ELOBSERVADOR
El “cisne negro”

¿Para quién, en el mileísmo, se encienden las luces?

Una mirada desapasionada del proyecto de nación que lleva adelante el presidente argentino y sobre el inmenso desafío de quienes se le oponen, en una época de tanto descrédito de la democracia.

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El “pacto de mayo”, que el presidente Milei esperaba firmar ayer en Córdoba, no se concretó por falta de aprobación de la ley Bases. El evento, de gran carga simbólica, había sido concebido como una iniciativa destinada a reconocer a su promotor como el héroe contemporáneo de la Libertad, al igual que los héroes de la Independencia. Milei, sin embargo, sigue siendo firme para otorgar a Argentina la luz de la libertad, la luz de las “fuerzas del cielo”. Ha hecho la promesa de un “crecimiento argentino por cien años”. ¿A sus ojos, un nuevo siglo de las luces? Detengámonos un momento sobre la imagen recurrente con connotación bíblica, de la que hace alarde. La luz que surgirá al final del camino, y que rechazará la noche. Recordemos su proclamación, desde el balcón de la Casa Rosada, el 10 de diciembre de 2023: “Hoy los argentinos de bien hemos decretado el fin de la noche populista”. Esta imagen de la luz participa de la aceptación mágico-religiosa del mileísmo. ¿No ha sido nombrado “embajador de la luz” por la comunidad Jabad Lubavitch de Nueva York? El mileísmo postula que hay que tener fe en la luz salvadora. Que se necesita a un Elegido para limpiar los establos de Augías de la política. La disruptividad del Presidente que, sin embargo, se designa a sí mismo como un “cisne negro” penetró en una parte importante de la sociedad. Ésta acepta el imperativo de destrucción si, después, florece una nueva construcción. 

Fundamentos. ¿Sobre qué se funda el dogma mileísta? Este dogma alberga una doble dimensión, tanto la dimensión temporal como la espiritual. Primero, la tesis libertaria fundada sobre la primacía de la libertad del individuo, y sobre la convicción de que el proyecto anarcocapitalista es superior a cualquier otro, en la medida en que constituye la única solución para asegurar al individuo un beneficio tanto material como moral. Y la dimensión metafísica, que es la verdad revelada por el Elegido. Milei reivindica un reconocimiento de superioridad. Lo que está haciendo es único “en la historia de la humanidad”. Aquellos que no creen en el dogma son “moralmente” condenables.

Argentina se encuentra así en una situación inédita, por las siguientes razones:

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1. El hecho de la personalidad de Milei, quien, como actor, sabe manejar su dogma ambivalente.

2. El hecho de que el Ejecutivo tiene una fuerza parlamentaria ínfima para ejercer su poder. El apoyo que puede obtener en el Congreso para hacer votar sus leyes es aleatorio, aún cuando obtiene una mayoría simple en la Cámara de Diputados por la ley Bases (142 contra 106). La situación es todavía más difícil en el Senado, donde el bloque peronista-kirchnerista representa un fuerte contingente (33).

3. El hecho de que el país se encuentra en un momento clave de cambio de su sistema político. Es decir, entre una democracia representativa desde hace cuarenta años, y un nuevo proceso, con un modo autoritario, concebido como una inserción irrevocable de la economía en un mercado globalizado.

4. El hecho de que el Presidente está esperando un triunfo en las elecciones legislativas de finales de 2025 para aumentar sustancialmente las filas de LLA, y que desconfía de un gobierno de coalición que le quitaría el control de la decisión.

5. El hecho de que uno de cada dos argentinos tiene la idea de que hay que despejar los obstáculos en el camino para saber si Milei tiene razón o no.

6. El hecho de que la verdadera oposición al poder, la que considera que está en gran desacuerdo con el programa mileísta, es asimilada a la “casta” que se opone a cualquier cambio, a fin de preservar sus privilegios. En este sentido, la oposición, más aún si está asimilada al kirchnerismo, es funcional al oficialismo que necesita un enemigo.

El enemigo. En la situación presente, Milei acepta cambiar la velocidad de crucero para mejor mantener el rumbo. El monolitismo del sistema de pensamiento mileísta acepta, tras bastidores, la negociación que desemboca en ciertas concesiones. Pero la dirección se mantiene. “Mi norte –ha dicho Milei– es Murray Rothbard”. Para éste, adepto de la Escuela Austríaca y teórico del anarcocapitalismo, el Estado ladrón es el “enemigo eterno del género humano”. Milei, con su voluntad de hierro, es el guardián de la coherencia de un proyecto que, religiosamente, sostiene que el mercado “no tiene fallas”. Veremos si practica una política a contracorriente del modelo trumpista (del que dice, sin embargo, estar cercano), en la medida en que los Estados Unidos, incluso Biden, subsidian su industria y frenan las importaciones, haciendo caso omiso de las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC). La ortodoxia mileísta funciona en compartimientos estancos. Ve en los regímenes occidentales la penetración de la ideología “comunista” o “colectivista”. Un tropismo obsesivo comparable, en intensidad, al tropismo de Putin, que sigue diciendo que su objetivo es “desnazificar el Estado ucraniano”.

Incógnitas. ¿Qué oráculo, hoy, podría predecir lo que va a pasar en el transcurso del mandato presidencial? Actualmente, vemos que el ajuste permite reducir la inflación y alcanzar el equilibrio fiscal. Pero, ¿para quién, o más bien para quiénes se encienden las luces del mileísmo? La experiencia histórica, con el thatcherismo (1979-1990) trae algunas lecciones. Proyectémonos a cinco años, tratándose del mileísmo. Una corriente de pensamiento celebrará el período, a saber que, carente de recursos, salvo su voluntad de hierro, este presidente, aparecido de la nada, habrá liberado la Argentina de su corsé estatal, dejando una situación saneada que augura una nueva era de prosperidad. Pero, se puede anticipar que la experiencia libertariana tendrá graves consecuencias, diciendo: Milei habrá generado el enriquecimiento de los más ricos a costa de un retroceso en la protección de los más desfavorecidos, la degradación del sector público, la desaparición de las pymes, con un gran riesgo todavía de desempleo estructural y un aumento de las disparidades sociales y territoriales.

¿Qué respuesta oponer a la “empresa libertaria”? A la luz que vendría del ideario libertariano, ¿es posible oponer la de un republicanismo asumido? Utilicemos este sustantivo, y no el adjetivo, para evitar toda confusión con una corriente política existente.

Es cierto que invocar el republicanismo, hoy, puede parecer predicar en el desierto. ¿Tiene algún sentido? En una entrevista reciente con Jorge Fontevecchia, Jorge Lanata evocaba con razón el caso de la persona que queda sin trabajo después de dos o tres años: “... Tenés para comer, pero poco, que te vengan a hablar de la República parece una joda... y, entonces que defiendas la democracia como un estilo de vida, cuando en la democracia no comés, no estudiás, es muy difícil”. Lanata no hace otra cosa, que ilustrar el poco alcance del discurso relativo a la República y la democracia. Y, sin embargo, no se puede renunciar a esto. Argentina se encuentra en un momento clave. La batalla cultural y política que se libra requiere un trabajo difícil y a largo plazo. Esto plantea, evidentemente, la cuestión de la oposición. Digamos claramente: actuar como oposición es, en la actualidad, una tarea ingrata y desmoralizante. No es de extrañar, en este contexto, que sus figuras de proa sean impopulares.

Oposición. Pero, ¿de qué oposición estamos hablando? Excluyamos, por supuesto, al PRO, que bajo la dirección del expresidente Macri, busca un estatus de asociado y que abogaría por listas comunes con LLA en las elecciones legislativas de 2025.

La oposición de la UCR es embrionaria. Está profundamente dividida, con su mayoría todavía prisionera de su compromiso con Cambiemos, luego, con Juntos por el Cambio, coalición ahora obsoleta. Esta tendencia se confunde con el PRO debido a que estos radicales ha dejado de lado su ideario “cívico”, que constituía su identidad. Una UCR marginal se encuentra en torno a su presidente Martín Lousteau, quien finalmente asumió una línea valiente de oposición, al lado de Facundo Manes.

  • El PJ, a pesar de las múltiples fracturas, sigue coherente en su oposición. Pero, en la actualidad, no puede ofrecer un futuro en términos de alternativa al poder actual. La condición necesaria pero no suficiente, para que ofrezca una opción creíble, está subordinada a la apropiación de una plena autonomía, por una parte con respecto al cristinismo llegado a su fin de ciclo, por otra parte, con respecto a una corporación cegetista, que ya no puede ser la columna vertebral del justicialismo.
  • La Coalición Cívica de Elisa Carrió, por su parte, ha definido una posición clara de oposición al mileísmo y a la línea Macri. Esta posición marca el fin de una era, y quizás una esperanza.

De hecho, parece que es la corriente transpartidaria de los gobernadores la que ejerce la influencia. Su visión territorial, más que nacional, condiciona a los partidos clásicos. Son ellos, como Ignacio Torres (PRO, Chubut), Alfredo Cornejo (UCR, Mendoza), o Martín Llaryora (Córdoba), quienes, negociadores de los fondos de coparticipación para sus provincias, tienen, con sus diputados, las llaves del funcionamiento del mileísmo.

No es necesario seguir con el análisis para volver a decir que el mileísmo está diametralmente opuesto al alfonsinismo, para el cual la democracia es una ética, cuando, en el mileísmo, es el mercado, liberando al individuo, que es la ética. El mileísmo, en cambio, ¿puede referenciarse en el menemismo? No, porque la diferencia es importante. Aparte de que a nivel económico la lógica liberal del menemismo comportaba paradojas ligados a su compromiso peronista y federalista, la personalidad de Menem era empática (su carisma de identificación), y su gobernanza, en el primer mandato, era incluyente (particularmente, con la integración del enemigo hereditario de la UCeDé).

Estrategia. Una estrategia a mediano plazo es necesaria. ¿En qué consiste, como paradigma de rechazo de la arbitrariedad, de la superstición y del pensamiento único, el republicanismo? Es adherirse a la razón y a la ciudadanía. Es, desde el punto de vista del gobernante, trabajar incesantemente en favor de la cohesión social. Es anclar a los argentinos en una historia común. Es hacer respetar la ley y el federalismo en todos los territorios de la República. Es concebir el Estado como un poder emancipador del individuo y federalizante de la Nación. En resumen, es trabajar por la libertad. Se trata de una estrategia a medio plazo que, frente al dogma, podría desembocar, para las diferentes formas de resistencia, en una salida aceptable de alternativa política. 

Esta visión humanista no es etérea. Ella puede inscribirse, concretamente, en el marco de una política que concilie el desarrollo de la iniciativa privada con la búsqueda de un Estado eficiente. Lo que podemos llamar la “economía mixta” es, en este sentido, el regulador de los intercambios del mercado, y el baluarte de sus desórdenes.

Tucídides, en su Historia de la Guerra del Peloponeso, decía que la democracia beneficia a la gran mayoría y no a una minoría. Él definía la democracia ateniense como un proyecto común para la igualdad de derechos.

¿Puede la historia todavía iluminar el futuro? 

 

*Gérard Guillerm es analista político, doctor en ciencia política, Iheal (Institut des Hautes Études de l’Amérique Latine, Université Sorbonne Nouvelle París III.