Es una intérprete de dos mundos, entre Argentina y Europa, más precisamente Francia e Italia. Así podría ser definida Alejandra Radano. Actúa, canta, baila y este año volvió a sorprender con su papel de Fanny Navarro en Deshonrada. Ahora está en La Usina del Arte presentando Tres dramas para orquesta. Exploraciones del drama musical, creado junto a Diego Vila y Fabián Luca, por ahora sólo hasta este sábado a las 19.
“Trabajamos durante un año con Fabián (Luca) –cuenta hoy Radano–, así salieron los tres monodramas. Buscamos cómo narrar con el canto. Agregamos un monólogo de Santiago Varela, que no llegó a hacer Tato Bores, donde se propone una galería de personajes. ‘La culpa de todo es de los periodistas. Esa es la verdad dijo uno de ellos, mientras rezaba para que no les faltara nunca ni la violación, ni el asesinato de cada día’,” interpreta frente al grabador acelerando su decir como el célebre monologuista. “Recuerdo una película italiana –subraya–, Il Divo de Sorretino, donde hay un monólogo donde se dice “¿Por qué para garantizar el bien hay que perpetuar el mal?”.
—¿Cómo se crea entre tres?
—Se aprende a trabajar en grupo, lo primero es lo musical. Construimos una dramaturgia diferente, que no se entiende de manera intelectual. El repertorio nos conduce a este hilo invisible que une a todas las canciones. Es como si fuera el esqueleto. No nos proponemos hablar sobre un tema. Estamos atentos al material, que nos tiene que gustar.
—¿El arte tiene obligación cívica frente a la sociedad?
—Es un medio y ahí aparece la responsabilidad de una como decidora. Una debe ser estricta con lo que hace. A mí en particular me gustaría pensar que lo que hago no es sólo entretenimiento, sino que ayudaría –aunque ingenuamente– a salvar el mundo.
—En “Deshonrada” el relato de la muerte de Juan Duarte se asoció a la de Alberto Nisman: ¿fue adrede?
—La obra la empezamos a ensayar en agosto de 2014, ya estaba escrita cuando pasó lo del fiscal. Mucha gente lo asoció, pero no fue la intención.
—Conociendo tanto Buenos Aires como París, ¿nuestra vida cultural es excepcional?
—¡Sí! Allí hay más orden. Es como comparar a un anciano de noventa años y otro de cuarenta. Ellos tienen la sabiduría de la edad, tal vez sean infantiles, como los viejos que se vuelven niños. Conocemos su pasado, son dueños de una nación. Antes me sentía en falta, ahora disfruto el presente donde esté. El lugar está en uno. No hay que buscar nada afuera, todo está adentro.
—No buscaste el camino de la popularidad.
—No, sólo quiero tener espacios para trabajar, y a veces se complica. Estuvimos en Santiago de Chile y todo funcionaba. Trato de ser optimista, pero tenemos un estado creativo en la precariedad, lo somos sin razón, ya que podríamos no serlo. Hay que modificarlo, pero nos resistimos.
—Si hubieras pasado por programas como “Bailando por un sueño” o “Cantando...”, se te hubieran abierto más puertas, como a Fernando Dente.
—El cree y quiere la fama, yo prefiero estar en los museos, que me llame Tantanian, ir a Le Parc en Mendoza, o a los teatros de Rosario o al de Ushuaia, aunque también desearía tener cubierta mi sustancia.
Proyectos y defectos
Confirma Alejandra Radano que tendrá un próximo año plagado de viajes. “Voy a estar yendo y viniendo, ya que me propusieron volver a hacer La ópera de tres centavos en Lyon y en distintas ciudades, la haré en francés y en alemán.”
“Veo televisión –confiesa–. Me encantan los unitarios de canal 7, como Los siete locos y ahora La verdad, también seguí Entre caníbales. Sigo los ciclos de cine, miro todos los noticieros, a los unos y a los otros. El último en llamarme para la televisión fue Adrián Suar, hice 099 Central. En ese mismo momento me llamó Alfredo Arias para trabajar en París y mi cabeza estaba allí. Hice mi trabajo muy profesionalmente, pero creo que no me metí en el ámbito.”
Repondrá también Delirio gaucho, los jueves de este mes en Santos 4040 y el 2 y 3 de noviembre estará en la Comunidad Amijai con otro de sus clásicos: Canciones degeneradas.
Parece la misma joven que debutó en el Drácula de Pepe Cibrián Campoy en 1990, continuó integrando los elencos de Cats, Beauty and the Beast, Chicago y Cabaret, sin olvidar que desde la gestión del director del Teatro del Rond Point –Jean Michel Ribes– es, todo un lujo, la artista permanentemente invitada para interpretar desde la opereta René l’Enervé hasta La ópera de tres centavos de Brecht & Weill. Una artista argentina y de exportación.