Habiendo visto los dos primeros episodios de la séptima temporada de Outlander en Star +, la exitosa serie histórica creada por Ronald D Moore y basada en los voluminosos libros de Diana Gabaldon puedo asegurar que pasan tantas cosas casi juntas que no le da respiro al espectador. Tanto al que ya leyó la saga como para el que no tiene ni idea de lo que va a pasar.
Es que debido a la pandemia la temporada 6 fue corta y se terminan resolviendo temas que dejó pendiente (como es habitual, con un nudo en la garganta) y planteando las situaciones que se irán desarrollando a lo largo de 12 episodios en los que, siguiendo la trama histórica y fantástica, pone Claire y Jamie Fraser en el medio de la guerra independentista en los Estados Unidos, pese a que ambos se resisten a participar en ese acontecimiento histórico.
Pero falta mucho para llegar a eso. Y mientras tanto tienen sus propias aventuras: otra vez la vemos a Claire al borde de la horca por la muerte de Malva y a Jamie prófugo tratando de rescatarla. Esto la verdad cansa un poco por repetido pero en los libros está así, sólo que contado en varios capítulos. También descubriremos quién fue en realidad el responsable de la muerte de esa chica y quién se sacrifica para librar a Claire de su aparente destino, en las escenas más emotivas de estos episodios.
Hay otra parte emotiva pues a Fraser’s Ridge llega un nuevo integrante de la familia, la hijita de Brianna (Sophie Skelton) y Roger (Ricard Rankin). Pero este nacimiento desencadenará situaciones dramáticas muy al estilo Gabaldon, que pondrá a los padres en una nueva encrucijada que marcará su presencia en la trama de una manera completamente diferente.
Sin intenciones de quitarle el placer a los fans (que cada vez son más) de ver su serie favorita, que nunca defrauda y trae nuevas peripecias (algunas increíbles) a los protagonistas, hay que rescatar una vez más la recreación histórica que un gran equipo escocés realiza cerca de Glasgow y que va desde las armas, los decorados, la tapicería a la ropa, todo meticulosamente orquestado. También las interpretaciones de estos actores que para muchos se volvieron parte de la familia: ellos aportan naturalidad y hacen creíbles las vicisitudes que atraviesan sus personajes, a veces demasiado crueles para nuestros ojos cuando los vemos a todo color, y un gran esfuerzo de una realización impecable.
Una vez más volveremos a sufrir, emocionarnos y amar con este cuarteto, al que sumamos la invalorable presencia de Ian, un John Bell que le encontró el tono justo a su outsider y que este año nos va a dar muchas sorpresas.