La insurrección destinada a remover del poder a Nicolás Maduro era algo que estaba acordado. Según cuatro fuentes consultadas en Caracas, dos independientes, una vinculada a Juan Guaidó y otra vinculada al gobierno de Maduro, los hechos del martes 30 de abril fueron como se describen a continuación.
Arreglo. El acuerdo se dio entre las Fuerzas Armadas que respondían –y siguen respondiendo– a Maduro y Leopoldo López, que había tenido una activa participación en el diálogo con la cúpula de las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas, y también con el temible Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), diálogo en el que también hubo alguna participación el gobierno de Estados Unidos.
¿Cuál era el arreglo? La liberación de Leopoldo López se iba a producir en la madrugada del miércoles 1 de mayo e inmediatamente después iba a seguir a esto una marcha de López y Guaidó a la base aérea de La Carlota, en Caracas. Ese iba a ser el puntapié inicial de un levantamiento generalizado de las Fuerzas Armadas en todo el territorio. Se había dispuesto una salida de Maduro del país y, por supuesto, el acuerdo garantizaba la amnistía de la cúpula militar.
Pero en ese momento se produjo una filtración –que tal vez pudo haber provenido de algún sector militar que no tuvo una adecuada comunicación, o no estuvo muy convencido de estos hechos– y esto aceleró una reunión del Tribunal Superior de Justicia de Venezuela (TSJ), que dispuso una acordada para ordenar la vuelta a prisión de Leopoldo López.
Advertida de esto, una de las integrantes del TSJ, la jueza Marisela Godoy, renunció al tribunal, porque no estaba de acuerdo con “las medidas que se van a adoptar”, es decir, la detención y el traslado de Leopoldo López de su arresto domiciliario a la cárcel. Ante esto fue que acató la orden de indulto de Guaidó y liberó a López, porque liberarlo de su prisión domiciliaria era mucho más fácil que intentar liberarlo de una prisión, lo que hubiera significado una operación de mayor envergadura, con costo en vidas, para la cual, además, el Sebin no estaba preparado.
Por lo tanto, el comienzo de la Operación Libertad se adelantó 24 horas, y cuando López fue liberado en los cuarteles todo el mundo dormía. Esta situación produjo desconcierto. El apoyo que esperaban Guaidó y López no ocurrió, y esto le dio tiempo a Maduro para rehacerse, y la comunicación que existía entre funcionarios importantes del gobierno de Estados Unidos y la cúpula militar de las Fuerzas Armadas Bolivarianas se canceló. De ahí surge aquella expresión por parte de los negociadores del gobierno de Trump que decían “estamos llamando a los celulares y los celulares se apagaron”.
El comienzo de la Operación Libertad se adelantó 24 horas, y cuando López fue liberado en los cuarteles todo el mundo dormía. Esta situación produjo desconcierto. El apoyo que esperaban Guaidó y López no ocurrió, y esto le dio tiempo a Maduro para rehacerse.
Ante la falta de coordinación que se observó ese día como consecuencia del adelantamiento de la operación, algunos militares que vieron que el factor sorpresa se había perdido rápidamente se apresuraron a quedarse en su lugar y proclamar una vez más su lealtad a Maduro.
Así se produjo el fracaso de la Operación Libertad, que además se puso en marcha un día laboral, lo que impidió que la gente se manifestara en las calles como lo hizo el 1 de mayo, cuando esto estaba ya organizado. Tampoco había una información clara de lo que estaba sucediendo y, por ende, la calle no le respondió a Guaidó. Lo que ocurrió el martes 30 marcó, desde el punto de vista de los hechos, el fracaso del movimiento insurreccional que pensaba llevar adelante el “Presidente encargado”.
Características. El viernes estuve en la conferencia de prensa que dio el presidente alterno Juan Guaidó, y realmente fue una interesante experiencia verlo, escucharlo. ¿Cómo lo vi? Guaidó tiene una característica muy curiosa: su timbre de voz es bastante similar al de Hugo Chávez, luce relajado, tranquilo, sonriente, responde a las preguntas con serenidad, con argumentos sólidos y con una estrategia estudiada. A la pregunta sobre si fue un fracaso el episodio del 30 de abril, responde: “Fracaso es la falta de energía eléctrica, la falta de agua, la falta de alimentos, la hiperinflación, los salarios indignos que se ganan en Venezuela”. Es un argumento claramente planificado.
Sin duda, en lo que expresa Guaidó y en lo que se vio en la conferencia de prensa, es evidente su seguridad de que hoy Maduro no puede con él y son muy claros sus dos objetivos centrales: la formación de un gobierno de transición, y que ese gobierno convoque a elecciones libres y transparentes en Venezuela.
Guaidó tiene dos objetivos centrales: la formación de un gobierno de transición, y que ese gobierno convoque a elecciones libres y transparentes en Venezuela.
Tras estos dos objetivos están toda su iniciativa, toda su acción y la de aquellos que lo acompañan. En la conferencia, Guaidó confirmó las negociaciones con los militares de las cuales había hablado Leopoldo López y se mostró confiado por el apoyo internacional que tienen su gestión y su gobierno.
Ecuación. Así las cosas, está planteada aquí en Venezuela una especie de ecuación política muy simple, muy clara y obviamente muy extrema: a Guaidó lo apoya la calle; a Maduro, los cuarteles. El contraste es fuerte: mientras Guaidó se muestra sonriente y relajado, Maduro aparece enojado y amenazante. No significa esto que la disputa esté terminada.
Esta ecuación de la cual hablábamos –para Guaidó la calle y para Maduro los cuarteles– sin duda representa una disparidad: la disparidad de las armas. Quien tiene las armas es el gobierno de Maduro, a quien le responden las Fuerzas Armadas. Mientras tenga ese respaldo militar, va a ser difícil que Guaidó pueda acceder –a través de la calle– al gobierno.
La esperanza de Guaidó es ir demoliendo el respaldo militar que tiene Maduro poco a poco, casi jornada tras jornada. ¿Cuánto llevará eso? No se sabe, ni tampoco si se logrará. Es evidente que Estados Unidos cumplió un rol en toda esta intentona que, también es evidente, no se detendrá por el episodio del 30 de abril.
La esperanza de Guaidó es ir demoliendo el respaldo militar que tiene Maduro poco a poco, casi jornada tras jornada. ¿Cuánto llevará eso? No se sabe, ni tampoco si se logrará.
Pero, además, es claro lo que representa hoy la situación de Venezuela. El gobierno de Nicolás Maduro tiene una nulidad de origen muy importante. Guaidó apuesta a sostener su legitimidad en medio de una discusión de nunca acabar, que está claramente orientada por la ideología de cada uno de los bandos: para quienes apoyan a Maduro, la ilegitimidad es de Guaidó; para quienes apoyan a Guaidó, la ilegitimidad es de Maduro.
Tregua. La jornada del sábado evidenció lo que ha representado lo sucedido entre el martes 30 y el miércoles 1. Se vive una especie de tregua. No hubo la cantidad de gente que seguramente esperaba Guaidó en las marchas que se realizaron a lo largo de todo el país para entregar en los cuarteles un petitorio que pide a los militares que dejen de apoyar a Maduro y vuelquen ese apoyo a Guaidó.
Está claro que hay un proceso en marcha que es imparable, y está claro también para Guaidó, para Leopoldo López y para todos lo que lo apoyan que habrá necesidad de mucho más trabajo en pos de convencer a las Fuerzas Armadas de este paso: cesar el apoyo a Maduro para transformarlo en apoyo a Guaidó.
La población quedó impactada por lo que sucedió el martes y el miércoles, y si bien es evidente que la calle está con Guaidó, eso no significa que la partida esté definida.
La población quedó impactada por lo que sucedió el martes y el miércoles, y si bien es evidente que la calle está con Guaidó, eso no significa que la partida esté definida.
La realidad muestra que las Fuerzas Armadas serán la clave de esta situación institucional inédita que vive Venezuela y que es absolutamente trágica. La calle también será imprescindible. Con ella, Guaidó tiene poder y protección, lo que le impide a Maduro sacarse esa “espina” que representa la presidencia alternativa.
Pero sin las Fuerzas Armadas Guaidó no podrá acceder al poder. Su propuesta de entregar el petitorio en los cuarteles confirma que ha comprendido que ese es el paso que le falta.
Legitimidad y poder. Como dicen algunos, Guaidó tiene una creciente legitimidad, pero no tiene el ejercicio del poder. Este es su mayor problema y –por ahora– la seguridad que tiene Maduro. Ayer fue un día intenso en Venezuela: hubo redadas en búsqueda de los militares que apoyaron la frustrada sublevación y allanamientos en el Sebin, donde se cree que tuvo un germen muy importante y fundamental toda esta intentona.
Esta es la dramática, incierta y trágica situación de Venezuela. Dramática porque no se sabe cuánto se extenderá, pero sí que tendrá un final: uno de los dos se impondrá, porque la convivencia perenne entre los dos será imposible y está claro que el tiempo juega a favor de Maduro. Naturalmente, esto es algo que Guaidó y quienes forman parte de su gobierno alternativo deberán tener en cuenta. El acto del 30 así lo demuestra; el tiempo es un factor de enorme importancia, no tanto porque le permita a Maduro sumar fuerzas, sino porque se lo impide hacer a Guaidó.
A medida que el tiempo pase, la presencia de la gente en las calles será más difícil, es lo que demuestra la historia reciente de Venezuela, una historia que, según lo expresado en las últimas horas por Guaidó, él aprendió.
La voluntad de las Fuerzas Armadas en cuanto a su apoyo a Maduro es algo que tendrá que obtener Juan Guaidó en base a negociaciones intensas, sostenidas, secretas y fundamentadas. Esta es la tristeza de Venezuela: la solución de la crisis venezolana está en manos del poder militar. Esta tristeza marca la declinación de la vida democrática en Venezuela, que supo ser bastión de libertad durante los tiempos en que muchas dictaduras se enseñorearon en toda América Latina.
La solución de la crisis venezolana está en manos del poder militar
Sobre esta base está la expectativa de la negociación internacional. La realidad interna demuestra que, frustrado lo del 30 de abril, lo de Trump ha quedado solo en palabras. El tema es qué plan B pueda tener Estados Unidos para cambiar el destino de los hechos en Venezuela. Hasta ahora no hay uno. El martes se utilizó una bala de plata que falló, y esto también complica la estrategia diplomática activa e intensa que hasta aquí ha tenido Trump buscando la salida de Maduro.
El martes estuvo cerca; hoy está lejano, en cuanto a la inminencia que pudo haber tenido a partir de la trama que se conoció sobre los hechos del golpe insurreccional frustrado del 30 de abril.
Una Venezuela dramática, trágica e increíblemente violenta. En medio de esta disputa de legitimidad política entre Nicolás Maduro y Juan Guaidó está el padecer que vive Venezuela. Esto es lo importante y lo dramático, lo que se verifica día tras día: el deterioro de las condiciones de vida de los venezolanos.
Transitar por las calles de Caracas significa ver autos viejos, edificios desvencijados, gente haciendo cola para conseguir los alimentos que haya. Significa enterarse de lo que representan salarios de miseria absoluta, jubilados haciendo fila para cobrar haberes de 18 mil bolívares, equivalentes a 3 dólares al cambio paralelo y 6 dólares al cambio legal.
Transitar Caracas nos da una clara noción de la doble vida a la cual deben exponerse los venezolanos. A nadie le alcanza con un solo trabajo para vivir, todos deben tener algún otro, tal vez en negro, para poder subsistir. Esta idea de la subsistencia es la que hoy marca el ritmo entre los ciudadanos venezolanos, por eso una de las cosas que se escuchan en aquellos que están a favor de Guaidó es “preferimos morir peleando que morir de hambre”.
De todos modos, el episodio del 30 de abril dejó una huella, un sabor amargo en los que apoyan a Juan Guaidó, que en las marchas de ayer se vio claramente. Si bien la calle está presente, lo está con el temor que produjo la represión. Las cinco muertes y los heridos generan miedo entre los manifestantes que se aferran a una esperanza sin plazos que, para muchos, es desesperanza.
Esta es la realidad de una Venezuela dramática y trágica, de una Venezuela increíblemente violenta, donde los delincuentes hoy no roban más casas, porque allí no hay plata, sino objetos que no pueden venderle a nadie. Una Venezuela donde el surrealismo mágico se hace realidad, y cada vez que esto sucede, significa el sufrimiento de la gente.
Por todo esto, quienes pueden irse del país bregan por hacerlo, haciendo colas y trámites interminables para lograr el pasaporte que les permita el acceso a un presente mejor que este, que los deja sin futuro.
CP