Los primeros días de enero regresa Laura Novoa con la versión teatral argentina de Atracción fatal en el Multitabarís Comafi (Av. Corrientes 831) que se mantuvo en cartel durante esta primavera-verano. La historia de amor, sexo, celos, locura y violencia del film de Adrian Lyne, que habían estrenado Michael Douglas, Glenn Close y Anne Archer en 1987, en Buenos Aires la hacen Pablo Rago, Sofía Gala y Laura Novoa, junto a Esther Goris, Nicolás Pauls y Ana María Picchio, todos dirigidos por José María Muscari.
La obra se acerca a temáticas siempre vigentes, que se resignifican en tiempos de revisión del patriarcado y el feminismo. Laura Novoa se reconoce públicamente como una defensora de los derechos de la mujer, y desde esa perspectiva participa de esta entrevista:
—Tu personaje, Beth Gallagher, es la esposa de Dan, quien tiene una aventura erótica con Alexandra Forrest. ¿Cómo te llevás con tu personaje?
—Yo siempre me hago amiga de mis personajes. De la película, me había quedado la sensación de una moralina sobre una monogamia que ya no existe. Habiendo yo transitado tantos matrimonios frustrados, empecé a empatizar con el personaje de la esposa, a partir de ese momento tan crítico de las mujeres a los 30, a los 40: querés construir algo que creés, que te dijeron, que es la felicidad: tener el hijo, el marido, la casa, el auto, el colegio, y que estudie inglés. Hay un combo, del que no estuve tan lejana, que las mujeres, a los 30, a los 40, hemos tratado de construir. A esa edad, la mujer tiene fuerza, hace todo el esfuerzo, sube la escalera y llega al tope, y entonces aparece la pregunta: “¿Tengo ganas de estar acá?”. Desde ahí, empecé a construir mi personaje. Ama al marido, pero en pos de su “felicidad” lo pierde de vista, y no puede construir con él sino que empieza a construir sola… La esposa se tiene que deconstruir, como todos nosotros. La idea de esta monogamia establecida, casarse para toda la vida, socialmente vemos que no funcionó y, cuando no funciona, saca lo peor de nosotros. Tratamos de meternos en estructuras que no son nuestras, [pero] que nos imponemos a nosotros mismos. Hay algo que no funcionó, pero todavía nadie sabe qué va a hacer. Cada uno tiene que investigar sobre sí mismo: eso es lo que nos está faltando.
—¿Cómo combinás el trabajo de actriz en el teatro, de miércoles a domingo hasta tarde de noche, y el rol de ser madre de Mora (17) y Franco (12)? (De su matrimonio con el autor-guionista Mario Segade)
—Ser madre, mujer, trabajadora y argentina, en esta Argentina de hoy, ya es casi un milagro. Yo soy por determinados meses una madre tradicional. Luego, el ritmo del trabajo en el teatro con respecto a la sociedad está al revés. A las mañanas, muchas veces, así, en pijama, te metés en el auto, vas al colegio, ni te bajás, volvés y te acostás a dormir hasta las 12. Pero es cuestión de organizarse. Hay una idea muy impregnada del espectador sobre las actrices, de un glamour que no existe. He trabajado toda mi vida para sacarla.
Estilos de Feminismos
—¿Cómo te posicionás como feminista?
—Eso de que las mujeres odiamos a los hombres no es así. Es otra cosa. A mí me encantan; la paso rebién con ellos. [El feminismo] tiene que ver con ser sensible al dolor de otro. Nos unió la lucha del aborto, porque es el máximo exponente de la lucha por la soberanía de los cuerpos femeninos o gestantes. Abrió un camino que tenemos la obligación de continuar. En Italia, el país más católico del mundo, la ley de despenalización del aborto es de hace 40 años, y nosotros seguimos… Sí, hay pequeños cambios: aceptar a una persona que elige su género, tener el matrimonio igualitario, saber que cada uno es soberano de su cuerpo.
—Has apoyado denuncias que hicieron colegas como Calu Rivero, Valeria Bertuccelli, Erica Rivas…
—Hay que apoyar todas las denuncias, sean cuales fueren. Nos han idiotizado a las mujeres durante mucho tiempo. Ahora sabemos que podemos decir: “¡Eh!, no, ¡pará!”. Después, vía la ley, se verá hasta qué punto fue. No me importa. Eso, después. Primero, le creo a toda mujer que denuncia cualquier clase de abuso. No hace falta que te violen para decir: “No me gusta que me toques el culo”. No interesa si la chica tiene pollera corta o si estaba mostrando el escote; nada te autoriza a tocarle las tetas. El “cómo estabas vestida” hay que desterrarlo. Los actores tenemos la obligación de decir estas cosas, porque somos, un poco, comunicadores sociales de lo que la gente no está pudiendo decir.