ESPECTACULOS
‘TEMPORADA 2023’

Los espacios donde vive el movimiento contemporáneo

Responsables de salas como Planta Inclán, Movaq y Face analizan la realidad del sector. Reflexionan sobre la afluencia de público y la escasez de subsidios.

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Amplitud. De “Vivir vende”, de Mayra Bonard a “Tango al paso”, la propuesta de la danza actual sabe oscilar entre formas muy diferentes de existir y de hablarle a diferentes públicos con vitalidad. | GZA. IGNACIO SANCHEZ / JESICA ECHARRI

En la danza contemporánea, hay mucha gente talentosa, con deseos de producir, crear, mostrar sus trabajos. Lo podemos hacer en espacios privados, independientes, aunque no todos cuentan con un piso de madera o un piso flotante (no se puede bailar sobre cemento o baldosas). Pero es difícil acceder a salas del circuito oficial o del circuito comercial, donde producir en condiciones más o menos dignas, con cachet para los bailarines y el equipo. Pero hay una ignorancia, un desprecio hacia la danza, pese a que el público sí quiere ver danza, cuerpos, movimiento. La danza es una disciplina que fascina, pero hay una cosa retrograda respecto de ella”, así describe el coreógrafo Pablo Rotemberg a la danza en la Argentina, y más específicamente, a la danza contemporánea independiente en la ciudad de Buenos Aires. Más allá de las compañías oficiales (Ballet Estable del Colón, Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, Compañía Nacional de Danza Contemporánea, Compañía de Danza de la UNA, Ballet Folklórico Nacional, entre otros organismos), la danza contemporánea tiene una vida intensa, aparentemente circunscripta a un público y a espacios reducidos.

La bailarina y coreógrafa Natalia Tencer dice que la danza, “debería estar más considerada por las políticas culturales. Necesitamos más recursos y espacios, donde trabajar, ensayar, enseñar, encontrarnos, producir”. Rotemberg avanza: “La diferencia entre el presupuesto de Proteatro y el de Prodanza es absurda, vergonzosa. El subsidio para una obra de danza es una ridiculez, una estupidez, una falta de respeto”.

Estas condiciones participan de que la danza en CABA quede entre un círculo de habitués en pequeñas salas. Algunas históricas han sido el Portón de Sánchez, Espacio Callejón; en el último tiempo, se ha sumado El Galpón de Guevara, Fundación Cazadores. Asimismo, algunos espacios con fondos públicos: el Centro Cultural Rojas, el Centro Cultural Borges, el Centro Cultural 25 de Mayo, el Sábato-Espacio Cultural; más recientemente, el Centro Cultural Kirchner, el programa Situar Danza de Tecnópolis. Hoy, salas independientes con un perfil definido hacia las artes del movimiento: Face, Movaq, Planta Inclán, Área Teatro.

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Juan Onofri, de Planta Inclán, celebra la excepcionalidad de su espacio: “No hay demasiadas salas, con buen nivel técnico y cuidado espacial, que tengan enfoque prioritario sobre la danza. La nuestra fue comprada y construida en 2018 con subsidios del Instituto Nacional del Teatro, que, creo, consciente de que la danza tiene una presencia muy importante pese a la falta de espacios con apoyo estatal para ella, abrió el espectro de esa convocatoria, sabiendo que íbamos a darle una impronta fuerte desde el movimiento, y no exclusivamente teatral”. Ahora observa otra problemática: “Para una sala de unos 50 espectadores, es muy complejo el esquema económico de sostenimiento. Los subsidios están totalmente devaluados. La ecuación entre el valor de una entrada, los costos técnicos y el reparto para la sala y una compañía es completamente deficitaria. Para dignificar ese ingreso, las entradas tendrían que subir a unos $5000, lo que por supuesto nadie pagaría en nuestro sector”.

Disponibilidad de espacios y subsidios son ejes de la discusión, desde la perspectiva de Onofri. También, la ubicación geográfica y la generación de nuevos públicos: “Planta Inclán está en el sur de la ciudad. Da un poco de vergüenza decir que es como la periferia, porque hay un subte a cincuenta metros. Tenemos que romper esa inercia, con la programación y la comunicación, para que la gente llegue hasta acá. Por otro lado, el público de danza es muy de nicho. Hay una disputa para ver cómo hacer que se interesen otros públicos por los espectáculos de danza. Renunciar a ella implicaría un desinterés en dialogar con otros públicos”.

También Galpón F.A.C.E (Formación de Artistas contemporáneos para la Escena) está en Parque Patricios desde 2010. Funciona como una organización civil dirigida por Inés Armas, Victoria Viberti y Fagner Pavan. El análisis de Armas coincide con colegas del sector: “Actualmente bajó la cantidad de producciones independientes en la ciudad: los apoyos estatales no alcanzan para cubrir las necesidades de los proyectos. Además es un desafío convocar públicos y proponer alternativas que se salen de los centros habituales del teatro porteño”.

Julieta Rodríguez Grumberg presenta Movaq: “Muchas de las personas que integramos Movaq como cooperativa (Lía Maza, Analía Slominski, yo, entre otras) venimos de la danza. Movaq pertenece a Escena (Agrupación de Espacios Escénicos Autónomos) y también, al Frente de Emergencia de la Danza, porque para nosotres es muy importante la militancia, la red, el tejer, dar oportunidades para todes. Si bien no hay fronteras en las artes escénicas, en la torta de repartición de recursos estatales, van más para lo que se denomina “teatro”. Militamos fuertemente por que exista un Instituto Nacional de Danza”.

Más de 20 años en el sector es mucho tiempo para la danza, arte en perpetua renovación. Por eso, El Portón de Sánchez, abierto en 2000, tiene historia para contar, en la voz de una de sus cabezas, Roxana Grinstein: “Desde el comienzo, la danza estuvo en horarios centrales. Han pasado por aquí, por  ejemplo, Mendiolaza, de  los  inicios  del Grupo  Krapp, recién llegados de su Córdoba natal, y Carlos Casella, Pablo Rotemberg, Federico Fontán, Julia Gómez, Carla Rímola, Laura Figueiras, Silvina Grimberg. Entre los nombres internacionales, estuvieron David Zambrano, Akram Kham, los bailarines de Pina Bausch. La danza ha capturado al público y es momento de que tenga espacios donde siga mostrándose en toda su dimensión”. 

En Aérea Teatro, sala más reciente, abierta a espectadores desde 2019, su responsable Brenda Angiel desarrolla una programación solamente de danza, la cual “contemple realizar temporadas de, por lo menos, un mes en cartel, y así, rebatir esa idea de que la danza no tiene público o no llega a la gente”.

Monina Bonelli presenta la peculiaridad del Centro Cultural 25 de Mayo: “El CC25 es un espacio de la Subsecretaría de Políticas Culturales y Nuevas Audiencias del  Ministerio de Cultura del GCBA . Su administración está en la esfera del Centro Cultural Recoleta. Es un espacio descentralizado de la ciudad, con íntima e histórica relación con la danza. El público lo reconoce. La danza requiere una máxima protección, porque en esta actividad el cuerpo está constantemente en riesgo: necesita tiempo para desarrollarse, un piso acorde, condiciones de seguridad y luminotecnia que valorice su factura visual”.

Adriana Barenstein, programadora en el Centro Cultural Borges y  referente del sector de la danza hace décadas, ilumina y concluye el tema: “A veces, las dificultades para mantener un grupo unido en el tiempo, sostener la energía, más allá de tal o cual obra, son de orden básico: no tener un espacio para ensayar, eso que te da refugio, contención y condiciones para sostener los proyectos, hacerlos crecer, discutirlos, negarlos, afirmarlos. Necesitamos de espacios que alojen, para que pueda existir un “nosotros”, un lugar de encuentro real, no virtual, donde pensar, argumentar, bailar, armar, desarmar y para que exista el hecho artístico, en este caso, la danza”.

 

¿Qué es la danza contemporánea?

Artistas y gestores acercan características de las obras que hacen y/o programan, y en sus palabras se delinean definiciones acerca de ese huidizo objeto que es la danza contemporánea.

Juan Onofri: “Planta Inclán es un espacio para pensar las prácticas corporales del siglo XXI, inscriptas en los problemas de esta contemporaneidad que nos toca: la danza es un campo para atravesar esas cuestiones. Privilegiamos proyectos que asuman riesgos: artísticos, de producción, con cierto arrojo, con cierta peligrosidad; propuestas que se meten en problemáticas de género, sobre racismo, problemáticas de lenguaje; proyectos que trabajen de forma transdisciplinar”.

Eleonora Pereyra: “En Timbre 4, programamos obras donde los cuerpos en escena son suficientes para tener una experiencia escénica poderosa sin necesidad de una narrativa textual”.

Fagner Pavan: “El espacio de FACE programa obras que se arriesgan a cruces de disciplinas y experimentan diversos lenguajes: danza contemporánea, danzas urbanas,  teatro físico, danza butoh, y también instalaciones performáticas. La danza es lo que pasa entre los cuerpos, el intercambio de movimiento en el tiempo presente, ya sea en funciones, clases, ensayos o encuentros”.

Natalia Tencer: “La danza contemporánea es parte de nuestro tiempo. Cercana. La  estamos creando. La estamos inventando en este preciso momento, en el que se conjugan las propias consignas, estilos, imaginaciones, procedimientos y prácticas. Tiene que ver con el sentido de libertad y con la diversidad  expresiva y de identidad de cada cuerpo y, sobre todo, con la improvisación”.

Monina Bonelli: “Lo contemporáneo en la danza es una búsqueda virtuosa para el dislocamiento de formas y dinámicas predecibles. El constante intento de hallar poesía y potencia en un movimiento que carga con la sabiduría de la tradición y se rompe para renacer”.