ESPECTACULOS
PABLO MARÍN

Descubrir el cine más libre de Argentina

En su primer libro, el director de cine y docente crea a partir de una serie de ensayos el perfecto camino para entender la creación experimental.

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Creador. Marín además de autor, es director de “Light Trap”, “XOXO”, “4 x 4” y “Angelus Novus”. | GZA. PABLO MARIN

Es simple caer en la trampas de aquello que creemos es el cine pero es simplemente las ideas que se tiene respecto del mismo. Pocos cines más vapuleados, y torpemente amalgamados, que aquellos que definen al llamado “experimental”. El libro Una luz revelada - El cine experimental argentino de Pablo Marín es de esas creaciones que permiten no solo entender sino, tanto mejor, cuestionar. Marín, director y docente, escribe de forma simple e inteligente, haciendo que aquello que se nos hace, por preconcepto o alguna otra calamidad, inasible, ahora sí se vuelva familiar. Que lo que siempre es objeto mute algo con vida en solo una oración. 

Es por eso, que Marín a la hora de pensar el cine experimental argentino y su historia sabe generar una respuesta lejos de aseveraciones gestuales, o de lugares comunes densos. Su forma de escribir lo acerca casi al mejor explorador del cine experimental de nuestro país: 

“Si tuviera que reducir todas las distintas tradiciones y experiencias del cine experimental realizado en este país, diría que el principal común denominador podría ser el interés de abordar al cine como una herramienta de creación personal. Algo mucho más ligado a un gesto individual (y casi siempre solitario) de investigación de las formas que a la idea generalizada de un cine de autor/a. En el caso del cine experimental, se trata de cineastas que por lo general se mueven fuera del ámbito de la ficción e inclusive de todo tipo de trama argumental con actores, personajes y cosas más ligadas a contar una historia que todo el mundo comprenda de igual manera. Tal vez ahí aparece la idea de lo experimental como capricho: suelen ser películas en las que la subjetividad aparece con mucho desenfreno y sin ganas de explicarse ni justificarse”.

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—El libro está lejos de la academia, lejos de estilos floreados, pero es sentido, ¿qué crees es lo que te interesa del cine experimental argentino más allá de su proximidad a vos?

—Creo que lo que me sigue interesando y fascinando de este tipo de películas es justamente esa condición de libertad que mencionaba antes. Son películas tan subjetivas que, incluso cuando hay distintas tradiciones y estilos desarrollados a lo largo de su historia, a veces tenés la sensación de que no hay dos películas iguales. Suena medio utópico esto, pero el hecho de que no existan demasiadas sistematizaciones o reglas dentro del cine experimental hace que enfrentarse a cada película sea algo único. Esto también puede ser un arma de doble filo, eh, y caer en una aceptación de cualquier cosa.

—Hay una caricatura muy simple: la de “no se entiende nada”. Más allá del dogma de modelos narrativos ¿qué sentís es lo principal que te interesa combatir, o mutar, de esa expresión? 

—La caricatura de la que hablás es cierta, y puede ser muy frustrante a veces. Pero también me gusta que todavía se siga pensando y juzgando el cine en términos de si se entiende o no. A priori, los ataques a este tipo de películas pensadas por fuera de las normas más convencionales están basados en la idea de que si algo no es claro significa que no se entiende; e incluso de que si no se entiende es una película mala. Como si la persona detrás de cámara no hubiera podido hacerse entender. Es un lugar común difícil de desterrar y tampoco tengo en claro que me interese combatirlo. Iría más lejos y diría que incluso en muchas de las películas analizadas en el libro no hay nada que entender. Son películas que exponen, que muestran imágenes del mundo de una manera nueva, o al menos diferente, y en esas propias imágenes está el disfrute y las claves de una nueva forma de entender en dónde estamos parados.

 

La herejía y lo personal

—Sos autor, literario y audiovisual, y docente en un instante donde todos filman, donde todos tienen cámara, es decir, donde la democratización de la herramienta es realmente global ¿que dirías define que puede ser experimental o no? 

—Es una pregunta actual, porque de hecho me parece bastante imposible llegar a una definición del cine experimental que no se traicione a sí misma con el correr del tiempo. Incluso dentro de la historia argentina hay muchas películas y estilos que se agrupan en el libro, pero que son antagónicas entre sí. Con esto quiero decir que el cine experimental, como el cine todo, es algo que evoluciona, muta y cambia a lo largo de las décadas. Si los fondos de producción y los festivales de cine de la actualidad tienen un casillero “experimental” para tildar y describir los proyectos habla de cristalización de ciertas características comunes en muchas de estas películas, lo cual no es otra cosa que un género de cine más. En cierta forma, dejaría de pensar en la idea de herejía (por más que ese concepto venda) y lo reemplazaría por la idea de opcionalidad.

—¿Qué apareció en el libro que quizás no venía de antes y te sorprendió?

—La idea recurrente del cine experimental es la de un tipo de películas cerebrales, pretenciosas, snob y lo que es peor, que hay que tener conocimientos previos o una bola de cristal para descubrir un significado oculto y huidizo. Mi hallazgo, o mejor dicho mi actitud principal (porque no descubrí nada que no estuviese allí anteriormente) al escribir el libro fue tratar de mantener viva la llama del atractivo que tienen estas películas. Sacar a estas películas del mundo académico y acercarlo lo más posible al mundo del cine que vemos todos los días.