Los festivales de cine son algo enorme. Una aventura gigante que pone en escena todo el cine que a lo demonio de Tasmania se comen y no dejan ver los Godzillas de Hollywood. Incluso en días donde el acceso al material es, se lo busque legal o ilegalmente, posible, hay una verdad de perogrullo: el cine es cine en las salas. El trigésimo Festival Internacional de Cine de Mar del Plata lo sabe. Y lo respira en un cumpleaños ejemplar.
Porque hay números de un Festival que pueden sonar huecos (400 películas, por ejemplo, o varias actividades que van por fuera de la sala de cine). No lo son. Nunca. Un Festival como la corriente edición de Mar del Plata es un lujo, y ese lujo el evento lo viene germinando desde hace varias ediciones.
La presencia de nombres como el hongkonés Johnnie To (con la película de clausura, la 3D Office), el francés Arnaud Desplechin (su film será la apertura del Festival), el armenio Atom Egoyan o el norteamericano Peter Sohn, presentando lo nuevo de Pixar, son un ejemplo nada menor y bastante clave de la diversidad e intensidad. Sin mencionar otros nombres que no sólo agrandan un festival sino que permiten comprobar su expansión (a veces también sus caprichos, pero eso es algo bienvenido en tal evento).
Dentro del Festival, habrá tres diferentes competencias. la Internacional, la Argentina y la Latinoamericana. La primera incluye filmes como Eva no duerme, de Pablo Agüero, con Imanol Arias y Gael García Bernal, o la nueva película de Alejandro Agresti, Mecánica popular. También estará en la sección La luz incidente, de Ariel Rotter.
En la Competencia Argentina, se espera con mucha ansiedad geek Kryptonita, la adaptación del libro de Leonardo Oyola que muestra a superhéroes clásicos como Batman y Superman traducidos a la realidad del conurbano bonaerense. Entre los 11 largos que hacen a la competencia, verá su estreno el nuevo film de José Celestino Campusano, El arrullo de la araña.
En la Competencia Latinoamericana podrá verse una documental de la nieta de Salvador Allende, Marcia Tambutti, llamado Allende, mi abuelo Allende, la premiada 600 millas, de Gabriel Ripstein, hijo del famoso director mexicano, y también el estreno de la nueva película de Raúl Perrone, Samuray-S.
Entre esas gemas que el cinéfilo busca a lo pac-man devorar y poder disfrutar, Mar del Plata está particularmente generosa: Las mil y una noches, de Miguel Gomes; El asesino, de Hou Hsiao Hsien; The Forbidden Room, de Guy Maddin; Chant d’hiver, de Otar Iosseliani, o la preciosa Heart of a Dog, de la siempre enorme Laurie Anderson (que homenajea a su fallecido marido, la leyenda Lou Reed).
Hay que considerar el prisma de Mar del Plata, que permite una reunión del grupo Suárez o una retrospectiva de Aleksandr Dovzhenko, un nombre mayúsculo del cine soviético (y al que se podrá ver de tal forma). O las múltiples charlas que tendrán lugar en diferentes rincones del Festival y que este año permiten un mano a mano excepcional con el cine del pasado y del presente. Otra feliz vez.