ESPECTACULOS
Premio San Francesco

La luz de una sola vela y la oscuridad del mundo

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Galardón. En Roma, la Pontificia Universitá Antónianum le otorgó a Alejandro Roemmers el primero premio San Francesco que no se brinda a una obra sino a una persona por su forma de vida. | GZA. DUCHE&ZARATE

Quienes me conocen saben sobre mi admiración por San Francisco de Asís. En cada ocasión que lo amerita, lo expreso y lo remarco. Hijo de una familia adinerada de esta pequeña ciudad en la Provincia de Perugia, Francisco decidió despojarse de los bienes paternos y entregarse de lleno a Dios: abrazó la pobreza y vivió una vida evangélica, predicando a todos el amor de Dios. Su sencillez, su humildad, su fe y su amor a Cristo le permitieron vivir la vida con alegría y como una permanente celebración de la magnificencia de la creación. Fue por ello que el Papa Gregorio IX decidió canonizarlo y, a partir de allí, lograr que su legado trascendiera su época, para convertirse en un modelo atemporal y en una figura valorada mundialmente, símbolo de la espiritualidad cristiana.

Creo que nadie puede negar ni discutir que hoy, a casi 800 años de su muerte, su legado sigue aún vigente y su filosofía de vida sigue siendo un ejemplo para muchos. No es un hecho ni un detalle menor que nuestro actual Sumo Pontífice haya elegido ese mismo nombre para ser representado: fue por la misma humildad, la misma vida austera y la profunda devoción hacia los pobres. Al igual que San Francisco de Asís.

Hace pocas semanas me ha tocado vivir dos momentos muy emotivos. Por un lado, la Pontificia Universitá Antónianum de Roma decidió reconocerme con el Premio San Francesco, un galardón que anteriormente ha sido otorgado a autores que promuevan estudios científicos sobre derecho, filosofía, mariología, la Sagrada Escritura y teología, así como sobre los valores evangélicos. Fue la primera vez que la institución reconoce a una persona por su modus operandi. Que una entidad con más de cien años de historia, promovida por la Orden de Frailes Menores, haya destacado el talante franciscano en mi modo de vivir, es para mí un compromiso y un incentivo para continuar obrando y profundizar en este camino. A diario y en cada uno de mis actos procuro que se exprese el amor, el cual sólo puede ser enseñado con el ejemplo. 

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A los pocos días de aquel reconocimiento, y valga la pena destacar el lugar, impulsamos en Asís un abrazo simbólico por la fraternidad universal, con el simple objetivo de fomentar la paz y el amor entre todos los habitantes del planeta. Me pareció menester para dar inicio a esta propuesta que tendrá continuidad en distintas ciudades del mundo, que este primer encuentro ocurriese ni más ni menos allí, en el lugar donde recibió su vocación cristiana y donde falleció San Francisco: la Porciúncula del Santuario de Santa María de los Ángeles. Difícil poner en palabras los sentimientos que surgen al ver a decenas de jóvenes comprometidos por una misma causa, jóvenes desconocidos, de todas las etnias, en busca de un mundo sin guerras, donde reine la paz y el amor entre las personas. 

Tantos años de historia, de evolución, de avances tecnológicos y en las telecomunicaciones… Tantos años de predicar la paz y aún sigue habiendo guerras en el mundo. Los responsables no toman dimensión de las consecuencias que esto trae a nuestro planeta: el hambre y la pobreza están afectando al mundo entero. Esto nos tiene que doler. Todos somos parte de una unidad y cuánto más en contacto estamos con nuestro ser interior, más percibimos que todos somos parte de un todo. Consecuentemente, cuanto más daño hacemos, peor nos hacemos a nosotros mismos. 

San Francisco de Asís es reconocido también por ser el patrono de la ecología. Nos enseñó que debemos cuidar nuestra casa común: el planeta Tierra. Pero ese cuidado no sólo implica la naturaleza, sino primordialmente al ser humano, al hombre. Y eso se logra mediante la paz.  Debemos tomar el compromiso de construir un mundo mejor, no sólo para quienes lo habitamos hoy, sino para las generaciones futuras. Pensemos en ellos. Un mundo sin guerras es posible.

* Escritor y filántropo.