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Galería de videos: cómo se veían las grandes capitales europeas y la ciudad de Buenos Aires el siglo pasado

Un usuario de Twitter creó un hilo que recopila material audiovisual de las capitales europeas y Buenos Aires desde finales del siglo XIX hasta principios del XX.

Europa posee un rico archivo del pasado que narra de principio a fin su historia. El costumbrismo europeo ha sido retratado infinidad de veces por fotógrafos, cuyo metraje sirve de inmortal testimonio de lo que el continente europeo fue antaño y en lo que se ha convertido ahora. Sorprende ver cómo ha cambiado la ciudad y sus ciudadanos.

Es un tesoro que actualmente se puedan encontrar y disfrutar videos e imágenes que recuerdan cómo era la vida a finales del siglo XIX y principios del siglo xx Esto es lo que sucedió con un usuario de la red social X, @SerdeLuzChecker, quien publicó material audiovisual de las capitales europeas de aquella época.

Las capitales europeas hace más de 100 años 

En los años 30, Londres era una ciudad en recuperación tras la Primera Guerra Mundial y afectada por la Gran Depresión. Aunque conservaba su estatus cultural y financiero, la vida estaba marcada por la moda, el jazz y el arte vanguardista. Sin embargo, la pobreza y la amenaza de la Segunda Guerra Mundial también eran realidades palpables.

En 1896, el Puente de Westminster, ubicado en el corazón de Londres, emergía majestuoso sobre el río Támesis como un símbolo emblemático de la arquitectura victoriana. Con sus imponentes torres y elegantes arcos de hierro forjado, el puente encarnaba la grandiosidad y el progreso de la época. Desde su inauguración en 1862, se había convertido en un punto de referencia icónico en la ciudad, sirviendo como un vital enlace entre las animadas orillas del río y uniendo las distintas partes de la bulliciosa metrópolis.

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París, la Ciudad de la Luz, el mismo año, deslumbraba con su esplendor arquitectónico y cultural, siendo el epicentro de la Belle Époque. En medio de este esplendor se alzaba majestuosa la Catedral de Notre Dame, una obra maestra gótica que había dominado el horizonte parisino durante siglos. Con sus imponentes torres, intrincadas esculturas y magníficos rosetones, Notre Dame era mucho más que un lugar de culto; era un símbolo de la historia y la identidad de la ciudad. 

En 1896, tanto París como Notre Dame respiraban el aire de una era de renovación y progreso, mientras continuaban cautivando a visitantes y parisinos por igual con su incomparable belleza y significado histórico

El mismo año, Viena, la capital del Imperio Austrohúngaro, era una metrópoli vibrante y sofisticada, donde la creatividad y la opulencia convergían para crear una atmósfera única en la historia europea. La ciudad estaba en el apogeo de su período dorado, conocido como la "Belle Époque vienesa". Con su arquitectura imperial majestuosa, sus amplias avenidas y sus cafés literarios llenos de intelectuales, Viena era un centro cultural y político de renombre mundial. La música, el arte y la literatura florecían, con figuras como Gustav Klimt, Sigmund Freud y Johann Strauss II dejando su huella en la ciudad. 

Situándonos todavía en 1896, Milán, una de las ciudades más importantes de Italia, estaba experimentando un período de rápido crecimiento y transformación. Como centro industrial y financiero del país, Milán estaba en pleno auge durante la época de la Belle Époque. La ciudad estaba marcada por su floreciente industria textil y su emergente sector financiero, lo que atraía a una creciente población en busca de oportunidades económicas. Además de su importancia económica, Milán también era un centro cultural destacado, con la inauguración del Teatro Alla Scala en 1778 y el surgimiento de movimientos artísticos y literarios.

En 1909, Barcelona era una ciudad en plena efervescencia cultural y transformación arquitectónica. Inmersa en el movimiento del modernismo catalán, la ciudad estaba adornada con obras maestras arquitectónicas como la Sagrada Familia y atravesaba un período de intensa creatividad en todas las formas de arte. Con un ambiente vibrante y una rica vida cultural, Barcelona se destacaba como un centro de vanguardia en Europa.

Berlín, la capital del Imperio Alemán, en 1896 era una metrópoli en ebullición, donde la mezcla de tradición y modernidad sentaba las bases para el papel prominente que desempeñaría en el siglo XX. La ciudad experimentaba un rápido crecimiento industrial y se estaba convirtiendo en un centro cultural y político de gran importancia en Europa. Con sus amplias avenidas, majestuosos edificios y bulliciosa actividad comercial, Berlín irradiaba un aire de modernidad y progreso. Además, la ciudad era un hervidero de actividad intelectual y artística, con la presencia de figuras destacadas como el compositor Richard Strauss y el filósofo Friedrich Nietzsche. Sin embargo, también existían tensiones sociales y políticas, ya que el imperialismo alemán se enfrentaba a desafíos internos y externos.  

En 1922, Ámsterdam, la capital de los Países Bajos, estaba emergiendo de los estragos de la Primera Guerra Mundial y comenzaba a recuperar su vitalidad y esplendor característicos. La ciudad, conocida por sus hermosos canales y arquitectura histórica, estaba experimentando un resurgimiento cultural y económico. A pesar de los desafíos de la posguerra, Ámsterdam mantenía su reputación como un centro comercial y cultural importante en Europa. La ciudad estaba impregnada de un ambiente cosmopolita y progresista, con una vibrante escena artística y una mezcla de tradición y modernidad que la hacía única.

En 1927, Varsovia, la capital de Polonia, se encontraba en un proceso de renacimiento tras las adversidades de la Primera Guerra Mundial. La ciudad, que había sufrido devastadoras consecuencias durante el conflicto, estaba emprendiendo una ambiciosa reconstrucción que reflejaba su resiliente espíritu nacional. Los arquitectos y urbanistas se embarcaban en proyectos de revitalización, integrando elementos de la arquitectura modernista con el rico patrimonio histórico de la ciudad. Este renacimiento cultural también se reflejaba en la efervescencia de la vida nocturna, con la aparición de nuevos cafés y locales de entretenimiento que atraían a una generación joven ávida de experiencias cosmopolitas. A pesar de los desafíos económicos y políticos, Varsovia estaba emergiendo como un centro dinámico de creatividad y actividad, encaminándose hacia un futuro prometedor en la Europa de entreguerras.

Buenos Aires en 1920

En la década de 1920, Buenos Aires, la capital de Argentina, estaba experimentando un período de expansión y modernización sin precedentes. La ciudad, conocida como la "París de América del Sur", estaba experimentando un florecimiento cultural y económico, impulsado por la riqueza generada por la exportación de productos agrícolas. Las calles de Buenos Aires estaban impregnadas de un ambiente vibrante y cosmopolita, con la aparición de nuevos teatros, cafés y locales de baile que reflejaban la influencia de la cultura europea. La arquitectura de la ciudad también estaba experimentando una transformación, con la construcción de majestuosos edificios inspirados en estilos como el art déco y el neoclásico. 

 

RM/fl