Un día como hoy, pero de 1985, México amaneció sacudida por el terremoto más mortífero de su historia. Aquel 19 de septiembre a las 7.17 de la mañana un sismo de 8.1 grados en la escala de Richter desplomó edificios, destruyó casas y provocó la muerte de unas 10 mil personas. Todo eso en tan sólo dos minutos.
Este martes, a 32 años de esa fecha, México revivió el pánico y la desesperación, cuando un sismo de 7.1 sacudió el suelo causando destrozos y más de 100 muertos. Una hora antes, se había desarrollado un gran simulacro a lo largo de todo el país, como sucede todos los 19 de septiembre para conmemorar la tragedia y para prevenir una nueva catástrofe.
El recuerdo aquel día permanece en la memoria de los mexicanos y los especialistas no dudan en afirman que fue la catástrofe natural más mortífera registrada en toda la historia de México.
La sacudida, que fue equivalente a 316 bombas nucleares, se cobró la vida de más de 10.000 personas y dejó más de 5.000 desaparecidos. La dimensión de la tragedia fue tan grande que la asistencia estatal se vio superada, lo que provocó un aluvión solidario entre la población que salió a las calles para rescatar a los que todavía permanecían atrapados entre los escombros. Alrededor de 4.000 personas fueron salvadas de morir atrapadas, según publica el portal El País de España.
Desde ese día, los simulacros son habituales: los operativos incluyen evacuaciones rápidas de las viviendas y los trabajos, llamadas por teléfono a los familiares y, más recientemente, se incorporaron los grupos de Whatsapp, los estados de Facebook y los perfiles de Twitter, para llevar tranquilidad.
Se calcula que los daños materiales causados alcanzaron los 8 millones de dólares, y casi un millón de personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares.
El terremoto de 1985 indignó a México, no sólo por la pobre respuesta del Gobierno, sino también por los daños que pudieron haberse evitado si se hubieran seguido los protocolos de seguridad y no se hubiera escatimado en gastos para construir con materiales resistentes a los temblores. Los derrumbes cambiaron el panorama urbano y las calles de la capital, pero también fue señalado como uno de los sucesos más democratizadores en la historia reciente del país.