En televisión, Jorgelina Aruzzi no ha tenido papeles protagónicos, pero todas sus intervenciones, incluso en roles fugaces, son inolvidables. Ahora es Susy Contreras, la compañera fiel de Nina, a cargo de Griselda Siciliani. Es parte insustituible –como otros grandes de la actuación: Verónica Llinás, Juan Leyrado, Enrique Liporace– de la exitosa fórmula de Educando a Nina, que va por las noches de Telefe.
Aruzzi participó de diversos y masivos productos de la televisión argentina, como Chiquitas, La niñera, La pelu (con Flor de la V) y Viudas e hijas del rock & roll. Pero subraya las virtudes en el mundo del teatro. Integró El hijo de puta del sombrero (con Florencia Peña, Pablo Echarri y elenco; puesta que le mereció un ACE como mejor actriz de reparto en 2012) y Le prenóm (dirigida por Arturo Puig), y realiza proyectos escénicos independientes.
—¿Cómo describirías a Susy y al equipo de “Educando a Nina”?
—Susy está tomando un poco más de independencia, por su historia con Juan Leyrado, que es el padre de Mara Brunetta [uno de los dos personajes que encarna Siciliani]. Con Griselda, pese a que no habíamos laburado juntas, nos divertimos mucho, y además compartimos que las dos somos madres. Y junto con Vero, también establecemos un código muy interesante. El secreto de la actuación de esta comedia es que todos sabemos el tono: es una comedia muy arriba, todo tiene que ver con el juego. Hay muchos momentos que no están en el guión; entre los actores, los técnicos, el director, ahí se van armando.
—¿Conocés el mundo del cuarteto? ¿Qué ha dicho la Mona Giménez?
—La Mona Giménez está participando, está su hijo también. Grabar los recitales del cuarteto es alucinante, porque nos comemos que es de verdad: bailar, la tanga, el movimiento del culito.
—¿Qué opinás sobre la polémica que despertó la identidad y la tonada cordobesa de los personajes?
—Cuando se nos pidió que fuéramos cordobeses unos 15 días antes de empezar [a grabar], para todos fue un gran desafío, pero nos pusieron un coach genial. Todavía lo tenemos encima y nos va corrigiendo. [Pero] en el vértigo de la tira, no tenés tanto tiempo para investigar. Cuando hacés una peli, sí. En la tira, es “vamos a los bifes”. Grabamos 10 horas por día; te dicen cómo es el acento mientras te ponen el micrófono, es así el ritmo de la tele, y hay cosas que se tienen que resignar. Lo que nunca resignamos es la comedia. Es un estilo para hacer humor desde la imperfección, desde el trajín. No pensás mucho en la profundidad de una escena o que te salga genial. En teatro, solés tener un tiempo de elaboración. [Lo de los cordobeses] no es una imitación, es una interpretación desde nosotros, que somos porteños. Entonces, sí, hubo gente que se enojó –en las redes sociales el anonimato permite agredir–, pero otra que no te agredía, sino que te tiraba tips. Son divinos los cordobeses, la manera de hablar que tienen es muy compleja, a nosotros nos resultó muy difícil hacerla, pero nunca dejamos de hacerlo con humor y respeto. Lo que me parece importante preguntarse es por qué las grandes producciones se hacen en Buenos Aires y están contadas por porteños.