Sin besos, ni escenas de sexo, cuchillazos, golpes, tropezones ni estrangulamientos, la imaginación de los guionistas de ficción parece estar viviendo sus días de mayor anemia.
La vida es bella, filmada en el hacinamiento de un campo de concentración, y la simple retórica de una producción modesta como Doce hombres en pugna ya son historia. Incluso Thelma y Louise sería inimaginable, aún cuando las amigas viajaran en descapotable y se eliminara la escena con Brad Pitt.
Es que el persistente coronavirus no sólo representa un desafío laboral para quienes pergeñan historias, sino una amenaza. “Reducción de actores y personal técnico, pero además ningún contacto físico” es, en líneas generales, la cláusula más mencionada en las nuevas contrataciones de la industria del entretenimiento. ¿Cómo pensar la escena de un crimen con barbijo y distanciamiento de metro y medio? Complicado para todos, excepto para Batman y el Hombre Araña. O tal vez para el mirón James Stewart en La ventana indiscreta, pero habría que ingeniárselas para borrar del mapa el rol de Grace Kelly.
No habrán secuestros, escenas en el ascensor, bailes, cuerpos que se aproximen peligrosamente o que suden. Incluso Y dónde está el piloto o El superagente 86 serían un error en la matrix.
Así lo expresó el guionista berlinés Ulf Tschauder a Deutsche Welle. Acorralado por la nueva normalidad social, él y otros escritores deben forzar sus límites y focalizar en relatos llenos de teleobjetivos, asesinatos con armas de largo alcance, incendios o envenenamientos dignos de los Borgia. En la nueva normalidad se terminó cualquier intimidad. O al menos, ya no se muestra. Y cualquier interacción entre dos personas resulta un desafío escenográfico.
“Lo ideal para un actor es nunca tener que pensar que está actuando, pero ahora tengo una voz interior repitiéndome ‘metro y medio de distancia’ ”, se sincera Arne Rudolf, partícipe del éxito Rote Rosen, que se emite en Alemania desde 2006, y que ahora se las ve en figurillas para mantener el interés de su audiencia. “Hace 14 años que hago de Thomas Jansen. Conozco el texto, la situación, el decorado, a los otros actores… el problema es tener que pensar en otra cosa. De repente alguien te grita como un sargento ‘¡metro y medio!’ y te sobresaltás, te salís del papel”.
Además, la producción dispuso que un utilero dedicara el 80% de su trabajo en el set a medir con un metro de madera la distancia entre los técnicos y los actores. “Todos en este oficio tomamos muchas precauciones, no se cometen imprudencias. Al contrario, creo que esto durará un tiempo y tenemos que cuidarnos”, se resigna Tschauder.
La amenaza latente del coronavirus, el virus que juega permanentemente a las escondidas, ya cambió las contrataciones y las exigencias laborales en el mundo del espectáculo, se trate de fílmico, streaming o televisión.
Y es así en Europa, Estados Unidos o el resto de América. El sindicato de actores en Estados Unidos (SAG-AFTRA) solicitó a sus afiliados negarse a trabajar si los productores “no han sido transparentes respecto a sus protocolos de seguridad”. De hecho, también se impidió el rodaje de Songbird, producción de Michael Bay con Demi Moore, porque se consideró que en este thriller, ambientado durante la pandemia, no se respetaban los cuidados sanitarios necesarios.
José Ron, el protagonista del culebrón mexicano Te doy la vida, la telenovela que este año produjo Televisa, se estrenó cuando estalló la pandemia en el mundo, el 23 de marzo. “Tenemos que seguir trabajando, pero hay que ser realista”, dijo cuando se retomaron las grabaciones. Chequeo de temperatura, gel antibacterial, barbijos y puestas en escena diferentes ya son habituales para evitar contagios durante las largas horas de rodaje. El tiempo dirá si esta historia ha de continuar.
MM / DS