A menos de doce horas de finalizar su controvertido reemplazo en “Bailando por un sueño”, Celina Rucci todavía repite, apasionada y con movimiento de hombros, la gráfica frase (ya famosa) “ me chupa un huevo lo que me digan Gerardo y Moria”. Acompañada por sus dos asistentes, la vedette pide una Coca-Cola regular mientras se sienta despacio sobre un sillón con gesto de dolor en la cara y entonces cuenta que en el baile del caño se resintió de un desgarro en la parte baja de los glúteos y que ese fue el motivo por el que cambió las coreografías en el teatro Premier. A los 30 años, la bailarina se considera una suerte de portavoz de muchas de sus colegas que se identifican con su postura frente al jurado del ciclo.
—¿Estás relajada ahora que finalizó tu reemplazo?
—Estoy relajada porque me pareció fantástico el broche diciendo realmente lo que sentía, y me salió la Rucci de adentro. El jurado no era objetivo, no me hacían crecer y superarme como profesional y en lo artístico. Sólo fueron agresiones y críticas que no eran constructivas.
—¿Te sorprendió que el jurado te salvara?
—No, porque conozco a lo que juega el jurado y la verdad que son personas muy predecibles. En ese momento estaba ganando en los llamados telefónicos, entonces no les servía que fuera hasta última instancia porque ganaba. Hasta en el final siguieron con sus jueguitos de ningunearme, maltratarme, humillarme y tratar de disminuir mi nombre.
—¿Por qué tanta bronca con Gerardo?
—Creo que le destapé una olla antes de tiempo y armó una estrategia para ensuciarme, embarrarme y distraer la atención aplicando una gran mentira. Entonces, que un tipo que se jacta de tener palabra de honor y ser un caballero mienta, es una contradicción muy grande. Es un tipo muy pillo y sabía que de esa forma me iba a molestar. Creo que él pensó que haciendo eso me iba a salir un grano en la cola.
Por otro lado, Rucci se quejó de la inflación: Dijo que para su restó "es agotador y terrible. Nosotros tuvimos que dejar de hacer el nivel de comida que teníamos y nos tiramos más por el lado del bar". Dice que cuando va al supermercado se ríe de bronca y tiene ganas de llorar.
Lea más en Diario Perfil