En un recinto con más de 40ºC, transpirados alumnos de yoga deben replicar las 26 poses desarrolladas por el “maestro” Bikram Choudhury a partir de quinientas secuencias que ya había mostrado hace décadas en India Bishnu Charan Ghosh. Según arranca el documental, el objetivo de ejercitarse a aquella temperatura es imitar el clima de ese país y realizar una rutina dura, malos tratos incluidos. La disciplina, bautizada con el nombre del indio que dejó su Calcuta natal para volverse una estrella en expansión en los 90, se volvió mundialmente famosa, lo que le significó una fortuna y la proliferación del “método Bikram” a nivel internacional.
El yogui vendía el “hot yoga” (yoga caliente) como “un método de sanación para el cuerpo y el alma”, que miles de personas querían dominar, por ellos mismos y para abrir su propia escuela, ya que necesitaban la aprobación del “maestro” (imposible no pensar en Olmedo) para replicar la práctica. Enseguida, como suele suceder cerca de Hollywood, llegó a las estrellas: fue a los late night shows, donde lo aplaudían y sobraban por igual; y se paseó por cuanto programa había contando de sus clientes vip.
Sin embargo, el documental dirigido por la australiana Eva Orner –quien empezó la investigación meses antes del escándalo Weinstein y la explosión del #MeToo– no se denomina así solo porque Choudhury se ciñera meramente a las clases que impartía.
Se necesita aguante para sobrevivir al yoga caliente de Choudhury, y para ver el documental también: el abusador armó un imperio multimillonario no solo sobre el sudor, la devoción y el dinero de sus acólitos, sino también sobre prácticas como el control maníaco, el abuso sexual y la violación. “Contar el caso de Bikram, que no ha pagado por sus crímenes, es aún más relevante”, dijo Orner en el Festival de Toronto cuando presentó el documental.
Contra Choudhury no hubo cargos formales en Estados Unidos, y “arregló” con varios de los casos que lo señalaban. Además, huyó a México tras declararse en bancarrota, pero sigue dando clases afuera (aquí hay un par de sus filiales). Lo que provoca el documental, parco y preciso hasta la exasperación, es que den ganas de que al “gurú” le llegue, cuando menos, una condena social, de escuelas vacías y gente que lo señale donde quiera que vaya. no pudieron cumplir su sueño.
Bikram Yogui, GurU, Depredador
Título original: Bikram: Yogi, Guru, Predator
Dirección: Eva Orner
Producción y guión: Kimberly Hassett