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teatro

Hair, 50 años después

Corría la década del 60 y en Estados Unidos de Norteamérica nacía un movimiento contracultural, libertario y pacifista al que se denominó hippie, conformado por jóvenes que hartos de verse obligados a participar de una incomprensible guerra que se llevaba a cabo en Vietnam.

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Hoy y ayer. Hair vuelve en mayo del año que viene, en la Ciudad Cultural Konex. Se estrenó por primera vez el 27 de septiembre de 1967, en Broadway, en pleno apogeo del movimiento hippie, con sus canciones que proclamaban la búsqueda de la paz y amor. Se volvió una obra inoxidable. | Leila Sucardi

Corría la década del 60 y en  Estados Unidos de Norteamérica nacía un movimiento contracultural, libertario y pacifista al que se denominó hippie, conformado por jóvenes que hartos de verse obligados a participar de una incomprensible guerra que se llevaba a cabo en Vietnam –un lejano país del sudeste asiático al que eran obligados a marchar para morir en nombre de ideales que no consideraban propios– decidieron oponerse al sistema alzando un grito de rebeldía que muy pronto se convirtió en un envolvente, imponente rugido que obligó al mundo a dirigir la mirada sobre ellos, dejando atónita a una sociedad que no entendía a esos pelilargos y prepotentes manifestantes que ponían flores en los caños de las armas de la policía militar que intentaba dispersar sus manifestaciones y a la que muchas veces enfrentaban desnudándose completamente mientras demandaban  “hacer el amor y no la guerra”.

Pero su lucha iba aún más allá de la Guerra de Vietnam. También cuestionaban  la violencia de una sociedad patriarcal plena de mandatos levantando banderas en rechazo al racismo y la homofobia, contraponiendo a la represión sexual imperante en esa época la revolucionaria idea del amor libre, proclamando la igualdad de los sexos y el uso libre del LSD y otras drogas, mientras abrazaban la anarquía como respuesta a la creciente corrupción política.

Ese fue el fértil terreno del que se nutrieron Gerome Ragni, James Rado y Galt MacDermot para escribir Hair, la comedia musical ícono del género, que usaría por primera vez la música de rock para las bellas e insolentes partituras que la complementan y que vio la luz en Broadway el 27 de septiembre de 1967.

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Pocos años después se conocería la primera versión vernácula en la que comenzó su brillante carrera otro grupo de jóvenes conformado entre muchos otros por Valeria Lynch, Rubén Rada, Mirtha Busnelli, Susan Ferrer, Marilú Marini, Renata Schussheim, Roberto Villanueva, Fontova y Ana María Cores.

Pasaron 50 años y hoy, en pleno siglo XXI, Hair demuestra su absoluta vigencia. Por eso es tan bienvenida su reposición que se llevará a cabo en mayo de 2019 en Ciudad Cultural Konex, que presta su ámbito ideal para que una nueva versión, adaptada y dirigida por Pablo Gorlero, pueda ser disfrutada y discutida por toda una generación que aunque cueste creerlo, todavía se enfrenta a problemas muy similares a aquellos que preocupaban a los hippies de entonces.

La violencia sigue en las calles, las guerras continúan cada vez más sangrientas, la igualdad de géneros es aún motivo de discusiones, se aboga por la legalización de la droga, se endiosa al poliamor y la crueldad que conllevan la homofobia y el racismo no ha sido superada. Y es notable que en nuestro país sea innumerable la cantidad de jóvenes –y no tanto– que han decidido abandonar las grandes urbes para irse a vivir a lugares más paradisíacos o inspiradores donde se les permite desarrollar actividades que más tienen que ver con la paz y la armonía que con el negocio en sí.

Hace poco hicimos en Konex la presentación del nuevo elenco, con una reunión que tuvo que ver más con aquellos “happenings” de entonces que con una conferencia de prensa. Cientos de invitados –incluidos varios protagonistas de versiones anteriores– disfrutaron del patio del Konex mientras bebían unos tragos. Luego fueron invitados a pasar a la sala principal, donde Laura Oliva presentó a los 30 actores que asumirán los diferentes roles, quienes a continuación interpretaron cuatro temas de la obra.

Sobre el final, todos los actores de antiguas versiones se sumaron a los nuevos y desde el escenario, entre risas, llantos y abrazos fraternales terminaron coreando como si se tratase de un alucinante mantra las estrofas que piden “Deja que entre el sol”.

Fue entonces que por un momento sentí que tenía 50 años menos, la vida por delante y que valía la pena seguir luchando por un mundo mejor, más amable, más acogedor y en el que todos pudiéramos ser felices.

*Productor teatral.