ESPECTACULOS
Luciano Cáceres y Francisco Lumerman

“Hay espectadores que quieren experiencias complejas”

La dupla de artistas presenta obras en conjunto y por separado, tanto en la temporada de Buenos Aires como en la de Mar del Plata. En la costa, están Muerde y El beso. En CABA, Quieto.

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Luciano Cáceres. | GZA. MUERDE / GZA. QUIETO

El verano encuentra en plena actividad teatral a Francisco Lumerman y Luciano Cáceres. Los lunes de enero, en Chauvin Teatro (San Luis 2849, en Mar del Plata), Cáceres hace Muerde, el unipersonal escrito y dirigido por Lumerman. El mismo actor integra el elenco de El beso, escrito y dirigido por Nelson Valente, en la misma ciudad, en el Teatro Lido (Santa Fe 1751). Mientras tanto, Lumerman prepara el estreno de Quieto, el 2 de febrero en Nün Teatro Bar (Juan Ramírez de Velasco 419). Allí, las funciones los viernes a las 21 y sábados a las 18, reúnen a Miguel Ángel Rodríguez y a la también autora de la obra Florencia Naftulewicz.

—¿Cómo surge la obra “Muerde” y cómo es el personaje de este monólogo?

Lumerman: Tenía el desafío personal de escribir un monólogo. Leí diarios con noticias sobre una especie de moda de linchamiento, en Rosario, a personas que robaban. Fueron apareciendo los otros personajes, el mundo rural y el universo de René. La composición que hicimos con Luciano busca proximidad con el público, que el espectador vaya empatizando con René y con sus aventuras, y al mismo tiempo, se pregunte cómo ha llegado hasta ese lugar. Hay algo de lo policial y el thriller. El espectador está activo tratando de contestarse preguntas, cuyas respuestas el personaje tampoco tiene. Hay un juego con el suspenso, un juego de pistas falsas y de arrojar hipótesis.

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Cáceres: René es un pibe a quien abandonó primero su madre al nacer y después su padre a los 10 años, en un taller de carpintería de ataúdes. Es un pibe hipersensible, con cierto retraso, es el raro de este pueblo y muy solitario. En los 55 minutos que dura la obra, aparecen sus abandonos, su primer amor, su debut sexual, su relación con el pueblo y una habilidad que él empieza a desarrollar, dado que se mueve de noche y ve sin luz. La obra es un momento en el que él va a pasar por toda su vida, desde su corto entendimiento, pero con su gran humanidad.

—¿Cómo imaginan a un espectador que vacaciona en Mar del Plata, que vaya a ver “Muerde”, y no propuestas más pasatistas, o del género de la comedia?

C: Mar del Plata tiene una actividad teatral muy fuerte durante todo el año. Hay grandes colegas que resisten durante todo el año haciendo teatro independiente y de todo tipo de géneros. Obviamente, en la temporada, hay más comedia o lo ligado al entretenimiento. Muerde también entretiene, porque es muy nutritivo lo que vive René. Pese a que la gente cuida el mango porque está bravo todo, viene a Mar del Plata a vacacionar y a ver teatro. También es una oportunidad para conectar con otros públicos, de todo el país.

L: Entiendo que las personas necesitamos reírnos porque la realidad está muy compleja. Pero no subestimo la mirada del espectador. Seguro que Muerde no es una opción pasatista, pero hay espectadores a quienes les interesa vivir una experiencia un poco más compleja. Muerde trae preguntas, genera inquietudes. Venimos a dialogar con ese público y también, ojalá, a vencer prejuicios. En el teatro independiente, veo como problema que la comedia pareciera ser el único género posible. Y no; es uno de los tantos.

—Luciano, ¿cómo es la propuesta de “El beso” y cómo encarás proyectos tan diferentes?

C: En El beso, en principio me toca ser pareja con Jorgelina Aruzzi y a Luciano Castro con Mercedes Funes. Son dos parejas que van a ir mutando, según el tipo y forma de pareja que les toque atravesar. Para ambas obras me preparo igual, pero en el monólogo hay complicidad directa con el espectador y en El beso es triangulada: es con mis compañeros primero y eso se contagia a los espectadores. En ambos casos, tengo los mismos nervios y la misma adrenalina que tenía a los 11 años cuando empecé a laburar en teatro. Lo más lindo de nuestro oficio es poder ser otros, habitar otras vidas.

—Francisco, ¿qué te convocó para dirigir “Quieto” y cómo ha sido ese proceso con Miguel Ángel Rodríguez?

L: La propuesta fue de Karina Hernández, una de las dueñas y productoras de Nün, sala independiente que produce los materiales que le interesa tener en cartel. Miguel Ángel es una persona recontra brindada al trabajo, muy curioso, que está buscando sumar otros lugares menos recorridos. Su personaje, a partir de la muerte de su esposa, empieza a replegarse en su casa, en su sillón, y sucede el encuentro con su hija. Las tramas familiares tienen una riqueza propia de lo teatral, en cuanto a lo vincular; permiten habitar emociones, contradicciones. Uno podría trazar un mapa familiar teatral, desde los griegos, pasando por Shakespeare y así, para adelante.

Certezas y dudas de 2024

Lumerman y Cáceres miran la perspectiva del resto del año. Para este último, “2024 me agarra grande: cumplo 47 años. Tengo esperanzas de seguir desarrollando mi oficio y, al mismo tiempo, obviamente, la preocupación de todos los del ámbito teatral, del cine, qué va a pasar con nuestras industrias culturales. Si bien hay algunos proyectos en nuestro país, están a la espera de lo que suceda con nuestro cine, con nuestro teatro, con la ficción en la Argentina. En estado de alerta, defenderemos los derechos conseguidos y apoyaremos siempre la autogestión”. Por su parte, Lumerman confiesa “En la pandemia, entendí que no me sirve frenar sino al contrario, seguir en actividad. Derogar las leyes del Fondo Nacional de las Artes o del Instituto Nacional del Teatro me parece un error garrafal y peligroso. Pero de una manera u otra seguiremos. Con respecto a Moscú, yo tengo una sala de teatro, que también es una escuela: me preocupa que la gente pueda pagar una entrada, o una cuota de talleres. El teatro podrá ser uno de los canales de expresión para liberar angustias. En marzo, restreno, por tercera temporada, en Moscú, La vida sin ficción, que es la obra que dirijo y escribí y en la que actúo. También reestrenamos El amor es un bien, en su décima temporada. En mayo, estreno como actor una versión de La gaviota, de Lisandro Fiks, que se llama El hombre que no pudo, en Timbre 4. Y estamos empezando a pergeñar un proyecto con Lisandro Penelas y Diego Faturos, que seguramente sea una coproducción entre Timbre 4, Moscú y España”.