INTERNACIONAL
Panorama internacional

América Latina made in China

El año 2023 será recordado como uno definido por la guerra, el calor récord, la ansiedad por la inteligencia artificial y el continuo atractivo del populismo.

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Saludo. Lula con Xi en Beijing. El 26% de las exportaciones brasileñas va a China. | cedoc

La influencia de la República Popular China en América Latina crece año tras año y para los países de la región su ideología para negociar con ellos no es un problema. Sin embargo, lo mismo no sucede con Estados Unidos, que miran atento y con desconfianza al avance chino en Latinoamérica.

Según un estudio reciente de Cepal, el comercio entre el gigante asiático y la región latinoamericana creció de 14 mil millones a 500 mil millones de dólares entre los años 2000 y 2022. Pekín se ha convertido en el segundo mayor socio comercial después de Estados Unidos.

El caso más paradigmático de la influencia china en América Latina es el de Perú, donde tienen relaciones diplomáticas desde 1971 y desde entonces, los asiáticos han llegado a influir no solo en la economía, sino también la política, los medios de comunicación y seguridad, entre otros aspectos. China es el socio comercial número uno y principal cliente de las industrias extractivas peruanas. Perú importa o recibe donaciones en especie de equipos militares o policiales o componentes de equipos de la República Popular China, quienes también brindan capacitación a diplomáticos o funcionarios públicos sobre la gobernanza del país. Esto nos da la pauta de que la influencia del país asiático no solamente se limita a cuestiones económicas, sino también refiere a lo que más adelante llamaremos “el poder blando”. 

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Además, China también tiene una enorme presencia en el gigante latinoamericano. El caso de Brasil y sus vínculos con el régimen chino se remontan a la primera presidencia de Lula da Silva cuando este incluso superó a Estados Unidos como el principal socio comercial de Brasil en 2009. En la última visita del actual mandatario brasileño a China en abril de 2023, los dos países acordaron establecer acuerdos comerciales y de inversión en yuan. Además, firmaron más de viente acuerdos bilaterales en una variedad de áreas que incluyen agricultura, ganadería, tecnología y turismo. La conclusión es que, a pesar de los cambios políticos que hubo en Brasil en 2018 y de los cambios asociados con la política exterior brasileña hacia una alineación incondiocional con los Estados Unidos, el comercio bilateral y la inversión directa de China en el país se mantienen estables. Al día de hoy, las exportaciones brasileñas hacia el país asiático representan el 26% de las exportaciones totales del país, duplicando aquellas que se destinan a Estados Unidos.

Otro país en donde China tiene influencia hace muchos años y su expansión avanza a pasos veloces es en Chile. En 1970, el país trasandino fue el primer país de América del Sur en establecer relaciones diplomáticas con China y en 2005, el primero de la región en suscribir un Tratado de Libre Comercio (TLC) con ellos.​ Para 2016, China era el principal socio comercial del país sudamericano, mientras que para el país asiático, Chile representaba su tercer socio en Latinoamérica. Se estima que desde la firma del TLC el comercio entre ambos países se ha cuadruplicado. Los principales productos exportados a China son cobre, pasta química de madera y cerezas, mientras que China mayoritariamente exporta al país sudamericano teléfonos celulares, computadores portátiles y grupos electrógenos de energía eólica. Además, con respecto a la disyuntiva sobre los territorios en disputa, Chile ha mantenido invariable en el tiempo el principio de “una sola China” reconociendo al gobierno de la República Popular como único y legítimo representante de su pueblo, siendo Taiwán y el Tíbet partes inalienables de su territorio. En el caso chileno, el fuerte vínculo comercial con China se ha mantenido imperturbable más allá de la orientación ideológica del presidente de turno. Incluso, una de las mayores profundizaciones de los lazos económicos y diplomáticos no se ha dado con presidentes de izquierda, sino más precisamente con el expresidente derechista Sebastián Piñera.

Algo similar sucedió en Ecuador. De hecho, el Tratado de Libre Comercio con China fue firmado por el expresidente Guillermo Lasso, de ideología similar a Piñera, quien suscribió este tratado en medio de una grave crisis política e institucional y a pesar de que su salida anticipada del gobierno era algo inminente que finalmente se concretó. La Federación Ecuatoriana de Exportadores (Fedexpor) estimó que, con el acuerdo comercial vigente, las exportaciones ecuatorianas no petroleras a China crecerán en 900 millones de dólares a corto plazo. Pero ese tratado de libre comercio, aunque es el primero entre ambos, cristaliza una relación de muchos años entre ambos países que antes se daba indirectamente a través de empresas chinas.​ Hoy, el país asiático goza prácticamente del monopolio de las exportaciones de crudo ecuatoriano que se originó en época de la presidencia de Correa cuando a cambio del petróleo las empresas chinas financiaron el déficit del estado ecuatoriano.

No obstante, creer que todos los países latinoamericanos están alineados con China es un error. Un caso en el que China apunta su presión es hacia Paraguay porque es el único país de América del Sur que mantiene relaciones con Taiwán reconociéndolo como país independiente desde 1957, cuando establecieron relaciones diplomáticas. Este hecho le garantiza un alineamiento con Estados Unidos y un rechazo por parte de China, que presiona por terminar la relación entre el país sudamericano y Taiwán. Paraguay exporta a Taiwán varios rubros tradicionales, como la madera, el cuero, el algodón, soja, carne, azúcar refinada, yerba mate, aceites esenciales, hierbas medicinales, etcétera. Pero, a su vez, algunos sectores paraguayos están ejerciendo una importante presión para agrandar el comercio con China, ya que es un comprador mucho más importante. 

En conclusión, lo que vemos con estos ejemplos es que la relación de los países latinoamericanos es antigua y sobrevive pese a los cambios de gobierno. No importa el tamaño del Estado o sus ideologías, que pueden ser más o menos afines al partido comunista chino: todos terminan negociando con el país oriental. Esto genera un riesgo si los Estados latinoamericanos no consiguen diversificar los compradores de sus materias primas porque la dependencia económica hacia China aumenta y cada año se va volviendo más asimétrica en detrimento de los latinoamericanos. Hoy, a través de iniciativas como la Ruta de la Seda, entre otros, China no es solamente el gran comprador de los recursos latinoamericanos, sino también el mayor prestamista y acreedor. Las inversiones y préstamos de los chinos se usaron para proyectos extractivos e infraestructuras con consecuencias negativas en términos de impacto laboral, social y ambiental. Pero además del crédito producto de dichas inversiones o préstamos, también existe un problema con respecto a sus condiciones, ya que exigen que los países receptores salden su deuda ya sea con petróleo, que adquieran equipo chino y/o que proporcionen a las empresas chinas acceso a las telecomunicaciones y energía. 

Pero, como mencionamos anteriormente, la influencia de China no se limita al área económica. China también posee el llamado “poder blando”, por ejemplo con la existencia a lo largo de toda la región de los llamados institutos Confucio, donde se enseña la lengua china y la promoción de la cultura, entre otros aportes. Esto se utiliza para la construcción de una imagen positiva de la nación asiática y la creación de conexiones a través de medios no coercitivos influyendo en la percepción de su cultura, historia y valores. Además, existe un compromiso de la diáspora china con el régimen, tal como es el caso de Perú, el país con mayor cantidad de chinos viviendo fuera de su país. China aprovecha esta diáspora para aumentar su influencia, ya que con la fortaleza del lazo facilita intercambios culturales, festivales tradicionales o incluso de cocina. Los miembros involucrados en negocios, comercios o actividades académicas pueden expandir las relaciones comerciales y fortalecer las influencia económica de China. Sin embargo, estos miembros no pueden opinar con libertad en contra del régimen chino porque esto podría perjudicar sus negocios con el estado.

No obstante, China ejerce su poder tanto blando como duro y tiene también un “poder agudo” que, además de manifestarse en los mencionados institutos Confucio, se promueven valores políticos diferentes a la democracia liberal, donde solo se muestra el lado brillante de la China actual y se silencia la falta de derechos fundamentales, como la libertad individual, de opinión, entre otros.

¿Cuánto más crecerá la influencia de China en la región hasta que Estados Unidos se empiece a involucrar? ¿Cuántos ámbitos permitirán los países que dominen los chinos? ¿Por qué algunos países ponen muchos obstáculos para negociar con Estados Unidos, pero no los ponen con China? ¿Será que esto sucede porque China, a diferencia del país norteamericano, no condiciona las relaciones comerciales a los regímenes democráticos solamente? ¿Es posible que alguien que va a un instituto Confucio piense que el modelo político chino es una alternativa exitosa a la democracia liberal occidental?

 

* Licenciado en Relaciones Internacionales (UCA) y co-host del podcast El cafecito latinoamericano en Spotify.