ESPECTACULOS
Festival Lazos

Reivindicar otra vez lo esencial del teatro

Francisco Lumerman y Lisandro Penelas abren las puertas del espacio vanguardista, programan espectáculos y un ciclo de teatro leído con obras de cinco países.

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Reinicio. Francisco Lumerman y Lisandro Penelas buscan reabrir para generar la expansión a nuevos espacios incluso en plena época de pandemia. | GZA. ARIEL GONZÁLEZ AMER / IVONNE KUBER / LAU MASTROSCELLO / RICARDO SICA

En enero de 2021, en plena pandemia, Francisco Lumerman y Lisandro Penelas reabren su sala teatral Moscú, cuyo nombre se inspira en la ciudad asociada a la concreción de los sueños, en Las tres hermanas de Chéjov. Ahora, en Velazco 535 estrenan ese nuevo sitio, organizan funciones, actividades y clases. 

El sábado 23 y domingo 24, realizan el Festival Lazos en el que pequeños grupos de actores leerán cinco obras, de cinco países, en vivo (luego también se difundirá la filmación): Variaciones sobre la espera, de Juan Ignacio Fernández (Argentina); Ofelia no estaba loca, de Carla Valdivia Rosello (Perú); Solo creo en el fuego, de Ángela Palacios y Carlos Martín Peñasco (España); Mujer en bosque, de Julia Haenni (Suiza); y Sería una pena que se marchitaran las plantas, de Ivor Martinic (Croacia), el mismo de Mi hijo solo camina un poco más lento. 

Los responsables de esta iniciativa son, también, artistas: El amante de los caballos, de Penelas, y El río en mí, de Lumerman son algunas de las obras previstas para enero y febrero. Explica Lumerman: “Nos fuimos volviendo gestores y productores de Moscú, sin darnos cuenta, creando organización y formas de trabajo, cuando fueron apareciendo los desafíos. Sin embargo, es una tensión constante para lograr el delicado equilibrio entre lo creativo y lo administrativo”. 

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En efecto, mantener un espacio, sus gastos y el riesgo de un contrato de alquiler que vence en dos años es muy complejo. Detalla Penelas: “La mayor fuente de ingreso se debió siempre a los talleres, para mantenimiento del universo físico y compra de elementos (luces, equipamiento sonoro o gradas)”. El desafío fue mayor en 2020: “Sostuvimos el espacio con las clases que dictamos por Instagram y nuestras obras en YouTube. Recibimos aportes de Ciudad y de Nación, pero han sido realmente insuficientes. Generamos también una membresía y tuvimos donaciones. No podríamos soportar otro año como el pasado, sin un apoyo más firme de parte del Estado”, concluye Lumerman. 

Penelas recapitula la historia hasta aquí: “El lugar [en la calle Camargo, de 2015 a 2019] nos empezaba a poner un límite; teníamos que subalquilar otras salas para clases o ensayos. El viejo Moscú era de solo 70 m2, con un solo baño para actores y público. A fines de 2019, el dueño del aumentó el 100%. Una locura. Ese fue el empujón final para irnos. Dimos con este nuevo lugar, y en enero y febrero de 2020 trabajamos acondicionándolo. Ahora tiene un bar, un hall de recepción, una oficina, una sala para cuarenta personas y otra para más de cien, una cabina de operación técnica y un lugar de guardado de escenografía. En marzo de 2020, cuando se iba a inaugurar, se decretó el aislamiento y desde entonces quedó cerrado”. Lumerman le da sentido a este regreso: “Esta vuelta a la actividad es vital. Sabemos que económicamente es inviable, pero los espacios que podamos asumir, tanto lo edilicio como lo económico, tenemos que hacerlo. Para volver a establecer lazos con la comunidad, para nuestra salud mental y volver a trabajar de lo que nos gusta hacer y también para demostrar y que pueda comprobarse que el teatro es una actividad segura. Si se mantienen las distancias y se tiene el barbijo colocado, es una actividad que tiene muy poco riesgo. Esta pandemia ha evidenciado también el poco valor que se le da a la cultura como bien común, y cuán necesaria es porque durante esta cuarentena 

muchísimas personas recurrieron a la ficción (series, películas, música y libros). Ojalá todo esto sirva para repensar la categoría de lo que es esencial en este mundo”.