ESPECTACULOS
Entrevista

Daniel Melingo: “La intuición es muy importante”

El cantautor presenta su 4º Encuentro Maximalista. En una noche única, participarán músicos y artistas como Fernando Noy. Recuerda los años 80 y reflexiona sobre las formas de la memoria en lo artístico.

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Identidad. El cantante sigue su fiel camino de libertad y de creaciones fuera de la norma. | néstor grassi

El 6 de diciembre Daniel Melingo realiza el 4º Encuentro Maximalista. Esta vez será en Niceto Club (Niceto Vega 5510). Se trata de una propuesta original, una invención centrada en lo musical, pero con aportes de diversas artes, como las de Fernando Noy y Katja Alemann. Melingo es cantautor, actor, director de cine y miles de cosas más. En los años 70, fue parte de la banda de Milton Nascimento. En la Argentina, una década después, de Los Abuelos de la Nada y de Los Twist; su trayectoria tiene una abundante parte dedicada, también, al tango. Ahora hace este concierto, junto a figuras como Stefanie Ringes, Juli Laso, Michele Bliman, quienes harán un repertorio centrado en uno de los discos de Melingo, Lions in Love.

—¿De dónde surge el nombre de Maximalista?

—A fines del año pasado, se me ocurrió la idea de hacer una retrospectiva, juntarme con queridos amigos y colegas de carretera, de tantos años, y repasar mi obra, que ya tiene más de cuatro décadas. Celebrando la amistad y el compañerismo, fui juntando amigos que estaban dispuestos a colaborar y darle forma al espectáculo. El nombre Encuentro Maximalista es lo contrario de minimalismo. Hay una exacerbación de todas las virtudes y de todas las épocas que siguen en el escenario. Convivimos tres generaciones diferentes de artistas.

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—¿Qué implica que sean encuentros únicos, irrepetibles?

—Sí, no se repiten. Si bien algunos artistas se repitieron en estos cuatro encuentros, los repertorios son diferentes y los artistas van variando. Es como el río de Heráclito. El río nunca es el mismo; sobre todo en los conciertos, puedo tener una banda y tocar un mismo repertorio, pero el show va cambiando.

—Tuviste una parte de tu aprendizaje en modalidad académica, en el Conservatorio “Manuel De Falla” y también, aprendizaje autodidacta. ¿Cómo se entrelazan esos dos modos de aprender?

—Creo que un artista es una complejidad de varias técnicas. Yo considero que la música entra por el oído, es todo mnemotécnico. Si bien yo tengo una formación escolástica, de conservatorio, siempre recuerdo la frase de mi profesora de armonía que me decía: “Melingo, usted improvise y después analice”. Para mí la intuición es muy importante, si bien la técnica y los estudios te dan la posibilidad de darle forma a lo que después, más adelante, vas dándole determinación. La intuición y el sentido común, la espontaneidad, la improvisación tienen mucho que ver a la hora de crear, como es el caso mío, que soy compositor y autor. Mis estudios siempre me han servido para desarrollar lo que surge de una manera espontánea. Yo utilizo una serie de recursos; mis estudios siempre me han servido para desarrollar lo que surge de una manera espontánea.

—¿Cuánto te aportó tocar junto a grandes artistas?

—Para mí haber hecho mi tesis, arriba del escenario, con Miguel Abuelo o con Charly García, fue un aprendizaje enorme. Se vuelve a repetir con las nuevas generaciones que trabajan conmigo. Yo voy traspasando ese conocimiento en la práctica porque la música es acción con el otro. La fuente somos nosotros. Donde se termina la canción, la música, es en el oído del público, en el oído del otro. Es una transversalidad compleja o complementaria lo que se va haciendo. 

—¿Cómo conociste y se incorpora a tus encuentros Fernando Noy?

—La importancia de Fernando y de Katja es muy grande. Fernando es como el maestro de ceremonias de cada evento y prepara un número especial para cada encuentro. Nos conocimos en el ’78 en el carnaval de Salvador de Bahía. Desde ahí desarrollamos una larga amistad, compañerismo y entendimiento artístico. Pasa lo mismo con Katja, quien es como bisagra de la primera parte y de la segunda parte, con su número performático, con su canción, con su texto, con su incitación. Me hace estar muy cerca de mis pares, con quienes comenzamos, en los años 80.

—¿Cómo describirías esos años, los 80?

—Muy completos. Pasaban muchas cosas. Nosotros nos estábamos formateando, en el gran primer momento inicial que nos va a marcar toda la vida. Uno va juntando la experiencia y va haciendo de eso la personalidad y el carácter de cada uno, de cada artista. Lo que pasó en los primeros años de los 80 fue inigualable y nos marcó a fuego a toda esa generación. No solo a los artistas, sino también al público. La importancia que tiene el público es enorme porque ahí depositamos nuestras expectativas, nuestro trabajo. En los 80, en el underground, había una complementación directa entre el público y eventos reducidos. Podemos recordar sobre todo el café Einstein; el lugar se fue magnificando con el tiempo. Era un lugar muy pequeño donde el artista y el público estaban prácticamente en un mismo cuerpo. Los 80 para nosotros fue la cuna, este caldo de cultivo, que después nos hizo como artistas.

—¿Qué relación hay entre ese caldo de cultivo y los climas políticos de dictadura y postdictadura?

—Todo eso se fue cociendo durante la dictadura. El café Einstein se abrió durante la dictadura. Se fueron gestando los repertorios que después desarrollamos, como el Ring Club, grupo musical que fundé a fines de los 70. Era un marco que después, en esa gran válvula de escape y olla a presión, fue el comienzo de la patria en democracia. La elaboración fue en dictadura: puertas para adentro se trabaja mucho. Si bien los espectáculos eran muy tarde a la noche, estábamos todo el día trabajando sobre la creación de esta nueva propuesta que íbamos a desarrollar durante los años 80.

—¿Cómo ves el presente?

—Yo me involucro permanentemente con los nuevos artistas. Para mí, es muy importante tener el ojo y el oído pendientes de las nuevas propuestas. En este 4º. Encuentro, participan las nuevas generaciones, como Milo Crook, que es el hijo de Willie Crook. Milo es un talentosísimo músico, a quien acabo de terminar de producirle su álbum debut. Es el mismo caso de mi hijo, Félix, que canta las canciones de Los Abuelos de la nada, a las que nosotros acompañamos con el montaje. Hay un ida y vuelta y una permanente atención en lo nuevo que está pasando y en las nuevas propuestas. Para nosotros, los artistas que venimos de más años, es muy importante detenernos a escuchar las nuevas propuestas. Nos nutren.

—Con todo el camino artístico transitado, ¿podés permitirte hacer solamente proyectos donde se plasman puramente tus ganas, tus deseos?

—Para mí el arte es acción. Por ejemplo, mi relación con el cine viene de hace años, primero con bandas sonoras, después con participación actoral, con grandes directores como Mariano Galperín. Comencé el rodaje de un largometraje, en el cual escribí el guion y estoy dirigiendo. Me estoy atreviendo a este nuevo oficio. Ya tuve una experiencia hace tres años, una codirección de El teorema de Mosner, con Esteban Perroud. Ahora me lancé a esta nueva aventura, que es dirigir cine.

—El arte ha estado en tu infancia; te ha acompañado toda la vida. ¿Es una elección o un destino?

—Creo profundamente en el destino y creo que al destino lo vamos forjando nosotros. Nuestro destino es nuestro pasado y nuestro futuro. Yo creo que fue un trabajo desde chico, mi intención, esta que se encuentra en este presente y con un pasado trabajoso y una perspectiva de futuro interesante. Por eso hice esto del arco del destino. Creo que me queda bastante tinta en el tintero todavía para investigar sobre mi interior y mis cosas. Tengo unas pulsiones muy grandes, que estoy descubriendo a lo largo de mi búsqueda. Creo que el camino es largo y me da mucha satisfacción esta búsqueda, que es la base de mi destino.