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Entrevista

Gustavo Labriola: "El interés por el arte habla de un interés por el hombre"

El escritor, oriundo de la provincia de Entre Ríos, dialogó con Perfil.com acerca de la publicación de su segundo libro, La memoria sin límites.

GOBIERNO DE ENTRE RÍOS |||
La memoria sin límites se estará presentando el 12 de mayo en la 47° edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. | Nestor Grassi

Siempre que se mira una película o se lee un libro, el entusiasmo por reflexionar y dar cuenta de lo que nos pasa con dichos objetos es inmediato. Al mismo tiempo, surge la necesidad de compartir nuestras impresiones con otros para, luego, dar lugar al debate o a la reflexión conjunta. En ese sentido, el escritor concordiense Gustavo Labriola emprende una búsqueda por fomentar estos espacios de discusión, presentando sus vivencias personales en el centro de la escena.

Al igual que en su primer libro Los libros y el cine, publicado en 2021 por Editorial Dunken, La memoria sin límites propone un viaje hacia los recuerdos. Tomando como punto central los numerosos autores y cineastas de los cuales ha sido lector y espectador, Labriola nos invita a pensar la memoria como un proceso para redescubrir aquellos momentos de disfrute y dar lugar a las experiencias e impresiones que el cine y la literatura nos ofrecen.

 

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¿Cómo surgió la idea de La memoria sin límites?

Este libro tanto como el anterior, Los libros y el cine que se publicó en 2021, surgen de una necesidad de brindar un testimonio. Desde chico escribía, tomaba notas, siempre en un ámbito o en un universo íntimo. Siempre con temor o manteniendo todo en reserva, con dudas sobre si, eso que escribe para uno, le puede interesar a otro. Llegó un momento en que se provocó un clic, que despertó una necesidad de dar testimonio de aquellas cosas que, durante la vida, me habían generado situaciones de placer y que me habían permitido formarme, desde el punto de vista intelectual y emotivo. También desde considerar al otro como una persona que puede tener una vida distinta a la que uno tiene. 

La ficción, tanto en los libros como en el cine, es vivir la vida de otros. Implica estar sujeto a las vicisitudes que le pueden pasar a esa persona, a ese personaje, y que muchas veces nos hacen reflexionar, nos hacen ver algunas realidades con otra óptica. Hubo muchos libros y muchas películas que me provocaron determinados interrogantes. No soy el mismo después de leer, a los 14 años, El extranjero de Albert Camus. No fui el mismo después de ver The wall, en 1982. Yo tenía 20 años, era de la generación que vivió la adolescencia en dictadura y que tenía que ir a Malvinas. 

Llegó un momento en que empecé a hacer esas anotaciones un poco más sistemáticas, y se terminó volcando en Los libros y el cine. Por el ejercicio de la memoria, me di cuenta que habían quedado relegados algunos autores y algunas películas que habían sido muy importantes. Entonces seguí exprimiendo toda mi memoria y ahí aparecieron tanto autores como películas y anécdotas que tienen que ver con mi vida personal, siempre desde un costado de cinéfilo no crítico, sino amateur. Ese enfoque de espectador y de alguien que disfruta de la lectura, me permitió contextualizar y referenciar, con más claridad, cuando vi lo que vi y cuando leí lo que leí. 

El foco es dar testimonio de sí leer y ver películas me hizo feliz, poniéndolo a consideración del lector pero sin buscar, necesariamente, la misma sensación. Es abrir la puerta a conocer qué es lo que le pasó al otro con ese mismo objeto.

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A partir de lo que vos estás diciendo, que tiene que ver con preguntarse qué es lo que tiene para vos una película o un libro que te interpela, en términos afectivos o emocionales. ¿Qué tiene más peso? ¿El tema que aborda o algún recurso o procedimiento estético? En la experiencia de hacer anotaciones. ¿Adquiriste algunas herramientas para hacer un análisis más minucioso o el interés es solo el momento en el que vos te acercas a ese objeto? 

No siempre fue igual. Cuando era adolescente veía y leía todo lo que caía en mis manos. Yo vivía en Concordia. En ese lugar había tres cines en el momento de esplendor. Luego cerraron y se reabrió uno de ellos con otras condiciones. Pero todo lo que llegaba, lo veía. También me ayudaba con la lectura de algunos libros y artículos de críticos. Fui perfilando algunas opciones y hoy soy más selectivo. Hay algunos géneros que no me atraen, eso se aprende viendo todo, es un paso ineludible para, luego, definir una posición frente al hecho creativo. Uno no aprende de la nada. A mayores posibilidades de acceder a los objetos culturales, mejor. 

Hoy nos encontramos con algunas dificultades por la amplia oferta de plataformas, sin directivas claras como para que alguien pueda ir tomando alguna selección. Hay que ver de todo, pero en algún momento uno tiene que tener un cierto orden, cierta guía estética. Hoy el riesgo está en entrar a una plataforma y elegir lo primero que aparece. Y eso por lo que se termina optando no necesariamente es lo mejor y no necesariamente sigue un criterio lógico. Yo le presto mucha atención a los autores y a los directores. Me fijo en quién está detrás del centro de la idea. Una vez que me atrae algún director, por alguna película que veo, es muy factible que lo siga.

Dentro de las películas en sí, es una variedad interesante. A veces puede ser el tema o puede ser su tratamiento. Se me da un proceso de ir de lo emocional a lo reflexivo. Yo no puedo ver una película si no creo lo que pasa. No me pongo en una posición ajena a la película y, cuando la estoy viendo, no pienso que es un actor que hace de un personaje, yo creo todo lo que pasa en la película. 

Eso lleva a experimentar, por ejemplo, situaciones de angustia. Hace poco estaba viendo una película sobre los desahuciados en España y la situación de los protagonistas. Después, lógicamente, se pasa a la reflexión y empiezo a valorar otra cosa y, muchas veces, me doy cuenta de cosas que había en la película al otro día o más adelante. Lo mismo si hablo con otra persona con la que uno tiene una cierta afinidad. Pero en general me interesa cuál es la trayectoria del director. Si se da el caso de un género con el que no comulgo, pero es un director que me ha interesado, la veo y presto atención. 

 

Siempre se tiene a Buenos Aires como una referencia cultural, por la oferta que va desde los teatros a las librerías, pasando por los restaurantes y, por supuesto, los cines. En una provincia como Entre Ríos, pensándolo también en lo que es el interior del país. ¿Qué significaba y qué significa la presencia de una sala de cine o una biblioteca? ¿Cómo es acercarse a esos espacios de encuentro con otras personas?

Son lugares que posibilitan el acceso a la cultura, tanto el cine como las bibliotecas populares. Concordia tenía una dificultad porque las personas que estaban a cargo de la biblioteca no amaban lo que hacían y conspiraban contra el objetivo. Lamentablemente, pasaba que la persona que estaba a cargo de la biblioteca, en vez de llamar o fomentar el acceso, ponía algunas trabas. Con la aparición del VHS, a mí se me genera una situación ambigua porque se cerraron los cines pero, al mismo tiempo, me permitió el acceso a varios directores de cine que no aparecían en las cadenas de distribución de las salas. No existía, como de alguna manera existe en Santa Fe, el Cine Club o un reducto donde se albergaba el cine que no era de esas grandes cadenas. 

Yo conocí a Tarkovski con el VHS. Tuve acceso a Kaurismäki, Kiarostami y Kusturica. Ví las películas de Michael Haneke en video. Yo creo que es un elemento que ayuda y no conspira. De la misma manera que te decía que es preferible ver todo para, después, poder elegir. Hoy por hoy nos volvemos a encontrar con esa misma dificultad que estamos hablando, el hecho de que la inmensa cantidad de plataformas no garantiza que haya una posible formación del espectador. 

Sin embargo, hay una gran preocupación de los jóvenes que se inscriben y participan en las universidades de cine. La posibilidad concreta de una salida laboral es bastante complicada. Pero hay un grupo de gente que sigue interesado y que transmite ese interés a los jóvenes. En Paraná hay un cine club que yo frecuento y, hace siete años y medio, éramos 10 personas los que íbamos habitualmente a las funciones. Hoy no baja de 40, jóvenes en su mayoría. Eso da un cierto optimismo, de decir que el interés por el cine continúa y eso, también, se traslada al arte en cualquiera de sus expresiones.

El interés por el arte habla de un interés por el hombre. Todo artista tiene un costado humanista, hace arte para el hombre. Esa es una perspectiva que me entusiasma. Ver una película no se reduce a la hora y media o dos horas de estar abstraído, sino que ya me provoca una adrenalina especial cuando voy a seleccionar algo para ver o la etapa posterior del análisis. 

Leer un libro o ver una película nos ofrece el poder para ver la realidad desde otra óptica, con otra visión. Por ejemplo, Hitchcock me enseñó que el hombre común puede estar sometido a situaciones excepcionales. Sus personajes son hombres comunes y, sin embargo, en un momento pasa una situación absolutamente insólita. Fellini me hizo desear las mujeres, Truffaut me hizo amarlas. 

Disfruto mucho la lectura y el cine. Las dos cosas tienen características particulares. Yo necesito leer e interrumpir la lectura. Es muy raro que yo lea de corrido. Con el cine lo que me pasa es que prefiero las salas por ese poder de abstracción que uno necesita. La posibilidad de ver cine en cualquier plataforma conspira contra eso porque hasta las pantallas más chicas nos distraen más.

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Mencionaste varios directores y autores que trabajaban desde la crítica cinematográfica. ¿Tuviste intenciones de formarte profesionalmente en ese ámbito o, incluso, dar un paso más y formarte para hacer tus propias películas?

Soy de una generación que estuvo muy estructurada y muy imbuida de compromisos sociales, que tenían que ver con ir cumpliendo algunas etapas en la vida. La primera, o una de las más importantes, era el sostenimiento económico. Lo que yo tenía a mano era seguir una carrera tradicional, que fue la de contador público. Por supuesto que sí me interesó leer los críticos, leí varios de los autores canónicos. Unos años después leí, con mucho interés, la revista El Amante que fue, durante 30 años, una revista muy particular. Tenía muchas visiones, muchos críticos con distintas ópticas. Con algunos tenía más sintonía que con otros. 

Yo tengo hechas algunas críticas de películas, no sé si alguna vez me voy a animar a publicarlas. Ahí hago una evaluación del tema de los actores, la fotografía, de la estética pero, por ahora, lo hago en un sentido más privado y donde entra en juego la necesidad de escribir. Valoro mucho lo que han hecho los críticos que formaron parte, por ejemplo, de Cahiers du Cinéma. Ellos fueron muy agudos como críticos pero, después, tomaron el desafío de la realización de films y dijeron, bueno, criticamos todo esto porque no nos gustaba, pero ahora nos sometemos nosotros a que nos critiquen. Y eso pasó en Argentina también. Por ejemplo, Sergio Wolf era crítico y, después, pasó a dirigir sus propias cintas.

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Hoy en día, es innumerable la oferta de blogs, medios especializados y contenidos en redes sociales en las que se comparten opiniones y reseñas de libros y películas. ¿A qué le atribuís esa proliferación de personas que se dedican a comunicar sus miradas en relación con esos y otros objetos culturales?

Está bueno. Lo que me sucede, a veces, es que tengo temor a las redes sociales. El anonimato esconde una cobardía, el hecho de decir cualquier cosa debería suponer algún grado de responsabilidad. Por otro lado, me parece muy interesante que el que quiere opinar pueda hacerlo, dando la cara y exponiéndose a un debate sano. Creo que faltan los ámbitos de debate, para mí fueron muy formativos.

También lo atribuyo a la predominancia de lo breve, lo inmediato. En 140 caracteres, no hay lugar para los fundamentos. La necesidad de la inmediatez y de lo sintético nos está dejando sin los fundamentos. Los fundamentos son lo más sustantivo de todo. Quedarse en si algo me gustó o no, sin el por qué de esa opinión, es algo vacío. 

 

El libro se llama La memoria sin límites. Vos hablas de la memoria como un espacio donde se alojan algunos recuerdos, donde uno puede tener ciertas lagunas. También lo definís como un proceso que atraviesa lo subjetivo de cada uno. Por otro lado mencionas la colaboración, en la contratapa junto a Inés de Oliveira Cézar, de Pedro Saborido que está asociado al terreno del humor, pero muy vinculado a manifestaciones u objetos de lo popular, de lo masivo, de cierta memoria colectiva. ¿Cómo ves ese diálogo entre lo que entendés vos por la memoria como un proceso de cada uno y la memoria que abarca a muchas personas?

La memoría es un espacio esponjoso, donde uno va alojando hechos, momentos, circunstancias, amores, odios, entre otras vivencias. Lógicamente no se recuerdan todos esos momentos, pero están. Este proceso por el cual yo pasé, estas dos escrituras, me hicieron dar cuenta de la enorme cantidad de cosas que yo tenía alojadas en la memoria. Todos esos recuerdos que me significaron mucho como crecimiento, como desarrollo personal, y que me llevaron a la aspiración de tener la capacidad de comprender al otro, se despertaron gracias a la literatura y el cine.

Mi objetivo es dejar testimonio para invitar a que cada uno busque en la memoria aquello que le hizo bien. La memoria, para ser sana, tiene que ser selectiva. No sirve hurgar en la memoria los hechos negativos. Muchas veces, hay que entender los recuerdos y descubrir qué efectos tuvieron en ciertos momentos de nuestra vida. En el caso de la memoria colectiva, funciona de la misma forma que la individual: tiene claroscuros. 

Sería bueno que, también, ese mismo proceso individual de seleccionar los hechos positivos, pueda darse en las sociedades. Tener memoria para no caer en aquellas decisiones que pueden traer consecuencias no sean positivas o agradables.

 

El pasado 13 de abril, se realizó la presentación del libro en Directores Argentinos Cinematográficos. ¿Cómo fue ese espacio donde no solamente tuviste un diálogo con Sergio Wolf sino, también, compartiste con otros directores? ¿Cuál fue la reflexión compartida en ese encuentro? 

Yo estoy muy agradecido a DAC porque han tenido una generosidad extraordinaria. Primero por haber preparado todo en la sala de cine, con lo cual estábamos en un lugar más que adecuado para la ocasión. Pero no tengo más que palabras para agradecer a los directivos, porque fueron directores de cine que ofrecieron una sala para que un espectador se dirija a todos ellos. 

A partir de eso se creó un clima muy interesante. Sergio Wolf tuvo unas palabras muy afectuosas que valoro muchísimo. Y el acompañamiento del público, que reunió directores y espectadores, ha sido muy bueno porque han aportado algunas preguntas que también sumaron a este proceso de recuerdo y valoración, en forma casi simultánea, de lo que significa el cine y el arte en general para el para el crecimiento humano. 

 

En base a esto último que vos subrayas, y pensando también en tu experiencia en la función pública. ¿Qué sentís respecto del lugar que tiene la cultura y el arte en la esfera de las políticas públicas? ¿Crees que hay algo que falta, que hay algo por mejorar, que hay algo por complejizar aún más, en pos de generar ciertas iniciativas para fomentar el acceso a los bienes culturales, a la creación o a la visibilización de nuevos artistas? 

Hace 20 años que estoy en la función pública. Ahora no estoy en una función de gestión, sino en una función de control. Creo que las políticas públicas son positivas para el crecimiento de la cultura. En relación a lo que tiene que ver con el cine, hay una ley de cine creada hace 30 años y que permitió un crecimiento sustantivo de la actividad. 

El cine argentino tuvo muchos vaivenes. Tuvo una etapa de gran esplendor, desde el punto de vista de cantidad de espectadores, en Argentina y el resto de América Latina. En la década del 60, como consecuencia de la nouvelle vague de Francia, apareció toda una nueva generación de cineastas, que no eran populares, pero que marcaron una presencia importante. Después vinieron las interrupciones y la censura, que fueron muy negativas y más allá de algunas realizaciones del 73 y 74, cuando hubo toda una creación importante con Favio y otros directores. 

Habíamos llegado a fines de la década del 70 y principio de los 80 con menos de 30 films al año. Luego, hubo una primavera con el retorno de la democracia, se dio la eliminación de la censura, siguió la instrumentación de la ley de cine que reemplazó a esa vieja ley que había desde la década del 60 y, a partir del INCAA, empezó una progresiva generación de nuevos proyectos y de nuevas creaciones. 

Actualmente, tenemos una cantidad de 280 films al año, con variedad de temáticas y géneros. La ley quedó absolutamente fuera de tiempo, porque hoy el medio audiovisual es mucho más amplio. Los recursos están reducidos a lo que es cine y hay una explotación del universo cinematográfico por otras variables. También es necesario el fortalecimiento de los cines, con un sentido federal. En el caso de Entre Ríos, hubo un crecimiento de producción, a partir de algunos autores que tienen una trayectoria ya importante a nivel nacional y otros que están apareciendo. 

Hubo una política pública muy fuerte dentro de Entre Ríos, con la creación del Festival Internacional de Cine que tuvo cuatro ediciones, y  con la creación del Instituto Autárquico Audiovisual de Entre Ríos. Todos esos impulsos son positivos porque crean fondos por ley, que tienen un fin específico y que tienen que volcarse a la producción. Además, permite el desarrollo de los cineastas locales, con sus temáticas y con sus individualidades, con sus pertenencias y también el acercamiento de otros realizadores que vengan de otras latitudes.

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El 12 de mayo vas a presentar este libro en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. ¿Cuál es la expectativa que tenés de participar en un evento que se caracteriza por su masividad, por la importancia que tiene entre escritores y la industria editorial?

El año pasado presenté el libro anterior y fue una experiencia impresionante. Es un ámbito que conjuga dicha masividad con la posibilidad de acercarse al libro objeto, que sigue siendo muy importante y muy valioso. Voy a estar en el stand de la editorial de Entre Ríos que, si bien trae libros de la propia editorial, comparte también el espacio con autores de la provincia que hayan publicado en otras editoriales. 

El jueves 20 de abril, lo voy a presentar en Paraná, en La Vieja Usina que es un ámbito cultural muy interesante. Me va a acompañar Inés de Oliveira Cézar, a quien agradezco porque no sólo escribió en la contratapa sino, también, me permitió un acercamiento a DAC con todo lo que eso significa y con todo lo que ya hemos hablado, respecto de esa experiencia invaluable de estar en un ámbito de directores de cine.