ESPECTACULOS
FERNANDO MARTÍN PEÑA

El cine como una función pública a cuidar

Después de “Buñuel en México”, el MALBA lleva a cabo un ciclo sobre los trabajos del español en suelo francés. Ese recorrido es la excusa perfecta para hablar con el curador del Malba a la hora del cine, Fernando Peña, alguien que piensa el cine como pocos en Argentina. Anticipa la próxima edición de Asterisco.

Perfil
. | CEDOC

Una de las opciones más interesantes para los cinéfilos porteños son los ciclos que programa Fernando Martín Peña en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires. Crítico, coleccionista y exdirector del Bafici y Mar del Plata, Peña es un referente para aquellos que buscan una alternativa a la programación copada por la producción de Hollywood. Y durante octubre continuará con el Integral Buñuel que inició el mes pasado, ahora enfocándose en la etapa francesa del gran director español (toda la información del ciclo se encuentra en la web del Malba). Apunta Peña: “Lo de Buñuel es paradójico. Porque es probablemente el director más famoso de la historia del cine español y sin embargo casi no filmó en su país. Desarrolló prácticamente toda su obra en México y en Francia”. 

Luego de dar los primeros pasos como cineasta en Europa, explorando el terreno del surrealismo, Buñuel abandonó la España de la dictadura de Franco y pudo desplegar en México una gran trayectoria que terminaría en Francia con una película que sigue siendo hoy objeto de culto, Ese oscuro objeto del deseo (1977). Explica Peña: “Las circunstancias políticas y culturales en las que vivió fueron provocando cambios en el cine de Buñuel. Arrancó en Francia en plena explosión del surrealismo, al que entendía como un movimiento artístico y como una filosofía vital. Esa primera etapa francesa está marcada por una enorme libertad creativa que estaba relacionada con el financiamiento: era su madre quien le pagaba las películas. Después apareció un mecenas, un aristócrata francés que le dio el dinero para producir La edad de oro (1930). Volvió a España y trabajó para el cine de la República por un tiempo, pero solo como productor. Había acumulado experiencia en la industria cinematográfica francesa y la podía aportar a una bastante más precaria como la española. Pasaron veinte años hasta que volvió a dirigir. Fue en México, donde se dio cuenta de que había necesidad de directores ‘rentables’, confiables profesionalmente. Entonces hizo ésas películas que él llamó ‘alimenticias’ para poder filmar otras que eran las que realmente lo representaban más. De todos modos todas sus películas contienen rasgos de su rico imaginario, de su pulsión autoral”.

“En Argentina hay un gran público para el cine independiente”

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

En octubre la programación del Malba estará nutrida por películas que Buñuel hizo en Francia, el país donde de hecho realizó en 1929 su ópera prima, Un perro andaluz, y donde también rodó su último largo, Ese oscuro objeto del deseo, medio siglo después. En Francia, además, terminó Las hurdes, documental de poderoso contenido social prohibido en su país de origen, y pudo concretar un proyecto que sufrió muchas demoras, Tristana (1970), con Catherine Deneuve. Y de Francia eran Jean-Claude Carriere, su más frecuente co-guionista, y Serge Silberman, productor que en sus últimos años le dio a Buñuel libertad total para hacer lo que quisiera, sin presiones industriales de ningún tipo, lo que estimuló aún más la singularidad de la poética de este cineasta canónico.  

Para Peña no puede haber herederos de Buñuel. Se justifica: “Por una razón simple: Buñuel es el resultado de un momento puntual de la historia del cine y de la historia en general. Es un artista que atravesó las experiencias de la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial y que vivió en dos continentes distintos -además de México, estuvo un tiempo en Estados Unidos-. Todo eso se reflejó en su cine. También su formación cinematográfica es francesa. Son un montón de componentes que lo convierten en un caso efectivamente muy singular”. 

Admirador confeso de la obra completa de Buñuel, Peña acepta amablemente el juego de elegir una sola favorita. Es la opinión de un auténtico especialista: “Me quedo con El ángel exterminador. Porque tiene la narrativa de una película normal pero es todo lo contrario a una película normal. Y además tiene todo el potencial subversivo del surrealismo, esa pulsión autoral de la que hablaba antes. Tuvo una libertad total para hacer lo que se dio la gana y el resultado fue genial”.   

Al margen de este imperdible ciclo (otro condimento especial para amantes del cine amigos de la nostalgia: algunos de los largometrajes se proyectarán en fílmico), Peña también colabora con el Festival Asterisco, cuya novena edición tendrá lugar entre el 20 y 30 de octubre próximos. Creado para difundir el cine LGBTIQ+, este festival tiene hoy un formato mixto que suma a las funciones presenciales una programación online. Lo dirige el crítico Diego Trerotola y cuenta con la talentosa cineasta Albertina Carri como colaboradora importante. “Es algo que hago con mucho placer porque Diego y Albertina son amigos, además de ser gente muy inteligente y muy creativa. Me motiva trabajar con buenas personas. La calidad humana de la gente con la que laburás es muy importante”. 

De su paso por la función pública Peña tiene un buen recuerdo: “Estuve muy cómodo, en líneas generales. La idea que tuvimos durante nuestra gestión fue la de sumarle contenido retrospectivo a la programación más orientada al cine contemporáneo que había consolidado el festival hasta ese momento. Siempre manteniendo la impronta del cine independiente, claro”. ¿Repetiría en el cargo si se lo ofrecieran? “Podría, por qué no… Pero solamente si lo que me proponen me interesa y si puedo trabajar con los recursos necesarios, algo que últimamente parece ser muy difícil”. 

Como conocedor del circuito alternativo, Peña también puede hacer un buen diagnóstico de su presente y su perspectiva de futuro: “Acá hay un gran público para el cine independiente, para lo que es novedoso o desafiante. En el Malba son muchas las funciones a sala llena. Pero no es buen momento para que llegue cine que no sea de Hollywood a salas comerciales por un problema cambiario: hoy el valor en dólares de una película es una traba para los distribuidores. Con la cantidad de espectadores que puede convocar una película de estas, es muy difícil recuperar costos, casi imposible. Ya no estamos en los 90, cuando hubo en Argentina un momento de apogeo de un cine que no venía de Estados Unidos porque estábamos viviendo la ficción del uno a uno con el menemismo. Me parece que no se puede ni empezar a conversar de una solución viable para este tema porque la economía no te lo permite. Y aunque todavía hay espacios para este cine, van quedando menos: ya cerraron dos salas de Belgrano que pasaban este tipo de películas, el General Paz y el Arteplex. El Estado podría comprar esas salas antes de que se desmantelen, pero no parece haber ningún interés en una medida así. Ni se lo plantean”.

El cine en la ciudad

Entre 2004 y 2007 Fernando Martín Peña ocupó el cargo de director del Bafici. En esa época se empezó a sentir el impacto de los recortes presupuestarios que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires fue implementando gradualmente hasta llegar a la situación actual, la de un festival ostensiblemente devaluado, si se lo compara con el de las primeras ediciones, las que el propio Peña señala como las mejores. “A mí me parece que el director del Bafici tiene que ser consciente de que se trata de un cargo político que exige negociar con las autoridades para tener el presupuesto necesario. Un festival organizado por el Estado tiene que lograr la mayor masividad posible con la menor cantidad de dinero posible. Pero hay un límite: no se puede hacer un buen festival con menos dinero del que requiere, y eso lo tiene que pelear el director del evento. El macrismo, con sus políticas neoliberales, fue destruyendo de a poco los cimientos del festival. La verdad es que en los últimos años tanto el Bafici como el Festival de Mar del Plata han ido barranca abajo. En Mar del Plata mejoraron mucho las cosas con la renovación que produjeron Miguel Pereira y José Martínez Suárez, pero por falta de presupuesto también se está yendo a pique”.