ESPECTACULOS
Palito Ortega

“Lo que hay que tener es perseverancia”

El cantante, compositor, actor, director y productor presenta su última creación musical. Recuerda sus inicios, a María Elena Walsh y a Frank Sinatra. También reflexiona sobre su período en la política y describe la importancia de su amistad con Charly García.

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Celebración. El tucumano aprovecha su nuevo estilo de clásico y de vanguardia. | gza. prensa palito ortega

El destino estaba escrito”, dirá al final de la entrevista Ramón “Palito” Ortega; para algunos, el Rey. Cantante, compositor de numerosos temas que pasaron del castellano a muy distintos idiomas y artista con millones de discos vendidos. También actor, director y productor con más de treinta películas en su haber. Ortega acaba de lanzar un nuevo álbum con Sony Music: Te llevo bajo la piel, disponible en CD y en las plataformas digitales. Completa así la trilogía iniciada con Rock & roll (2017) y Románticos 60’s (2018). Ahora presenta algunos clásicos universales como Mejilla a mejilla, La dama es una trampa, Simplemente caminar bajo la lluvia, Sonríe y Algo tonto, entre otros temas. 

Cuando se le subraya su perfecta vocalización, Ortega confiesa: “Aprendí respiración, pero creo que el cantante popular es tal porque puede ser uno más de los que van por la calle tarareando. Un día salía de la pensión donde me alojaba y escuché a un señor que silbaba un tema mío. Lo seguí dos cuadras para confirmar que era mi melodía. Ahí comprendí que podía rodar por las calles y llegar a todos. El público iba a cantar y así se daba la comunicación entre el escenario y la gente. Sentí esa participación. Escribía con este sentimiento: tienen que cantar conmigo. Buscaba estribillos que pudiesen ser cantados. Cuando llegás, es porque te pueden seguir. Nadie me quería grabar Sabor a nada porque les resultaba difícil. Siempre sentí que la gente quería cantar, sentirse parte de un show. Todo lo que escribí lo hice pensando en que la gente quería cantar”. Esto explica que su canción La felicidad esté grabada en numerosos países e idiomas. 

—¿Cómo fue la elección de los temas que integran este álbum de reversiones?

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—Esta idea surgió una noche después de los shows de Sinatra, siempre tomábamos unas copas en su suite. Charlando con el arreglador musical –Don Costa–, quien había hecho una versión de Sabor a nada, fue Sinatra el que me sugirió que lo interpretara con una gran orquesta. Después la grabé en Alemania y quedó suspendido este proyecto. Pero quería hacer estas melodías clásicas de los años 50 y 60 con grandes bandas. Son canciones que marcaron toda una época. 

—¿Qué nace primero: la música o la letra de una canción?

—Es indiferente. A veces es una frase, una palabra o una imagen que te inspira. No hay fórmulas. Composición se estudia, pero la inspiración es natural de cada uno. Recuerdo un día que iba por Libertador, paré en un semáforo y empecé a tararear, haciendo ritmo en el volante. Cuando llegué a mi casa, agarré la guitarra y fue La felicidad. Hay versiones en muchos idiomas. Uno no sabe hasta dónde va a volar. Tuve la suerte de contar con grandes intérpretes a los que admiraba mucho, como Lucho Gatica, Tito Rodríguez o Antonio Prieto, quienes interpretaron mi querida melodía Sabor a nada.

—Compuso “Canción del jacarandá” junto a María Elena Walsh. ¿Cómo fue? 

—Con ella tuve una relación muy afectuosa. No cualquiera le llegaba fácilmente. Era muy sensible y muy inteligente. Cuando nos encontrábamos, le gustaba que agarrara la guitarra. Nunca lo tomé seriamente. Éramos amigos y escribimos varias canciones más. Lo que pasó es que El jacarandá la incluyeron en las escuelas y luego la puse en una de mis películas. Era un placer estar con María Elena. Con los años, con la perspectiva, me di cuenta de su dimensión humana y artística. Empecé a interiorizarme más sobre lo que escribió para chicos. Cuando peleé contra Bussi, ella vino a Tucumán, me acompañó y cantó. Era un ser muy auténtico y cuando te quería lo hacía de verdad. Fue una hermosa amistad.

—¿Por qué decidió volver al país después de irse?

—Me fui porque perdí todo después del recital de Frank Sinatra. Me faltaba cantar en los cumpleaños. Quise pagar todas mis deudas y después de cuatro o cinco años las había saldado. Pero quedé cansado y fatigado. Necesitaba cambiar de aire y se lo dije a Evangelina (N de R: Salazar, con quien cumplió las bodas de oro en 2017). Recordé el abrazo que me dio Sinatra antes de irse del país y sus palabras: “si necesitás un garante en los Estados Unidos, no dejés de llamarme”. Cuando fui allí, le dije que quería seguir produciendo y hacer algún show con mi música. Llegaron gerentes de bancos que no me conocían y me ofrecieron créditos. Compré un terreno, me hice una casa y armé una productora. Compraba en Argentina y lo vendía en Estados Unidos. Sinatra siempre me mandaba invitaciones para que viera sus shows. Nunca quise ir, sentía que no correspondía de mi parte. Así creció mi productora en los Estados Unidos y empecé a construir una escuela en Tucumán. Cuando la terminé, la bauticé Un Nuevo Sol. 

—¿Se arrepiente del período político: gobernador de Tucumán y luego senador?

—No hay que arrepentirse. Siempre pienso qué movió Dios para que pasara esto. En uno de mis viajes desde Estados Unidos a Tucumán, mis amigos me dijeron: “Va a ganar Bussi, porque la gente no quiere a los políticos”. Empiezo a investigar y descubro que tienen un proyecto nacional: buscaba ser gobernador y luego proyectaba ser presidente. Así iba a llegar un militar al poder por elecciones. Ahí decidí enfrentarlo. Fue una batalla muy dura. Finalmente le gané y le corté el proyecto. El motivo de mi intervención en la política y el disparador real fue ese: quise parar a Bussi.

—Salvó a Charly García…

—Siempre lo respeté mucho. En una época el rock tenía una mirada muy especial de la música popular. Nos peleamos un poco en ese tiempo. Pero cuando estuvimos cerca, lo vi en un momento difícil, de mucha angustia, y me acerqué más. Estuvimos siete meses juntos en Luján, aislados, con dos días de terapia a la semana. Gracias a Dios, ayudó mucho que ahí tengo un estudio de música. Cuando se angustiaba, su cable a tierra era sentarse en el piano y grabar. Fue una etapa maravillosa. Tengo construida una capilla y cuando salíamos a caminar le decía: “Vamos a rezar un poco”, y Charly se estancaba como un chico, no quería entrar. (Se ríe del recuerdo). Es un hombre muy querido por la gente y muy talentoso.

—¿Es un hombre de mucha fe? ¿Estuvo con el papa Francisco?

—Sí. Tengo fotos con Juan Pablo, creo que Francisco es el tercer Papa con el que estuve. La primera vez que llegué a Roma, quise conocer el Vaticano con San Pablo VI. Soy muy creyente. La fe me sostuvo en un momento muy difícil. Llegué a Buenos Aires con 16 años, sin dinero, desde Tucumán, y aquí no conocía a nadie. La única hermana que tuve la atropelló un colectivo y la mató mientras yo estaba aquí. Creo que el dolor templa el alma y el espíritu. Nada fue gratuito ni regalado: lo que hay que tener es perseverancia.

 

Evangelina Salazar, su renunciamiento y sus hijos

Palito Ortega y la actriz Evangelina Salazar conformaron una familia con seis hijos, todos vinculados con el mundo artístico. El mayor, Martín, hoy trabaja en la productora Underground junto a su hermano Sebastián, quien la creó. Julieta es actriz e incursionó en el diseño textil, Emanuel y Rosario son cantantes y Luis, cineasta. Recuerda Palito: “Leonardo Favio decía que era su continuador. Se llama Luis por Sandrini, con quien filmé su última película (N de R: Qué linda es mi familia, 1980). No estaba bien de salud y me confesó: ‘Le estoy pidiendo a Dios que me deje terminarla’”. 

Su hija menor, Rosario, estuvo nominada a los premios Gardel 2021 en la categoría Mejor Álbum Pop Alternativo por su disco Otro lado. Sobre ella dice: “Desde muy chiquita quiso ser cantante. Estudió música y se preparó. Por eso Charly la tomó en su banda. Fue muy importante la nominación. Me alegra que le vaya bien porque es profesional de verdad y no improvisa”. 

Confiesa: “Creo que definitivamente mucho tuvo que ver la madre. Yo me iba de casa con un chico que gateaba y cuando volvía ya caminaba. Mis ausencias no eran de un fin de semana. Si hay un plan tan fuerte en la historia, es en el hogar. Ella sostuvo a toda la familia. Siempre estuvo pendiente de los hijos. Cuando filmó aquella película (Del brazo y por la calle) y ganó como mejor actriz en San Sebastián, dijo: ‘Se terminó mi carrera’. No sé qué hubiera pasado si seguía trabajando como actriz. Tuvo un renunciamiento a su carrera. El mérito es todo de ella”, finaliza.