IDEAS
Opinión

La vulnerabilidad de ser el fracaso del otro

El mal momento del peronismo y la necesidad de lograr una dificultosa unidad.

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Cristina Fernandez de Kirchner | Cedoc perfil

El PJ quedó fuera del Poder (Ejecutivo nacional) por motivos que aún persisten y que se consolidan como barreras en el camino para recuperarlo.  La mayoría de ellos surge como consecuencia de una importante crisis de identidad después de muchos años en el poder. Crisis de tal magnitud que, aún en el medio de una gestión con escasas posibilidades de mostrar algún resultado -de los buenos -como la de Cambiemos, la mayoría de sus dirigentes no logran convertirse en elegibles 2019. Los ejes de análisis para comprenderla son de múltiple naturaleza como lo son las acciones que deberán tomar para revertirla, empezando por iniciar alguna autocrítica o emprender un proceso de renovación, aunque parece que nadie cuenta con la capacidad o la disposición para hacerlo.  Esa dificultad, la que conlleva la solución, alimenta entre ellos, la esperanza de que sea el mismo derrumbe de Cambiemos el que los arroje nuevamente al poder. De igual forma que, en gran parte, su propio fracaso los arrojó a ellos en 2015.  Pero hete aquí que esa percepción, la del fracaso del oficialismo como motor de adhesión PJ, no llega aún a la opinión pública, en parte, porque su propio espacio está lejos de ser una opción.  La tolerancia al error de la gestión actual, sin dudas se consolida frente a la falta de espacios políticos superadores.

En este contexto, aparece como tema dominante y prioritario en cada uno de sus dirigentes, lograr la “unidad”. Una unidad que la misma crisis de identidad dificulta dado que las piezas parece que no encajan ni haciendo fuerza.  Es que alcanzarla no solo resulta de la sumatoria de candidatos PJ, en algunos casos a todas luces irreconciliables, sobre los resultados de una encuesta. Si bien lograrla es elemental, no es la única medida que deben enfrentar para reconstruir confianza con el electorado. Hecha de cualquier manera no servirá para nada. La fragmentación que hoy experimenta el PJ, es producto de profundas divisiones forjadas durante años y eso se nota. Hace falta algo más que un cuestionario y la matemática para juntar a Cristina y Urtubey.

Así las cosas, sus dirigentes solo logran modular una pálida voz, que no les permite estar presente, en términos de imagen, aún, como opción 2019.  Se han transformado en buscadores de votos, por lo cual a veces moderan su crítica y otras veces la profundizan, según la oportunidad, acentuando la falta de credibilidad. En este contexto aparece, como la caballería, el mismo sindicalismo de siempre, pero con renovadas energías. Sus dirigentes, la mayoría de los cuales es peronista, se ha vuelto el brazo más potente y visible como espacio opositor, con recursos, logística y capacidad de adquirir protagonismo y con ello darle fuerza a un discurso alternativo que empuje votos a la estructura partidaria.  No obstante, existen muchas dudas sobre su utilidad en el terreno electoral ya que como actor social tiene, desde tiempo inmemorable, menos de 10% de imagen positiva. No importa el contexto ni el signo político del partido gobernante, si cualquier sindicalista se presenta a elecciones, obtendría pobres niveles a menos que sea en el medio de una lista sábana. La justificación de esa valoración radica en la percepción de una dirigencia muy poco transparente, eternizada en el poder de sus estructuras a través de sus proles, cónyuges, tíos, primos, y todo aquel que tenga una pizca de gota de su sangre que circule por allí. No parece ser lo que el PJ necesita para reconstruir su imagen entre los electores. 

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Tanto el PJ como Cambiemos deberían empezar a dejar de sobre ponderar en sus análisis al derrumbe del oponente como elemento para allanar su camino al triunfo, y empezar a resolver, de manera saludable, sus propias debilidades para ser opción en un nuevo sistema de partidos. Una sociedad agotada de fracasos y frustraciones quedará agradecida.