Lizy Tagliani no descansa. Trabaja en radio (El club del Moro), televisión (El precio justo) y teatro (Lizy, una chica diferente), y además, genera con bastante frecuencia noticias que levantan revuelo en los medios y las redes sociales. La última novedad fue, luego de los comentarios que suscitó su emotivo discurso sobre la identidad de género en la entrega de los Martín Fierro, la publicación que hizo de una fotografía de su adolescencia, cuando su fisonomía era muy diferente a la actual.
El nudo de su espectáculo teatral (que va de miércoles a domingos en el Multitabarís de la calle Corrientes) es, de hecho, el repaso de su vida, la revelación de sus convicciones y su intimidad en un ambiente cuyo clima distendido, de algún modo reproduce el de la peluquería donde trabajó durante años. “De hecho, la primera vez que estuve en teatro fue porque dos clientas consiguieron la plata para la producción –apunta Lizy–. Ahora tengo un unipersonal más ambicioso porque cuento con el apoyo de Gustavo Yankelevich. Yo decido casi todo lo que pasa en escena porque, como es mi vida, nadie mejor que yo para contarla, ¿no?”.
—¿Es una terapia en vivo?
—No sé, porque nunca hice terapia. Pero siempre fui una persona que le cuenta todo a sus amigxs. Me gusta mucho hablar de mis cosas, compartirlas con lxs demás.
—¿También sos buena para escuchar?
—Te diría que soy mejor escuchando que contando. En la peluquería escuchaba a todas mis clientas, ése fue uno de los secretos de lo bien que me iba. Pero soy pésima para dar consejos. No doy consejos ni opino de los asuntos ajenos. No me gusta juzgar, no hago nunca juicios de valor. Y si me contás algo, termina ahí. No hace falta que me digas que guarde el secreto.
—¿De dónde creés que viene esa virtud?
—No tengo mucha idea, porque mi mamá era bastante chusma, bastante metida (risas). Capaz que justamente, porque me daba mucha vergüenza escuchar que estaba con una y le decía una cosa, y después estaba con otra y le decía lo contrario... Por eso no me gusta opinar ni generar conflictos gratis.
—¿Cómo fue tu niñez?
—Fue espectacular. Con muchas carencias, pero divina, salvo por lo económico. Pero mi mamá hizo lo posible para que no me falte nada, para que no se note la pobreza. Vivíamos con lo justo, pero si ella decía: “a cenar”, era a cenar, por más que fuera pan con manteca y mate cocido. No se quejaba, nunca la vi lamentándose por la situación. Siempre tiró para adelante. Cocinaba en un calentador chiquito, pero teníamos servilletas y mantel bien prolijitos. Nunca nos hizo ver que estábamos pasando necesidades. Disfrutábamos de lo que teníamos y punto. Fui muy feliz de chica.
—¿Y cómo fue en la escuela?
—Era muy dedicada. Hacía todo lo que me pedían las maestras, pero nunca me salían del todo bien las cosas. Era aplicada, porque siempre fui de acatar las órdenes, de ajustarme a las reglas, pero me costaba...
—Hoy sos un personaje popular. ¿Qué es lo que pensás que te conecta con la gente?
—Me lo preguntan mucho, pero no tengo una respuesta. No sé muy bien. Lo que me parece importante es señalar que un personaje como yo, que irrumpió en los medios con una historia de vida tan particular y sin tener ningún antecedente, demuestra que cualquiera puede generar esa conexión con los demás si se lo propone de verdad. Lo demás no me lo pregunto demasiado.
—¿Te gusta la fama o extrañás algo del anonimato?
—Es que anónima no fui nunca. Siempre fui el maricón del barrio, la fea del colegio, la mejor compañera... Siempre llamé la atención. Imaginate que soy una chica trans desde los 13 años, así que caminando por la calle ya tenía pruebas de eso, para bien o para mal. La fama me ayudó a ser positiva y a estar feliz con mi personalidad. Cuando era una desconocida, los que veían un 1,70 m de travesti caminando por la calle murmuraban. Eran críticas constantes. Ahora, quizás haya algunos que dirían lo mismo, pero también recibo muchísimo cariño.
—¿Hoy la comunidad trans está bien representada en los medios?
—Hay muchas chicas con trabajo en los medios, sí. Y es importante porque permite visibilizarnos. Ahora Telefe prepara una telenovela con una protagonista trans, Mariana Genesio Peña. Lo crucial es que sean personas capacitadas y a las que les guste el medio. Y está bueno que aparezcan otros discursos trans diferentes al mío, porque yo soy una chica trans con bigotes, que me río de haber sido Luis y de calzar 43. Me dicen que me río de la genitalidad, pero no es así. A mí me da vergüenza hablar de la sexualidad.
—¿Proyecto que soñás?
—Capaz que suena como una burrada, pero no soy una mujer que sueña. Soy una mujer que anhela. El anhelo me llevó a buscar qué hacer. No sé si mi sueño era ser peluquera, pero mi anhelo era tener calefón, electricidad y agua caliente en la casa de mi mamá, entonces agarré algo que me ayudara con eso. Después le tomé mucho amor a la profesión. El otro anhelo grande que tuve fue el del cariño, y lo estoy consiguiendo desde que me transformé en una artista popular.
“Las trans seguimos siendo exoticas”
“Hay que impulsar el cupo laboral trans en el sector público en todo el país –afirma Lizy Tagliani–. No solo para que las chicas tengan un lugar en el Estado, sino porque esa medida es ejemplificadora y sirve para abrir las puertas del empleo privado. Todavía es difícil, casi imposible, encontrar una chica trans atendiendo una zapatería o una librería”.
Lizy también sostiene que es clave combatir los estereotipos, que siguen siendo muy comunes en la sociedad argentina. “Las trans seguimos siendo personajes exóticos de la sociedad, bichos raros. Eso se tiene que terminar. En mi peluquería trabaja una chica trans resignada, por ejemplo. Pero está ahí porque hace muy bien su trabajo. El tema es que tengamos las oportunidades”.
Desde su perspectiva, “hay una imagen que mucha gente tiene de nosotras que tiene que ver con un dato muy concreto: la mayor parte de las trans no queremos ser una señora de batón y ruleros, sino alguien como Moria o Susana. Al menos es así para las de mi generación. Nos gustan las mujeres fuertes, con personalidad. Yo soy una especie de Susana, a mi manera. Me gusta mucho ella, me encanta. La vi tanto que tengo cosas de Susana. No la imito, es algo natural, que surge del amor”.