“Señoras y señores, a partir del 1 de enero del próximo año comenzaremos un proceso de retiro de los billetes físicos del mercado y todas las transacciones comerciales se harán exclusivamente mediante medios digitales” anuncia un Presidente 4.0 con vistas a dar un paso ordenado con un destino hacia un futuro que ya podemos imaginar.
Claudio Zuchovicki, Licenciado en Administración y uno de los principales analistas de finanzas del país, opina al respecto "debemos tener en cuenta el contexto. Es algo que va a pasar y que ya está pasando en muchos países en donde el dinero físico tiende a desaparecer de las transacciones cotidianas". Efectivamente, y según un reciente estudio, los países que se mueven hacia la digitalización completa de su economía obtienen grandes ahorros y beneficios para la sociedad en su conjunto.
Los invito a pensar en este escenario: no necesitaremos mover dinero físico, por lo tanto, los costos y tiempos de reposición, impresión, transporte de caudales, mantenimiento de cajeros, seguros asociados, y riesgos de robo de billetes desaparecerían por completo. Y no solo esto, los beneficios serían también sociales, ambientales, económicos, impositivos, y estratégicos. "Debemos contemplar que, en Latinoamérica y especialmente en Argentina en donde alrededor del 50% de la economía es informal, lo que se convierte en un desafío implementar una digitalización completa", indica Zuchovicki, por lo que debemos sopesar los costos versus los beneficios. Para ello propongo un “semáforo” para los resultados esperados de esta transformación: en verde tendríamos los grandes beneficios o ganadores, en amarillo algunas molestias o trabas a superar y en rojo algunas señales de alerta.
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Además de los temas inherentes a la impresión de billetes y acuñado de monedas – dentro de la categoría verde podríamos agregar el blanqueo de la economía, una mayor recaudación y la posibilidad de reducir la presión impositiva debido a esta situación. Tal vez podríamos esperar una reducción a la mitad impuestos como el IVA, pensar en eliminar el impuesto a las ganancias para los asalariados (o dejarlo en algunos casos, pero aplicable sobre la diferencia entre lo percibido y lo gastado) y definir escalones reducidos para las PYMEs, entre otras alternativas. Además, si nos manejáramos exclusivamente de forma digital con tarjetas, transferencias, billeteras digitales e incluso con instrumentos como la SUBE para compras cotidianas como tarjeta prepaga, los comercios, sus proveedores, empleados, solo podrán intercambiar productos y servicios con dinero digital, por lo que no les quedará otra que estar dentro del sistema.
José Dapena, MSC en Finanzas y Economía de London School of Economics y docente UCEMA afirma "si lográramos digitalizar el 100% de las transacciones económicas todas las decisiones y definiciones de políticas económicas se realizarán con muchísima más transparencia, rapidez y eficiencia. Las transacciones quedan registradas, se harán de manera casi instantánea, y a un costo varias veces menor". Esta situación permitirá tomar decisiones basadas en datos ya que, al visibilizar el movimiento de flujos de dinero digital en tiempo real en diferentes rubros, le posibilitará al “Gobierno digital” conocer, por ejemplo, cuál es (o será) el impacto de una reducción de un impuesto en una canasta de productos y cómo esta medida impacta (o impactará) en el ecosistema económico total, con la posibilidad de apoyarse en herramientas de analítica e inteligencia artificial. Así, un Gobierno podrá delinear políticas de incentivos segmentadas, incluso con mirada estacional, regional o sectorial. Ya no habrá decisiones promedio para problemas promedio, sino decisiones informadas basadas en datos ciertos, medibles, auditables y en tiempo real.
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¿Y qué hay respecto a la inflación? ¿Podrá la digitalización plena ser una cura, o al menos una ayuda, para tratar este flagelo? Al respecto, Dapena indica "lo que sirve para controlar la inflación es evitar un déficit fiscal significativo, y su correspondiente monetización a través de la emisión, y por el otro generar confianza y previsibilidad para generar condiciones de inversión. Lo que sí permite (la digitalización), que lo ha logrado Mercado Libre, por ejemplo, entre otras plataformas de transacciones online, es disminuir la volatilidad de precios en un entorno inflacionario, donde no queda del todo claro cuál es precio verdadero de los bienes y servicios, y por ello la comparación instantánea a través de la tecnología permite contar con precios de referencia."
En la categoría amarilla debemos considerar la alta informalidad como un problema para incorporar a estos trabajadores al sistema y que las empresas no mueran en el camino. El primer paso es avisar con tiempo, para darles la oportunidad a todos los involucrados de planificar el proceso, sabiendo que será inminente y para todos igual. Y no es algo imposible hoy. Que una persona trabaje de manera informal no implica que no pueda tener un teléfono celular, una tarjeta prepaga (SUBE) o una cuenta para recibir alguna ayuda social. ¡Señores, por suerte también existen modelos exitosos como Ualá!. No hay excusa razonable para no dar este paso. Además, podremos considerar algunos aspectos para normalizar la incorporación de personas que hoy están fuera del sistema durante esta transición, por ejemplo, definiendo un sueldo mínimo vital por debajo del cual toda transferencia recibida por este trabajador informal no sea alcanzada por ningún impuesto o carga. Simple, como si se mantuviera informal, pero con una formalidad digital que le permitirá, a partir de disponer de su dinero digital, transaccionar formalmente dentro de la economía.
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Dentro de la categoría amarilla también debemos sumar la necesidad del Estado de integrar sus sistemas porque, sin ellos, la analítica de datos estará solo en manos de quienes poseen las plataformas o billeteras. Incorporar a la app Mi Argentina la posibilidad de integrar los diferentes medios de pagos digitales es algo que puede ayudar a este fin. Es cierto, dentro de esta iniciativa habrá que repensar el rol de los Bancos ya que el Estado actuaría como proveedor de pagos. Dapena agrega "Si bien digitalización de transacciones económicas pone más posibilidades de transparentar la economía, también debe tenerse en cuenta que la informalidad es un mecanismo de defensa ante la arbitrariedad de las decisiones políticos. Por ello el manejo debe ser extremadamente responsable"
En el grupo rojo existen varias observaciones desde diferentes puntos de vista, más allá de los problemas de conectividad en algunas regiones, que debemos cuantificar. En primer lugar, las personas que no trabajan y no reciben una pensión, jubilación ni subsidio, no tendrían forma de acceder a dinero físico para subsistir. Es cierto, y justamente esto requiere de un plan específico para este segmento, lo que no implica abandonar la hipótesis inicial ya que esta podrá asegurar una mayor recaudación y transparencia, lo que implica que este grupo de personas podrá incorporarse en algunos de los instrumentos de ayuda social.
Otro de los temas calientes tiene que ver con la confidencialidad y la ciberseguridad. Si bien es cierto que hoy los Bancos, Fintechs y Bigtechs poseen altos estándares para ello, por esto hoy funcionan y lo han hecho sin mayores inconvenientes tras la fuerte aceleración en su uso por la pandemia, deben instrumentarse procesos basados en blockchain, onboarding digital y otros mecanismos de protección de datos personales para evitar nuevos esquemas de delito. Aunque en un mundo digital todo es mucho más trazable, deben tomarse los recaudos.
Estamos en un buen momento para implementar una economía cashless que nos ayude a construir una sociedad más justa, más ética y eficiente
"Hoy estamos en un mundo de servicios. Pasamos ser propietarios a ser usuarios: todo se alquila, un AirBnB, un UBER, etc., por lo que el crédito digital será la única carta de crédito que existe de cara a futuro. Podemos ver cómo es el historial de pago de una persona y en base a eso otorgar un crédito. No será necesario pedir una hipoteca, contar con garantías, demostrar patrimonio, presentar balances, como cuando no disponemos de ese historial ante la informalidad", indica Zuchovicki.
Estamos en un buen momento. Las personas ya se acostumbraron a transaccionar de manera digital. Los comercios lo han hecho para sobrevivir. Sin embargo, la transformación se ha dado más desde los individuos que desde la planificación estratégica por parte del Estado.
Más contribuyentes, menos impuestos, más recaudación, más datos y transparencia, menores costos y riesgos, incluso podrá ayudar a sostener el exigido sistema previsional. Estamos en un buen momento para implementar una economía cashless que nos ayude a construir una sociedad más justa, más ética y eficiente, como lo requiere el nuevo mundo para ser parte de él. Hoy tenemos todo para hacerlo posible, solo falta la decisión de dar este (gran) paso.
*Ingeniero especialista en estrategias, innovación y transformación digital. Autor de Inspiración Extrema, Head of Innovation & Digital de Stefanini Argentina y conferencista. Miembro de la Comisión Directiva del Buenos Aires Tech Cluster.