Un show de Ricardo Arjona representa la catarsis femenina, de penas, de sueños, de amantes, del paso del tiempo, de amores imposibles, de amores eternos. Esas mujeres –grandes y jovenes– cantan como si fueran las propias autoras de cada oración que escribió el guatelmalteco en 25 años de carrera y que ellas mismas se encargan de hacen explotar sus yugulares entre mezcla de idealización al artista y otro por su propia historias-histeria de vida. Eso siente en el estadio Malvinas Argentinas de Mendoza, primera escala de Arjona con “Viaje tour”, y que tendrá 16 “estaciones” en total en el país (17, 18, 19, 20, 21, 26, 27 en GEBA).
Con la luna plateada de testigo y los menos de 10ºC al pie de la Cordillera, la noche invita a sentir el calor de las baladas de Arjona. El cantante aparece en el escenario a las 22:11 en la parte posterior-superior del escenario pedaleando sin parar un instante sobre una bicicleta y canta A la luna en bicicleta –de su último disco Viaje– sin perder el aire y la proyección de su voz, algo que denota que con los años Arjona mejoró como vocalista. Luce jean oscuro, zapatos y jean negros, remera canchera, sobretodo negro, y un sombrero negro.
La apuesta en escena es una de las mejores de sus giras internacionales. Hay cash invertido. Se nota. Todo temática itinerante de valijas marrones que pasean por las dfiferentes ciudades en que Arjona llega para contar sus historias de amores y desamores. El fondo del escenario retrata una terminal de ferrocarril, un tren Roca pasa un par de veces por la pantalla, y el violinista se ubica parado sobre la trompa de una locomotora, hay un banco central acompañado por un farol y se ven vías desparramadas por el suelo. Hay valijas con etiquetas en la parte delantera que esconden pantallas que pasan las letras de sus canciones por si el cantante cae en una amnesia dentro de una lista interminable de hits que compuso en 25 años de carrera. A los costados, dos pantallas LED de gran tamaño y calidad acercan a las plateas más baratas de $ 290.
Arjona canta El problema y ahí aparece el primer gran coro popular que baja desde las plateas y las mujeres se suben a unas raquíticas sillas blancas. No importa el ciático, el frío, la garganta, sólo importa ver a Arjona, y gritar al unísono con el amor imposible. Sigue Acompáñame a estar solo y decide cubrirse el cuello con un pañuelo anaranjado para proteger la gola del frío reinante en medio de canciones calientes.
Previo a Dime que no, Sin ti sin mí y Cuando, Arjona dio una reflexión sobre lo que para él es la vida y provocó a sus nenas con Desnuda. Fue tanto que cayó un corpiño de no menos 95 cm de medida. Lo toma con sus manos, lo revolea ligeramente sobre uno de sus dedos, mira al público y redobla la apuesta: “Está lindo, calentito y me viene bien con esta temperatura”. Gritos.
Mitad de show, sale Cavernícola (uno de los más pedidos del CD Viaje), y luego mete la mano en su maleta musical y saca el hit Historia de taxi, y arremete su seducción de medio siglo de vida arriba de un coche descapotable. Tras leer carteles de las fans, elige a una mujer nacida entre el 64 y 74 y la sube a su falda para cantarle Señora de las cuatro décadas. Después vinieron los Pingüinos en la cama y Te conozco, y se sienta en el piano para empezar a cerrar el show con Apnea –tema que escribió a la partida de sus padres– y millones de burbujas inundan el escenario y caen como gotitas gélidas sobre las plateístas. La parte “tierna” cierra con un acústico de “canciones olvidadas” (Tu reputación, entre otras).
Y el epílogo es como el inicio: bien arriba, sin respiros: Fuiste tu que canta el estadio completo, sigue Minutos (sale apoyado en un reloj desde abajo del escenario) y al final, ya comenzando un nuevo día, una voz en voz en off anuncia el cierre. Arjona aparece, caliente y en remera, y tira el himno Mujeres. Abajo, la histeria se relaja, y la primera catarsis argenta ha sido enterrada.
*Enviado especial a Mendoza.