ciudad de Buenos Aires. También entre escuelas privadas y públicas.

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Diferencias. Las escuelas públicas en el interior del país cumplen con un importante rol de inclusión, al que hay que sumar calidad. En Buenos Aires los resultados escolares presentan mejores números. | Cedoc

La escuela primaria brinda una radiografía de un mal que es de toda la sociedad. Una sociedad desigual –cada vez más desigual, según las investigaciones tanto del Indec como de la UCA– se reproduce en la escuela. Los niños de hogares con mayor poder adquisitivo tienen mejores resultados en las pruebas que los de hogares más humildes. La escuela y la sociedad, o sea los padres, los educadores, las autoridades políticas, parecen avanzar casi naturalmente en este sentido: aquella frase criticadísima del presidente Mauricio Macri acerca de niños que “caen” en la escuela pública y que no reciben una educación adecuada parece tener una corroboración en los datos (situación que, tal como se ve en las notas que acompañan a este cuerpo central, merece otras interpretaciones posibles). Pero lo cierto es que hay resultados que merecen analizarse, tenerse en cuenta. Las diferencias entre chicos ricos y pobres a la hora de transitar la experiencia educativa están en los resultados y deben entrar en la agenda. Algo que no llegó aún a la discusión preelectoral.

Hay una palabra clave con la que coincidirán todos los consultados por PERFIL, a partir del último informe del Centro de Estudios de la Educación Argentina (CEA) de la Universidad de Belgrano sobre los resultados del Operativo Aprender 2018. La palabra es “inequidad”. Los datos son taxativos y parecerían llevar directamente a tal conclusión, con 600 mil alumnos evaluados de sexto grado de escuela primaria. “Según la media nacional, solo el 15% de los alumnos de nivel socioeconómico alto que concurren a escuelas de gestión privada obtuvo en matemática un desempeño básico o por debajo del básico. Mientras tanto, el 57% de los alumnos pertenecientes a familias de nivel socioeconómico bajo que concurren a escuelas de gestión estatal logró esos rendimientos no satisfactorios”, subraya Alieto Guadagni, director del CEA.

Triple inequidad. Para el especialista de la Universidad de Belgrano, los últimos responden a una situación evidente desde el punto de vista científico. “Ya sabíamos que la calidad educativa en la República Argentina es muy baja. No solo cuando se compara con Europa o Asia, sino cuando se compara precisamente con otros países de América Latina. La novedad es que hay tres desigualdades. La primera es entre el sistema público y el sistema privado. La segunda es por el nivel socioeconómico de las familias, y la tercera es por provincias. Lo cual nos brinda un panorama sin dudas complejo”.

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El dato del cambio de rendimiento entre la escuela pública y la privada es una novedad de la sociedad argentina. Hasta hace unos veinte años, los mejores resultados estaban en la educación pública argentina. Y aún hoy, la escuela pública, en más de un lugar, ocupa un rol de inclusión y contención social innegable. Hay experiencias, no solo en la CABA, que corroboran esto. Pero la irrupción de una escuela privada con mejores resultados es, desde el punto de vista histórico, un dato del siglo XXI. Guadagni sostiene que “en la Argentina, desde la Ley 1.420 de 1884, la matrícula estatal creció año a año. Pero eso cambió radicalmente a partir de 2003. Desde ese año, hasta la última información que tenemos, que es de 2017, la matrícula privada crece. Y hay 236 mil niños menos en las escuelas públicas en el año relevado que el 2003. Este es un fenómeno nuevo: el alejamiento de muchos sectores de la escuela pública. Esos sectores migran hacia la escuela privada”.

Para Rodrigo Miguel, autor de El poder de la educación, los datos de la investigación “revelan un problema típico no solo de la Argentina, sino de muchos países de la región. Si uno observa la incidencia de la educación privada en otros países, se encuentra con datos interesantes. Si vos lo analizás, ves una incidencia muy grande que tiene la educación pública en los países ricos y desarrollados con países de Latinoamérica. El caso más extremo es el de Finlandia, donde en los años 70 tomaron la decisión de eliminar la educación privada. Tomaron una decisión extrema que les resultó”.

No solo en Finlandia se inició ese proceso de cambio, en el que se priorizó la escuela pública. “El país nórdico es uno de los mejores en niveles de desarrollo humano, pese a los límites geográficos con los que contaban. Suiza y Holanda tienen una incidencia de la educación privada de menos del 1%. Japón y Estados Unidos no llegan al 2%. Francia, un 2,3%. Alemania no llega al 5%. Italia no llega al 6%. La realidad es que la educación privada es una anécdota, algo reservado para un grupo, por lo general muy rico y seguramente excepcional. No pasa lo mismo en América Latina, donde tenés por ejemplo a Brasil, con un 16%, a México con más del 25%, a Perú con más de un 27%, y a Argentina con más del 33%. Es decir que uno de cada tres argentinos opta por pagar por la educación. Cabe preguntarse por qué pagamos por algo que es gratis”.

Educación privada o privados de educación. Sin embargo, los resultados de la escuela privada argentina son superiores a los de la pública, al menos con los criterios del Operativo Aprender. Y esto sucede en todos los niveles sociales. “Cuando se hace la evaluación por nivel socioeconómico –explica Guadagni–, el nivel del conocimiento en las escuelas privadas es más alto que en las públicas. La evaluación que hicimos reúne dos cosas: por un lado, el nivel escolar, pero también la situación económica de las familias. Los de nivel socioeconómico bajo que van a una escuela pública saben menos que los de nivel socioeconómico bajo que van a una escuela privada”. Y señala un ejemplo: “Tomemos, por ejemplo, el nivel socioeconómico bajo: el nivel de ignorancia en la escuela estatal es del 57%. En cambio, en la escuela privada es del 51%. Cuando se toma el nivel de ignorancia en el nivel socioeconómico alto, en la estatal baja a 33%, pero en las privadas baja al 15%. Una desigualdad que se hace más profunda en las provincias.

Aquí, la cuestión se complejiza. Y datos como los de inversión pública en educación y dónde se aplican tales inversiones comienzan a ser relevantes, siguiendo el criterio de los investigadores. “Hay extremos complejos de explicar –dice Guadagni–: en las escuelas privadas de la CABA, el nivel de ignorancia es del 15%. Mientras que en las escuelas estatales de Catamarca, el nivel de ignorancia llega al 62%. Los números son grandes, pero la esencia de todo está en la desigualdad”.

Soluciones. Para Rodrigo Miguel, “la educación pública en Argentina es muy ineficiente. El sistema educativo del país no contribuye a la solución de los problemas vinculados a la pobreza. Tenemos un sistema conversador, que no brinda igualdad de oportunidades. Defender la igualdad de oportunidades es garantizar que todos tengamos el mismo punto de partida. Que todos puedan salir a la cancha del mismo lugar, que todos podamos desarrollarnos según los talentos de cada uno, sería el verdadero progresismo. Pero en Argentina tenemos un sistema conservador. Tu posibilidad de llegar depende de la situación económica de tus padres”.

Para el director de CEA, la base está en “cumplir la ley. Las leyes están. Empezando por la ley del horario extendido en las escuelas. Se dictó en 2005. Establecía un horizonte en el que el 30% de los alumnos debería tener una jornada escolar extendida. Hoy tenemos un 14%. En el conurbano bonaerense, ese número no debe pasar del 6%. Segundo incumplimiento de la ley, también sancionada por Néstor Kirchner: se fijó el calendario en 180 días de clase. En caso de incumplimiento, se deberán compensar los días no cumplidos. Nunca se llevó a cabo. Y además, la sociedad tampoco tiene una demanda muy grande en este sentido. Cuando un gobernador quiso adelantar las clases por este incumplimiento, le juntaron en pocas horas casi 50 mil firmas –muchas de clase alta– para interrumpir la medida. El principal argumento que pusieron es que se tenían que ir a Miami o a Punta del Este de vacaciones. Uno puede discutir la oportunidad, pero la demanda en favor de la educación no parece ser prioridad. Lo mismo sucede con los resultados de la investigación que presentamos. ¿Usted vio alguna legislatura provincial que se haya reunido en plenario para saber cuál es la situación real de su provincia? Y tampoco hubo pedido de explicaciones cuando se publicó por municipio”.

Nuevamente aparece el tema de otras respuestas, de otras soluciones, del camino de otros países, que parece ser diferente al argentino. “No es preciso mirar qué pasa en Canadá o en Finlandia; cuando se mira a Brasil, se ve que resultados como los presentados llevan a discusiones a todos los niveles. Incluso el barrial. Se discute por qué una escuela mejora y por qué otra empeora. El Operativo Aprender no es solo una radiografía. Es un diagnóstico que permite elegir un tratamiento posible para un mal. El diagnóstico es lo que permite abrirse a una terapia”.

Agenda política. Guadagni dice que “esta desigualdad no solo está en la escuela primaria. Cuando se miran las cifras de la escuela secundaria, el panorama es el de la desigualdad. Si bien es cierto que en nuestro país un 40% de los alumnos terminan la escuela, también el dato es falso porque, desagregado el dato, vemos que entre los alumnos de la escuela pública terminan 28 de cada 100, mientras que en la escuela privada terminan unos 70 de cada 100. Usted también tendría una escuela secundaria que reproduce en la universidad. Y así es como en la UBA también la mayoría de los alumnos llegan de la educación privada”.

“En Argentina –explica Rodrigo Miguel–, no debemos olvidar que casi un tercio de la población está debajo de la línea de la pobreza. Y entre ellos, casi el 50% de los niños se encuentran en ese nivel social. Esos niños van a colegios públicos. Y eso genera un problema que se reproducirá por generaciones. Una educación mejor es para aquellos que la pueden pagar. Eso genera dos efectos negativos: por un lado, un sistema intrínsecamente injusto, que se refleja en todos los aspectos de la sociedad. Por ejemplo, no se tolera al que le va bien. Lo que crea no es admiración, sino resentimiento, algo que es la base de muchos otros problemas, vinculados a la marginación. Pero además, el país se está perdiendo muchos talentos. Hay muchos argentinos que no sabemos cuán talentosos son porque no les damos la oportunidad. Nunca pudieron salir a competir. Esto es malísimo para el país”.

Miguel también formula algunas ideas de cómo se da en el día a día la diferencia entre la escuela pública y la privada. ¿Qué sucede en ambas que genera una diferencia mayor? “La escuela privada tiene muchísimo por mejorar. Pero lo que sucede es que queda bien en la comparación debido al abandono de la escuela pública. Pero la educación debe mejorarse en todos los sentidos. El objetivo de una educación de excelencia para toda la población debe ser el resultado de un consenso nacional. No hay argumentos razonables. Se necesita una mayor demanda social en este sentido. Si miramos las encuestas, la educación aparece como mejor rankeada en un 5º lugar. No más arriba”.

Guadagni agrega que “lo primero que debemos saber es dónde estamos parados. Sin diagnóstico, sin radiografía, no sabemos hacia dónde ir. Estamos es una situación de gravedad, comparada incluso con América Latina. Por no hablar de Canadá. La situación es dramática. Hacia la década del 90, los niveles de educación de los alumnos en la Argentina eran de los más altos de la región. El de Argentina era el más alto de América Latina. Ahora estamos novenos”.

Objeciones. Estudios como el de las conclusiones sobre el Operativo Aprender tienen algunas objeciones. No solo por parte de la representación sindical, sino de otras miradas sobre la educación. Lo cierto es que la escuela pública, en los últimos años, hizo un trabajo de inclusión. Hay niños que antes no podían llegar a las aulas y que empezaron a estar en ellas. Y, tal como puede observarse en las notas que acompañan este artículo, aún ese objetivo sarmientino de igualdad a veces se cumple. También es real que cambiar drásticamente la tendencia y hacer un cambio en favor de la educación pública implicaría una transformación que no se puede hacer de un día para el otro. Lo cierto es que hace unos años, en hogares de clase media, el camino lógico era que los hijos fuesen a la escuela pública. Y hoy, aun en las clases medias vulnerables, no parece ser la primera opción de las familias. Un tema sobre el que es urgente reflexionar.

Las escuelas tienen problemas similares en todo el continente

La pregunta por el sentido –por los sentidos– define el hacer de los filósofos. La pregunta del sentido de educar y de cómo educar puede reformularse a partir de conclusiones como las que resultan de la investigación que presentamos. Hecho el diagnóstico, las respuestas posibles son muchas. Algunas de las más interesantes las brinda desde Brasil el filósofo Walter Kohan. “Las relaciones entre la escuela y la sociedad son complejas e intensas –explica–. Si bien es cierto que la escuela debería ayudar a que las personas tengan una mayor movilidad social ascendente, la escuela tiene dos objetivos que pueden ser contrapuestos. Por un lado, acomodar a las personas a la sociedad, hacer que las personas se incorporen a una sociedad, a la historia, a la cultura, a sus formas, a su modelo de organización. Pero también, por otro lado, la misma escuela debería contribuir a su propia transformación, la escuela debería ser un factor de transformación social”.

Agrega Kohan que “ambos elementos están en tensión, la escuela que sirve para la acomodación social y la que sirve para la transformación. Hay unos teóricos belgas que tienen un libro que se llama En defensa de la escuela, Jan Masschelein y Marteen Simons, en el que dicen que la escuela tiene básicamente dos cosas: una suspensión y una profanación; cuando se entra a la escuela, cuando se cierran las puertas con los chicos adentro, los padres o los responsables de los niños sufren ese abandono del control de los chicos. Porque en la escuela se encuentran con otro mundo, que no es el de la familia sino el de la sociedad. Se encuentran con la posibilidad de que esos valores, ese mundo social se suspenda, y se profane aquello que fuera de la escuela se da como obvio, como necesario o normal. La función de la escuela es un poco eso. Aunque, claro, la escuela real pocas veces puede hacer eso, si es que lo hace”.

Abandono. El especialista señala que “en el caso de Brasil, la educación primaria está municipalizada, la media provincializada y solo la educación superior está en manos del gobierno federal. Esto ha sido, ante los últimos problemas, una forma de liberarse de ellos, especialmente de los problemas de la educación primaria. El problema no son los paros, que son más bien una respuesta, sino una cuestión más de base, que es la relevancia que tiene la educación pública en toda la sociedad. Y como los sectores medios se han ido acomodando, y como empezaron a mandar a sus hijos a la escuela privada, lo mismo que la clase gobernante, que manda sus hijos a la escuela privada, todo eso se fue empobreciendo recientemente. No hay fuerza suficiente que haya hecho notar el desastre que devino del descuido de la escuela pública”.

Finalmente, sostiene que “la universidad pública es donde claramente resiste mejor la educación pública. Hay una unanimidad. Y sucede lo mismo en las universidades de Chile, Uruguay, Colombia, Perú, en Venezuela, lo mismo en Brasil, en México. Las 15 o 20 mejores universidades son públicas. Pero hay problemas regresivos. En Brasil, por ejemplo, hay un examen de ingreso que genera toda una industria alrededor y termina también transformando a la universidad en elitista”.